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El Amazonas y sus enemigos: una llamada a la acción y al optimismo

El Amazonas, ahora en llamas, se ha convertido en la cuestión política y geopolítica central para el derecho de la humanidad a su propio futuro. El optimismo es la gasolina que debe alimentar la lucha. English Português

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Francesc Badia i Dalmases
27 agosto 2019, 12.58pm
Arbol en la selva tropical brasileña. Foto: Pablo Albarenga,. Todos los derechos reservados.

La crisis climática global no para de escalar. Los meses de Junio y Julio han sido los más calurosos en el hemisferios norte desde que hay registros. Este verano, ante una hola de calor sin precedentes, el hielo de Groenlandia se está derritiendo a un ritmo jamás visto. Las sequías y los incendios descomunales están arrasando partes sustanciales de superficies boscosas en todo el mundo, y el papel de la selva tropical como captora de dióxido de carbono está amenazado por los avances imparables de la deforestación.

Como espacio de contención del cambio climático, la cuenca amazónica, que alberga el 40% de la selva tropical global, juega un papel tan complejo como central. Funciona con un efecto refrigerador de la atmósfera a través de la evaporación de la humedad, y produce su propia lluvia en la estación seca, mientras captura carbono de manera masiva y actúa como el pulmón de la Tierra.

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Vista aérea del río el río Arinos, en el norte del Mato Grosso, Brasil., al amanecer. Foto: Pablo Albarenga, todos los derechos reservados.

Pero la vulnerabilidad del Amazonas se ha vuelto patente en los últimos tiempos, y los incendios han proliferado a un ritmo sin precedentes. Como escribió Leonardo DiCaprio a sus 34 millones de seguidores de Instagram en un post reciente: “los pulmones de la Tierra están en llamas”. Los datos proporcionados por el Instituto Nacional de Investigación Espacial de Brasil muestran que, de Enero a Julio de este año, han ardido 18.600 km2 de selva amazónica brasileña, con un incremento del 62 % con respecto al año anterior. Aquí estamos frente a un ecocidio en toda regla.

En su conjunto, la cuenca viene sufriendo un número creciente de agresiones procedentes del “desarrollo”, que incluyen la tala masiva de árboles, la minería, la agricultura industrial y la ganadería extensiva, junto a la construcción de grandes infraestructuras (carreteras y represas). A principios de agosto, el último de una serie de informes del Grupo Intergubernamental sobre el Cambio Climático de la ONU se ocupó de los impactos en el clima que producen la agricultura, la deforestación y otros usos del suelo.

“El cambio climático, incluyendo el aumento en la frecuencia y la intensidad de fenómenos atmosféricos extremos, ha impactado de manera adversa en la seguridad alimentaria y los ecosistemas terrestres, y también ha contribuido a la desertificación y a la degradación del suelo en muchas regiones”, dice el informe de la ONU. Para frenar el calentamiento global, advierte el informe, la agricultura y la ganadería deben cambiar. Esta conclusión tiene fuertes connotaciones políticas puesto que la agricultura y la ganadería son la base sobre la que se sustentan muchas economías capitalistas de todo el mundo.

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Joane observa los focos de fuego iniciados por sus vecinos en la comunidad de Suruacá, Reserva Exgtractivista del Tapajós-Arapiuns, Pará, Brasil. Foto: Pablo Albarenga, todos los derechos reservados.

Hoy ya no podemos hablar del Amazonas sin hablar de política: de política local, regional y global

Desde que Jair Bolsonaro, un político tóxico de extrema derecha, fuera elegido presidente de Brasil y accediera al poder el pasado mes de enero, muchas de las políticas para proteger el Amazonas, que se habían puesto en marcha durante por lo menos las últimas dos décadas, se han paralizado o revertido. Los planes del gobierno son ultra-agresivos, como demuestra una filtración reciente a la que tuvo acceso democraciaAbierta.

“Los árboles están desapareciendo a un ritmo de dos Manhattan por semana” escribió un editorial de The Economist, titulado Alerta: el Amazonas se muere la primera semana de agosto. “Si hay algún brote verde en la táctica de tierra quemada del Sr. Bolsonaro en la selva tropical, es que ha hecho que la amenaza sobre el Amazonas resulte cada vez más difícil de ignorar.”

Con el Amazonas en llamas desde enero, el asunto no puede ya ser evitado por la comunidad internacional. “Los incendios forestales que están ardiendo en el Amazonas plantean una profunda preocupación” dijo la Comisión Europea en un comunicado la semana pasada. “Los bosques son nuestros pulmones y el sustento de nuestros sistemas vivos”.

El hecho de que la prensa internacional se haya sumado a los activistas y haya adoptado una línea más agresiva en el asunto de la crisis climática en general y del amazonas en particular, asumiendo que se trata de un asunto político que merece ser abordado como tal, es todo un avance. El periodismo tiene un papel político clave para intentar detener el agravamiento de esta catástrofe, un papel que debe ser asumido en toda su dimensión.

Pero además, cuando los periodistas que trabajamos en el Amazonas hablamos de política; hablamos de la gente que vive ahí.

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Vigilantes del Territorio Indígena Maró (Pará, Brasil) recorren el perímetro de su territorio en busca de madereros ilegales. Foto: Pablo Albarenga. Todos los derechos reservados.

Es importante recordar que la raíz griega del término “política” es “polis”, que significa ciudad, y que produce el término “polités”, que significa ciudadanos. Cuando hablamos de los pueblos que viven en el Amazonas, sea éstos indígenas, ribereños, o quilimbolas (descendientes de esclavos que escaparon de sus captores y ocuparon tierras que ahora les pertenecen) no debemos olvidar que estos pueblos están compuestos por ciudadanos, ciudadanos del planeta Tierra, en pie de igualdad con los y las lectoras de este artículo.

