
Inundaciones catastróficas y negligencia estatal en Paraguay dejan expuestos a los más pobres
Ante grandes inundaciones, decenas de miles de familias paraguayas han tenido que abandonar sus hogares. En Asunción esta emergencia revela la extrema negligencia del estado hacia los más desfavorecidos. English.

“Generalmente, soy una persona muy tranquila, pero acá es desesperante; parece que cualquier cosa reacciono. La necesidad es mucha. Gracias a Dios, en mi grupo me tocó gente muy buena”. Sara Gaona relata mientras la lluvia golpea ruidosamente el techo de chapa de su casa improvisada. Se nota que está cansada, pero, de todas formas, se ríe con frecuencia mientras habla y consuela a su hija, quien está sentada en su regazo.
Desde principios de abril, Gaona vive con su esposo y sus tres pequeños hijos en la Plaza Japón, una plaza pública en un barrio de clase media de Asunción, la capital de Paraguay. No están solos: “Hay 55 familias, como nosotros, en la plaza y 50 familias afuera en la vereda; 105 en total”. Han levantado refugios temporales usando los materiales disponibles—principalmente terciadas, lona y chapas—transformando la plaza en un laberinto de pasillos angostos y fangosos.
La aparición de este asentamiento precario es resultado de la crecida implacable del río Paraguay. Lluvias fuertes, que empezaron en marzo, han aumentado el nivel del río—en las orillas del cual se encuentra la ciudad de Asunción—y provocado que sus aguas inunden los barrios pobres que se conocen colectivamente como los Bañados.
Visitación Aquino, una vecina de Gaona en la Plaza Japón, describe este evento: “El agua ya estaba detrás de mi casa y me estaba preocupando. Después, a la noche, ya entró. Era muy rápido; yo no lo esperaba. Al día siguiente, cuando salimos, prácticamente ya estábamos en el agua”.
Se estima que las inundaciones han afectado a más de 14.000 familias en Asunción. A medida que la gente ha migrado hacia zonas más altas, campamentos—como el de la Plaza Japón—han surgido por toda la ciudad.
Un país luchando por respirar
Las inundaciones no afectan solamente a la capital. A lo largo del río Paraguay—el cual tiene un recorrido de más de 1000 kilómetros por el país que lleva su nombre—comunidades rurales, pueblos y ciudades han sentido el impacto de las aguas. La Secretaría de Emergencia Nacional (SEN) estima que, en total, más de 60.000 familias han sido desplazadas. Un estado de emergencia ha sido declarado en siete departamentos, incluyendo Asunción.
La actual emergencia señala un vínculo entre una transformación dramática y los factores humanos, tales como, el cambio climático y la deforestación intensa del norte de Paraguay.
El Chaco, región poco poblada del oeste de Paraguay que frecuentemente experimenta extrema sequía, ha sufrido mucho: en comunidades indígenas aisladas por el agua, al menos seis personas han muerto al no poder viajar para recibir asistencia médica. En adición, se estima que el 90% de la población de la ciudad sureña de Pilar está afectada.
La Dirección de Meteorología e Hidrología del Estado paraguayo ha pronosticado que el río seguirá creciendo en las semanas venideras, generando la preocupación de que aún más personas tendrán que salir de sus casas. El número de familias damnificadas sólo en Asunción podría llegar a las 20.000.
A un paso del río
Para los habitantes de los Bañados—que están entre los barrios más empobrecidos del país—las inundaciones no representan una nueva experiencia. El nombre en sí de estas comunidades, “Bañados”—donde viven alrededor de 120.000 personas (una quinta parte de la población de la ciudad)—, hace referencia al hecho de que ocupan humedales en las orillas del río que se inundan periódicamente.
Gaona, quien nació en uno de estos barrios, describe esta difícil relación con las fluctuaciones del cauce: “Antes era divertido mudarte cuando yo era niña. Era divertido jugar por el agua, inventar balsas. Pero ahora, como mamá, es desesperante. Tenés que dejar tus cosas y costear la mudanza”.
Aunque se observan variaciones estacionales en el nivel del río Paraguay de forma continua, históricamente, inundaciones extensivas han ocurrido solamente cada nueve a quince años. No obstante, en los últimos años, se ha registrado un cambio marcado en el comportamiento de la vía fluvial: incluyendo la actual emergencia, ha habido tres inundaciones serias desde el 2014. Han señalado un vínculo entre esta transformación dramática y los factores humanos, tales como, el cambio climático y la deforestación intensa del norte de Paraguay.
