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Fariña: la historia de los piratas de la cocaína en España

Fariña es un minucioso análisis de cómo un tranquilo rincón de España llega a ocupar una posición clave en uno de los mayores mercados de cocaína del mundo. English.

Patrick Corcoran
5 abril 2019, 12.01am
Imagen de la serie de Netflix inspirada en el libro de Carretero

Escrito por el periodista español Nacho Carretero, Fariña —“harina” en gallego, eufemismo de cocaína - es un libro cuyo título cobra mayor sentido en su traducción al inglés: Nieve sobre el Atlántico: cómo llegó la cocaína a Europa.

Las primeras páginas del libro logran atrapar al lector. Como si del narrador de una película de Martin Scorsese se tratase, Carretero hace una descripción muy amena de los orígenes del mercado negro marítimo en Galicia. Durante siglos, los gallegos se dedicaron a adueñarse de los restos de barcos naufragados que transportaban valiosos cargamentos - e incluso, según la leyenda local, causaban que naufragasen. Con la descripción que Carretero hace de la llamada Costa de la Muerte y del temor que llegó a inspirar en toda Europa, Galicia se nos presenta como el telón de fondo ideal, estremecedor y anárquico, para una historia de bandidos.

A medida que la narración avanza y llegamos a la época actual - cuando los capos locales pasaron de saquear naves naufragadas a traficar con tabaco, hachís y por último cocaína -, la Galicia de Carretero empieza a mostrar paralelos sorprendentes con el norte de México. Ambas regiones aprovecharon su posición geográfica para convertirse en guardabarreras de un enorme mercado de drogas.

En ambos casos, el crecimiento de un mercado negro durante décadas o incluso siglos permitió el desarrollo de expertos contrabandistas que cayeron como anillo al dedo para las necesidades de los productores de cocaína colombianos. Al igual que en México, los clanes gallegos aprovecharon el sistema político autoritario vigente para obtener el apoyo de generaciones sucesivas de funcionarios gubernamentales. Incluso tras la apertura de ambos países a la democracia, el legado de estas relaciones corruptas ha venido dificultando los esfuerzos por combatir el crimen organizado.

Carretero nos muestra cómo el contrabando de drogas explotó en sus inicios la economía local y luego la deformó profundamente

Carretero nos muestra cómo el contrabando de drogas - sobre todo el comercio de cocaína, aunque el efecto es anterior a la popularidad de la droga en Europa - explotó en sus inicios la economía local y luego la deformó profundamente.

Los primeros traficantes de cocaína se dieron cuenta de que los barcos pesqueros eran los medios de transporte ideales para los cargamentos de drogas (especialmente cuando las regulaciones de la Comunidad Europea en la década de los ochenta dejaron repentinamente a Galicia con un montón de barcos inutilizados). Los restaurantes y marisquerías de la región se convirtieron en dispositivos de blanqueo de ingresos ilegales.

Pero más que un parásito de la economía legal, el negocio del narcotráfico resultó ser un importante motor de empleo y riqueza a nivel local. Un famoso capo utilizó su dinero de la droga para fundar un consorcio de nada menos que 28 empresas. Otros capos hicieron inversiones similares.

El sector bancario - en Galicia y fuera de ella, en Barcelona, Suiza o Panamá - se mostró deseoso de atender las necesidades de esta nueva clase de emprendedores, por sospechoso que fuese el origen de sus fortunas. A este nivel, fue la economía local la que se acomodó al crimen organizado y no al revés.

El resultado es una cultura moldeada en gran parte por los motores de la economía ilegal. Así lo describe Carretero: "Gran parte de la sociedad de las Rías Baixas normalizó cosas como eludir a las autoridades, respetar a capos que nada tenían que ver con el poder legal y ganar dinero fácil y rápido. Vivir al margen de la ley se volvió más o menos la norma. Las cosas eran así."

A la vez que documenta estos impactos sociales, Carretero despliega sus dotes narrativas describiendo las excentricidades de la cultura criminal local. Nos habla de un cerdo cuya trágica sobredosis - por haber consumido dos kilos de hachís escondidos en su pocilga - lo convierte en personaje célebre en la prensa de la región.

Una lancha motora legendaria capaz de increíbles hazañas es la protagonista de toda una sección. Otro capítulo narra las proezas de un contrabandista de tabaco, amante de la aviación y presidente de un club de fútbol local, que sobrevuela los estadios los días en que hay partido. Historias como estas abundan en Fariña y son sin duda lo más entretenido de las casi 350 páginas del libro.

La narración decae un poco cuando se centra en las personalidades que dominan el panorama del crimen en determinadas épocas. El libro presenta una cantidad casi interminable de personajes menores, como si de un listado se tratase, con breves reseñas de sus carreras delictivas.

Resulta ser ésta una estrategia narrativa bastante ineficaz, que no permite que al lector le quede una imagen clara de ningún narco gallego en particular, ya que se confunden unos con otros. El lector no puede evitar preguntarse si no hubiera sido mejor que el libro se centrara en un número más reducido de figuras principales.

En cierto sentido, Fariña es un relato aleccionador acerca de la naturaleza incombustible del narcotráfico

La obra concluye con un extenso panorama de la Galicia actual, incluyendo perfiles de los capos de la nueva generación. Carretero cuenta que las redes criminales de hoy son más reacias a exponerse a riesgos y suelen operar con perfil bajo, pero eso no significa que Galicia haya perdido ni un ápice de su competitividad en el mercado de las drogas recreativas. El mercado ha evolucionado con el tiempo - las viejas alianzas con los colombianos se complementan hoy con relaciones con grupos criminales venezolanos y africanos - y el rol de Galicia en el negocio de la cocaína en Europa sigue intacto.

En cierto sentido, Fariña es un relato aleccionador acerca de la naturaleza inconbustible del narcotráfico: las batallas llevadas a cabo por magistrados luchadores, las múltiples investigaciones, los miles de millones de euros y miles de horas de trabajo invertidas para reducir el tráfico de drogas en la región básicamente han fracasado y, en el fondo, ha cambiado todo muy poco.

Sin embargo, desde otra perspectiva, Galicia aparece como un caso de éxito. Carretero señala que, desde la década de los noventa, en toda la región ha habido unos 30 asesinatos relacionados con las drogas, lo cual es poco más que lo que da de sí un mal fin de semana en Acapulco o Tijuana.

La reducción de los grupos más poderosos de antaño no ha provocado el derramamiento de sangre que suele generar este tipo de vacíos de poder en Latinoamérica. Los vínculos entre políticos locales y actores criminales no han convertido a los primeros en objetivos de la violencia.

A pesar de los problemas relacionados con las drogas, Galicia sigue siendo una sociedad relativamente tranquila. Si el panorama de la criminalidad en el hemisferio occidental llegara a parecerse al de Galicia, serían muy pocos los que se quejarían.

Este artículo fue publicado previamente por InSight Crime. Lea el contenido original aquí.

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