Y en consecuencia, ser ciudadanos significa tener exactamente los mismos derechos. Y cuando reportamos desde esta región del mundo, y hablamos con gente indígena, ribereña o quilombola, debemos superar nuestros prejuicios neocoloniales, occidente-céntricos, y a menudo racistas. Tenemos que permanecer conscientes de que ellos son nuestros iguales, y de que, a pesar de que sus vidas difieran tanto de las nuestras, son tan ciudadanos de este planeta como nosotros mismos.

Desde un punto de vista intelectual, este concepto de ciudadanía global parecería obvio. Sin embargo, no es tan meridiano como aparenta. Existe un severo contraste entre nuestras vidas urbanas dominadas por la tecnología y su mundo tradicional, ancestral y analógico. El esfuerzo por reconocer las brechas culturales para el enriquecimiento mutuo debe ser constante, aunque esto es algo que es cada vez más difícil para las jóvenes generaciones, nacidas en un mundo digital urbano completamente alejado de toda ancestralidad, de toda naturaleza.

Aún así, como periodistas que trabajan en la cuenca Amazónica, nuestra prioridad debe ser poner a la gente en el centro de nuestra tarea, que debe ser, por encima de todo, humanística. Sí, humanística en el sentido expresado por el viejo filósofo griego Protágoras, quien dijera: “El hombre es la medida de todas las cosas”. Pero también humanístico en el sentido de aproximar los distintos conceptos del conocimiento y las distintas disciplinas.

El término humanístico puede ser interpretado también como portador de una perspectiva interdisciplinar. Desde la geografía hasta la economía, desde la antropología a la historia y a la sociología, desde la ingeniería hasta las ciencias medioambientales y del clima. Pero, por encima de todas estas disciplinas, es clave no perder de vista que, en el Amazonas, cuando se realiza cualquier labor, ya sea ésta científica o periodística, eso tiene siempre implicaciones para la gente y, en consecuencia, para la política.

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Vista Aérea del bosque tropical del Territorio Indígena Maró. Pará, Brasil. Foto: Pablo Albarenga, todos los derechos reservados.

Hasta tal punto es el Amazonas un asunto clave para el futuro de nuestro planeta, que se ha convertido un punto candente de la agenda geopolítica. Y no sólo hablamos de la dimensión física de la destrucción del entorno. Estamos hablando del futuro de la gente, tanto de los que viven ahí, como de los demás. Y ante todo, siempre que hablamos de la gente, estamos hablamos de valores. Si de verdad queremos trabajar conjuntamente para aportar soluciones a los asuntos del desarrollo de la región, se hace más imperativa que nunca una perspectiva humanística, orientada hacia los valores.

Aún así, con un presidente como Bolsonaro, que trata al Amazonas como una si fuera una fuente de materia prima (“Brasil es como la virgen que desean todos los extranjeros pervertidos” ha llegado a decir) que explotar y exportar, y a su gente como si fueran izquierdistas que se resisten a integrarse en su espejismo desarrollista, tenemos que convenir que, en la raíz de todo esto, están los derechos humanos. Y es que lo que estamos presenciando en el Amazonas es una violación de derechos, derechos naturales, y derechos humanos.

Pero sobre todo, y de manera muy importante, asistimos a la violación del derecho de la humanidad a existir en el futuro. Por consiguiente, no es una exageración sostener que, de continuar Bolsonaro con su visión depredadora y criminal del bosque tropical brasileño, debería ser llevado ante la justicia de la corte internacional.

El hecho de que el Amazonas se haya convertido en un asunto de la mayor importancia al ocupar una posición cada vez más central en el foco de los medios globales, abre la puerta a cierto optimismo. Karl Popper, el filósofo austríaco que tanto influyó en la ciencia con su principio de la falsabilidad y sus implicaciones para la metodología de la investigación científica, era él mismo un optimista. Popper afirmó algo que hoy adquiere una importancia decisiva, y es que “el optimismo es un deber moral”. Para él, el futuro no está escrito, sino que sobre todo de lo que nosotros hagamos en el presente.

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Un indígena muestra un yacimiento de troncos abandonado por madereros ilegales en el Territorio Indígena Maró (Pará, Brasil). Foto: Pablo Albarenga, todos los derechos reservados.

Nuestro deber es ser optimistas, como medio para conformar un futuro mejor para todos

Y optimismo es lo que encontramos en nuestra serie Defensores de la Selva para El País y democraciaAbierta, producida junto al fotoperiodista Pablo Albarenga y la gente de la ONG ambientalista Engajamundo en el Río Tapajós, con el apoyo del Rainforest Journalism Fund, administrado por el Pulitzer Center de Washington.

Al producir la serie, democraciaAbierta puso a la gente joven en el centro de sus historias, dejando que fueran ellos los que contaran sus batallas, frustraciones y esperanzas para un mundo mejor. Y, a pesar de tantas dificultades a las que se enfrentan cada día, lo que encontramos en ellos fue, después de todo, un optimismo irresistible.

Como dice la periodista brasileña Eliane Brum, el Amazonas y sus pueblos están en el centro del mundo. Tenemos que ponernos a su lado, y esperar que nos acepten en la lucha.

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Bandada de pájaros sobrevuela el río Arinos, en el norte del Mato Grosso, Brasil. Foto: Pablo Albarenga, todos los derechos reservados.

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Este artículo, que es una versión del original en inglés publicado por Impakter, se basa en el discurso pronunciado por el autor el 11 de julio de 2019 en Manaos (Amazonas / Brasil) durante la primera reunión del Rainforest Journalism Fund que financia informes en el Amazonas y otros bosques tropicales, en colaboración con el Pulitzer Centre.

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