Bañadenses a la deriva
La frecuencia incrementada de las inundaciones ha sido devastadora para los Bañados. Giovanna Minardi del Centro de Ayuda a la Familia (CAFA) de Mil Solidarios, una ONG que trabaja con los bañadenses, afirma, ““Ahora crece todo el tiempo el río, es un problema de cada año. Hay familias que desde el 2014 no volvieron a su casa, que están viviendo en las calles, en las plazas”.
Minardi critica fuertemente las medidas de asistencia que ha tomado el Gobierno para ayudar a los que este año han tenido que dejar sus casas nuevamente: “El Estado ni siquiera se hizo cargo de lo básico: organizar refugios. O sea, la gente, por su cuenta, tuvo que ir a buscar lugares”. Agrega que ya no quedan espacios públicos para el número cada vez más grande de damnificados: “La última ocupación fue en un club privado, y hay una amenaza de desalojo. La gente está allí con miedo”.

Además, los que están en los campamentos realizan una fuerte crítica a la SEN—la institución estatal encargada de asistir a las víctimas durante emergencias—por no brindar materiales de apoyo. Visitación Aquino, de la Plaza Japón, afirma, “Empezaron a traernos cosas, pero daban solamente cuatro o cinco chapas y después lo mismo pasó con las terciadas. Hoy te dan madera y después de tres días te traen otras cosas. No te dan todo a la vez para poder construir tu casa”.
En relación a la provisión de alimentos, se escuchan preocupaciones similares. Sara Gaona sostiene que sus provisiones de emergencia de la SEN llegaron un mes después de que la inundación le obligó a salir de su casa. Como consecuencia, muchas familias, que no han podido seguir trabajando, han tenido que depender de las escasas donaciones de la ciudadanía.
Gaona, quien fue electa como coordinadora del campamento de la Plaza Japón, es responsable de repartir estos víveres. Señala una calabaza solitaria que está en la mesa a su lado y explica que tendrá que dividirla en 55 pedazos para las familias que están dentro de la plaza.
Giovanna Minardi afirma que los problemas de salud también abundan: “Estamos registrando ciertas pestes en todos los refugios: conjuntivitis, problemas de piel, diarrea. Quizás por los baños, quizás por el agua. Tiene que ver con las condiciones en las que está la gente”. Hay pocos suministros médicos en los campamentos y, tomando en cuenta la pérdida de 13 millones de guaraníes (US$2.064) que se estima que la inundación representa para cada familia, la posibilidad de buscar asistencia médica en otros lugares está fuera del alcance de muchos.
Los habitantes mencionan que, cuando llegan suministros de la SEN a los campamentos, se reparten según una agenda: se les da prioridad a los simpatizantes y los operadores del partido gobernante.
Aquí, no llega el Estado
La respuesta negligente del Estado, que ha contribuido a las condiciones críticas que se viven en los campamentos temporales, es una experiencia familiar para los bañadenses. La ausencia de las autoridades ha sido una característica de estas comunidades extremadamente pobres desde que llegaron a los humedales los primeros migrantes rurales en los años sesenta del siglo pasado.
El padre Francisco Oliva, sacerdote jesuita que ha pasado los últimos 20 años trabajando en los Bañados, explica, “Era un lugar desértico. Después, empezaron a venir a Asunción campesinos que ya no tenían trabajo en el campo, que les habían quitado las tierras. El dinero se les acabó pronto y tuvieron que ir al único sitio sin dueño: los Bañados”.
A estas tierras recién colonizadas, durante mucho tiempo no se las consideró parte de la jurisdicción oficial de las autoridades de Asunción—la Municipalidad de Asunción sólo reconoció a los Bañados como parte de la ciudad en el 2011—, como tal, no recibían apoyo de las instituciones públicas. Consecuentemente, durante medio siglo, los bañadenses tuvieron que desarrollar de forma independiente su propia infraestructura: escuelas, puestos de salud, calles empedradas y servicios públicos.
El rol fundamental del Estado es ese: mejorar las condiciones de vida de la gente. Cada ser humano tiene el derecho de vivir en un ambiente saludable
En referencia a este vacío de presencia estatal, el padre Oliva dice, “No sé si es incapacidad, no sé si es que no ven el problema, que no quieren, o que no pueden, o que son tontos, o que se dedican a otros negocios más importantes”.
La débil respuesta de las autoridades ante las inundaciones de los últimos meses parece formar parte de este patrón histórico de abandono.
Las tierras de los pobres son ricas
En adición a las inquietudes relacionadas a los esfuerzos por satisfacer las necesidades inmediatas de las víctimas de las inundaciones, también se han cuestionado las propuestas del Estado para una solución a largo plazo. Roger Monte Domecq, ingeniero cívico y profesor de hidrología de la Universidad Nacional de Asunción, indica, “Después de las tres inundaciones de los últimos años, todavía no hemos reaccionado como sociedad, como Estado. Debemos tener una respuesta para la gente que vive en esa situación en áreas vulnerables”.
