
Habana 2016. Flickr / Ken Walton. Algunos derechos reservados.
Hablando con Olga, una ex profesora universitaria, ella nos recordó su fiel devoción a Fidel Castro. Ella creció en Santiago, hace más de cincuenta años. "Antes del triunfo de la Revolución fui a una escuela privada bautista. Después fui a una escuela estatal, y me desencanté con la religión. Esto no sólo me sucedió a mí, sino que le sucedió a toda mi generación. El cambio fue profundo. Fidel reemplazó al Dios en el que creíamos. Era un líder muy trascendental para todos, pero en particular para nosotros, los de la generación entonces más joven. Abrazamos la lucha para hacer la revolución. Después de la cosecha de azúcar de 1970, que fracasó, la vida fue muy difícil. Sufrimos mucho, pero todavía teníamos esa fe, esa determinación: teníamos que luchar por la revolución. Pensábamos en Fidel como nuestro Dios Salvador, y todos cerramos filas, y luchamos, y tratamos de no ver sus errores, sus defectos. No he vuelto a la iglesia desde hace muchos, muchos años”.
Entrevisté a Olga (no es su verdadero nombre) por primera vez hace doce años cuando, con un equipo de investigadores cubanos y británicos, comencé a registrar las historias de vida de hombres y mujeres cubanos que vivían en la isla. Olga y yo nos vimos hace varios meses, en Miami, donde ahora vive. Nuestro equipo ha recogido las historias de vida de 125 cubanos de diferentes generaciones, posiciones sociales y puntos de vista políticos, de diversas identidades raciales, de género, sexuales y religiosas. Muchos hablaron con nosotros varias veces, contando cómo sus vidas y actitudes han ido cambiando a lo largo de los años.
En nuestras conversaciones, los cubanos de más de cincuenta años hablaban de Fidel frecuentemente. Por lo general, lo retrataban favorablemente, aunque no siempre. Temiendo que sus críticas pudieran ser escuchadas por alguien, en lugar de pronunciar el nombre de Fidel, se golpeaban el hombro, [como indicando los galones de su uniforme], se acariciaban la barbilla, o se referían simplemente a Él.
Como Olga, muchos otros cubanos mayores describieron a Fidel como una figura sagrada, que los protegía. Salomón, un funcionario del Partido Comunista que se enorgullecía de su sinceridad, dijo: "Desafortunadamente, Fidel no puede vivir para siempre. Fidel ha sido el faro, la luz rectora de este proceso. Tiene una visión extraordinaria. Puede predecir el futuro. Cuando ningún analista político, absolutamente nadie, imaginaba que un suceso pudiera suceder, el lo predijo. Nos advirtió. Su clase de genio – porque él es un genio — no es frecuente que en este mundo. Fidel hizo muchos sacrificios. Él sacrificó su vida para darnos vida.”
Los cubanos mayores disfrutaban contando cuentos divertidos sobre las obsesiones de Fidel, sus debilidades. Representaban al gran Comandante-en-Jefe como a una persona con defectos humanos, como a un pariente al que amaban y complacían.
Con frecuencia, los cubanos de las generaciones mayores agradecían a Fidel por todo lo que tenían, incluso le daban gracias por lo que les faltaba. Un 'Gracias a Fidel' surgía con naturalidad, especialmente cuando se encontraban cara a cara con un desconocido que iba con una grabadora de voz. Yeyé, una anciana afrocubana, nos dijo: 'Mi vida había sido dura. Yo sufrí. Entonces vino Fidel Castro Ruz, que lo puso todo en orden, para todos. Después del triunfo de la Revolución mi vida cambió. Me convertí en una persona. Pero tengo que decirte que, como trabajadora no tuve la oportunidad de estudiar. Soy analfabeta. No del todo, del todo, porque puedo firmar con mi nombre. Pero aparte de eso, doy enormes gracias a Fidel Castro. Siendo pobre, lo tengo todo.» Pero Yeyé no lo tenía todo. Más tarde, nos dijo que no tenía comida suficiente para poner en la mesa.
Los cubanos más jóvenes, mujeres y hombres que llegaron a la mayoría de edad en la era post-soviética, criticaron muchas veces a Fidel. Sus vidas han estado marcadas más por las dificultades que por el bienestar. A pesar de la última gran campaña de Fidel Castro, La Batalla de Ideas, que intentó convencer a los jóvenes cubanos para que defendieran los ideales del socialismo, muchos consideraron que el socialismo era ya un sueño utópico, que pertenecía a otra época.
Carlos, un guarda de una pequeña población rural, dijo: "Te hicieron creer que lo amabas (Carlos se acarició la barbilla) y aplaudiste. Te hicieron creer, y saltaste de alegría. Te hicieron creer que eras feliz. Repetían tantas cosas que llegaron a creer. Ahora creo en mí mismo, y nada más”.
Mario, un técnico joven de un ministerio del gobierno, se encarga de la contratación de jóvenes en el Partido Comunista. Mario confesó que "el número de jóvenes que quieren unirse a esta fiesta se está encogiendo. Es un problema social. Ellos no se identifican con la generación histórica, con Fidel y con Raúl. Son indiferentes. Les falta el compromiso político porque, a fin de cuentas, la afiliación al partido no te da una casa, o un coche, o dinero: todo lo contrario."
Varios meses antes de que la enfermedad le obligase a ceder el poder a Raúl (provisionalmente), Fidel anunció con gran fanfarria que el período de dificultades se había acabado. Aparecieron carteles con un Fidel sonriente junto al lema 'Vamos bien'. Esteban, que había intentado huir de Cuba dos veces en una balsa, señaló el cartel y dijo: "No lo creo. La situación empeora, ha estado empeorando en los últimos años. Es crudo, súper crudo. Hay menos comida. Menos de todo. Él (se toca el hombro) dice 'Vamos bien', pero es mentira. Tenemos mucho menos de lo que teníamos antes."
La brecha generacional entre los viejos y los jóvenes cubanos es mayor que nunca. Alina Rodríguez, un cineasta que ahora vive en México me dijo, “Probablemente, Cuba es el último país en el mundo donde intentar crear un sistema como el nuestro, porque todos hemos aprendido que no funciona… El tipo de sociedad que teníamos en Cuba no volverá a darse, porque surgió en un momento histórico excepcional y único, y se las arregló para sobrevivir, aunque nadie sepa realmente cómo. La experiencia cubana ha sido muy rica y complicada, rica precisamente por su complicación. Los artistas sienten que han vivido una historia que nunca se repetirá. Yo me crié en el seno de la Revolución Cubana. Pero, ahora, sufro por dentro, porque mucho de lo que he visto, de lo he vivido, me da pena."
A Luis, un estudiante de medicina, nacido en 1989, el año en que cayó el Muro de Berlín, no perdió mucho tiempo hablando de Fidel. Dijo que Fidel era irrelevante. "En la escuela, hablaron del antes y del después de la Revolución. Nos dijeron que antes de la Revolución la situación era mala, y que después fue buena. Pero estoy viviendo ahora. No me importa lo que fuera, antes o después. Quiero vivir tiempos mejores. Este es mi momento histórico, y quiero que mi vida sea mejor, ahora".
Fidel Castro retrató la Revolución Cubana como una doble lucha: una para poner fin a la dominación norteamericana, y la otra para construir el socialismo. Patria libre o morir, era su grito de guerra. El lema de Fidel sigue resonando en muchos cubanos de edad avanzada. Sospechan que la mano tendida de Obama encubre una nueva estrategia para socavar lo que queda de la Revolución Cubana. Muchos de los jóvenes cubanos giraron la espaldfa a la llamada histórica de Castro. Están dispuestos a sacrificar la soberanía nacional y el igualitarismo por mejoras económicas. Esperan, o habían esperado antes de Trump, que las aperturas de Obama supondrían cierto alivio económico.
La investigación ha sido financiada principalmente por la Fundación Ford y la Agencia Sueca para el Desarrollo Internacional (Asdi), con la financiación adicional de la Academia Británica, el Arts and Humanities Research Council (AHRC), el Leverhulme Trust y el Centro David Rockefeller para Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Harvard.
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