Durante la última década, el Gobierno paraguayo sí ha prestado atención a la zona de los Bañados, pero por otros motivos. En el 2011, las instituciones públicas empezaron las obras del Plan Maestro de la Franja Costera de Asunción. Un elemento importante de este proyecto es la construcción de una avenida principal que bordeará el río y ayudará a solucionar los problemas de tránsito crónicos de la ciudad.
Sin embargo, Monte Domecq declara que el diseño de esta carretera alzada no contempla la inclusión de una defensa contra las inundaciones para los bañadenses, por cuyos barrios la vía pasará. Menciona que se podría agregar esta defensa a la avenida por un costo relativamente bajo.
Como resultado de esta omisión, residentes de los Bañados que viven junto a las secciones recién culminadas de la nueva doble calzada figuran entre los desplazados de este año. Monte Domecq pregunta, “¿Cómo es posible que tengamos gente afectada en esa zona? Tendríamos que repensar los proyectos de ingeniería: tienen que tener un fuerte componente social y trabajar para la gente.
"El rol fundamental del Estado es ese: mejorar las condiciones de vida de la gente. Cada ser humano tiene el derecho de vivir en un ambiente saludable”.
El Plan Maestro del Gobierno sí incluye una propuesta para una solución eventual a las inundaciones. Esboza un esquema para derrumbar los barrios actuales y “rellenar” los Bañados usando materiales del lecho del río para alzar la zona encima del peligro representado por las aguas. Esta medida, además de tener un costo estimado 30 veces mayor que el de la propuesta de agregar una defensa costera al proyecto vial ya iniciado, suscita la desconfianza de muchos bañadenses.
La perciben como una estrategia para desalojar a las familias pobres para poder crear espacios para una nueva ola de construcciones comerciales y corporativas de costo elevado. Efectivamente, cuando el problema de las inundaciones se haya solucionado, los Bañados serán una zona atractiva para el desarrollo inmobiliario: están cerca del centro de la ciudad y tienen vistas sin precedentes del río.
Para evitar que la misma situación se repita, los bañadenses requieren de una respuesta satisfactoria y permanente que tome en cuenta su derecho a vivir, trabajar y formar parte de la sociedad en la capital paraguaya.

Cleto Pérez de 1811—una organización formada por vecinos de los Bañados para promover proyectos con jóvenes—considera, ““Entre la opción de poner un muro frente al río y la de rellenar para que puedas vivir sobre el agua, el relleno es mucho mejor. Pero sale tan caro que jamás te van a devolver la tierra para que puedas reconstruir tu casa”. Al contrario, dice, a los bañadenses no les permitirán volver a las áreas donde actualmente viven, o no podrán competir con compradores más pudientes, o los reubicarán en viviendas sociales en otras zonas.
Pérez declara que la opción de las viviendas sociales—que suena atractiva—es engañosa. Dos intentos anteriores de reubicar a habitantes de los Bañados en casas construidas por el Estado han logrado resultados decepcionantes: no se construyeron suficientes casas para el número de familias que fueron desplazadas y no se tomaron en cuenta muchas consideraciones prácticas. “Fueron a las nuevas casas y quedaron tan lejos de sus trabajos, del hospital, de sus escuelas que les costó más pagar tres pasajes que venir otra vez a la ciudad. Golpean económicamente a la gente”.
La expulsión de los bañadenses sin la provisión de viviendas aptas—viviendas que respeten su derecho a vivir en la ciudad, que no alteren sus vínculos sociales y que les permitan mantener su cultura (la cual mantiene muchos elementos de la vida rural)—no es una opción que se debería considerar según Pérez.
La gran mayoría de las organizaciones bañadenses reclaman que una defensa contra las inundaciones se agregue al proyecto de la Avenida Costera para no correr el riesgo de un desalojo forzoso de sus barrios.
El agua volverá
Los pobladores de los Bañados asuncenos enfrentan un futuro de más inundaciones y tienen una necesidad urgente de soluciones tanto a corto como largo plazo. De momento, el Gobierno paraguayo no responde.
Los miles de familias que actualmente viven en condiciones de extrema pobreza en los acampamentos de Asunción necesitan una asistencia integral para garantizar sus derechos humanos.
Asimismo, para evitar que la misma situación se repita el próximo año (o cuando vuelvan las inundaciones—sí volverán) los bañadenses requieren de una respuesta satisfactoria y permanente que tome en cuenta su derecho a vivir, trabajar y formar parte de la sociedad en la capital paraguaya.
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