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Elecciones en Argentina

Por la primera vez en más de una década, Argentina se enfrenta a un futuro político sin un Kirchner en la Casa Rosada. Eso solo ya es noticia. Publicado previamente en openDemocracy .English

Fabián Rodríguez
24 marzo 2015
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Argentina, la segunda economía de Sudamérica, es un país de más de 40 millones de habitantes que durante años fue utilizado como laboratorio para la implementación de las políticas neoliberales más explícitas, hasta la ruptura que llegó con un estallido social a comienzos siglo. Ahora, tras 12 años ininterrumpidos de gobiernos progresistas, se enfrenta al desafío de afianzar ese camino o retornar al ajuste que reclaman los poderosos.

Los argentinos tenemos fama de hablar de todo, hasta de lo que no sabemos. Algo de eso hay. Un poco por ser una sociedad conformada por una inmigración cargada de subjetividades extrovertidas (Argentina es el país que recibió la mayor inmigración italiana y española durante el siglo XX), pero también porque durante muchos años en este país no se podía "hablar de cualquier cosa".

Por supuesto que la Política no es la excepción: con especial énfasis durante la última década, es habitual encontrar en Argentina debates acerca de la actualidad del país en cualquier ámbito de socialización, desde la calle hasta los medios de comunicación, pasando por las redes sociales y las instituciones.

En octubre, Argentina debe elegir al presidente que gobernará hasta finales de 2019 y de momento, lo único seguro es que por primera vez en 12 años el presidente electo no se llamará Kirchner. Y que habrá mucho debate.

Los Kirchner

Néstor Kirchner asumió la presidencia en 2003 en medio de la peor crisis económica que haya sufrido el país, originada en las políticas neoliberales aplicadas entre 1989 y 2001 por gobiernos que llevaron a la práctica cada una de las imposiciones del denominado 'Consenso de Washington'.

El país que recibió Kirchner tenía 25% de desocupados, la mitad de la población bajo la línea de la pobreza y un clima de violencia social que no dejaba margen para ningún ajuste más.

La recuperación económica que impulsó su gobierno se basó en dos pilares: desendeudamiento externo y fortalecimiento del mercado interno. Ambas políticas fueron acompañadas además por medidas de ampliación de derechos civiles y sociales que se profundizaron a partir de 2007, cuando asumió la presidencia su esposa, Cristina Fernández, ganadora en las urnas dos veces (2007 y 2011) con más del 50% de los votos.

Durante la gestión de Kirchner comenzó además un incipiente proceso de renacionalizaron de algunas de las empresas estatales que habían sido privatizadas durante la presidencia de Carlos Menem (1989-99), como Aguas Argentinas (agua potable) y Correo Argentino, extendiéndose durante los mandatos de Fernández con Aerolíneas Argentinas, YPF (petróleo), Ferrocarriles y el sistema previsional, que entre 1993 y 2008 fue controlado por empresas privadas dedicadas a administrar los fondos generados con los aportes jubilatorios realizados por los trabajadores.

Claro que nada de esto fue gratuito en términos de consenso político: cada medida tomada por los Kirchner que perjudicaba a los sectores beneficiados con el neoliberalismo enseguida era catalogadas de "radical", y su gobierno comenzó a ganarse los mismos enemigos que aquellos de orientación progresista que, de manera contemporánea, dieron cierto aire de hegemonía izquierdista a la región con Hugo Chávez en Venezuela; Rafael Correa en Ecuador; Lula Da Silva y Dilma Rouseff en Brasil; Evo Morales en Bolivia, y José Mujica en Uruguay, entre otros.

Como si esto no bastara, la decisión de grabar la renta extraordinaria de los sectores agroexportadores, principal exponente de las clases dominantes argentinas que además son propietarias de las empresas más importantes y de los principales medios de comunicación, terminó de marcar una divisoria de aguas entre quienes apoyaban a los Kirchner (la clase trabajadora, algún sector de clase media y las masas populares que siempre apoyaron al peronismo), y aquellos que comenzaron a hacer todo lo posible para sacarlos del poder, aún sin la capacidad de generar una alternativa política.

La sucesión

Como en la Argentina la Constitución solo permite dos mandatos presidenciales consecutivos, Cristina Fernández, cuya gestión de gobierno goza de una aprobación que se encuentra en torno al 50% según coinciden todos los analistas de opinión pública, no puede presentarse a elecciones.

Esto, sumado a que ningún dirigente político cuestiona su rol como líder del movimiento peronista, pone a Fernández en una situación de "gran electora": quien sea señalado por ella como postulante del oficialismo, probablemente se asegure el importante caudal de votos que aún ostenta el kirchnerismo.

No obstante, hasta el día de hoy, el partido de gobierno no tiene un candidato definido y por ese lugar pugnan dos gobernadores, Daniel Scioli y Sergio Urribarri; tres ministros, Florencio Randazzo, Aníbal Fernández y Agustín Rossi, y el presidente de la Cámara de diputados, Julián Domínguez.

La oposición

La Unión Cívica Radical (UCR), un partido político de centro que es el más antiguo de la República Argentina y que históricamente ha sido opositor al peronismo, sufrió en estos años una crisis similar a la que atravesaron la mayoría de los partidos burgueses en la región, tras la emergencia de los gobiernos populistas que sacudieron al sistema de representación en Sudamérica desde 1999 a la fecha.

Por estos días, la UCR decidió presentarse a elecciones en un frente electoral junto a uno de los dos candidatos de la derecha: el alcalde de la Ciudad de Buenos Aires, Mauricio Macri, un empresario que es el candidato favorito de los grupos patronales y los grandes medios de comunicación de la Argentina.

El partido de Macri, Propuesta Republicana, tiene entre sus dirigentes más importantes a empresarios convertidos en políticos, tecnócratas neoliberales y referentes de ONGs. Al carecer de una estructura nacional, el apoyo de la UCR es muy importante, dado que si la acción del poder financiero y los medios masivos de comunicación no alcanzan para derribar a un gobierno -como intentaron hacer con el de Cristina Fernández y no pudieron- tampoco garantizan por sí mismos el triunfo en una elección presidencial.

El otro candidato fuerte de la oposición es el diputado Sergio Massa, referente de una minoría de dirigentes conservadores del Partido Justicialista que a lo largo de todos estos años se han sentido muy incómodos con la presencia de los Kirchner como líderes del peronismo.

Massa, que fue funcionario de los gobiernos kirchneristas hasta 2009 y actualmente es legislador del derechista Frente Renovador, se mantiene con una importante intención de voto en algunas provincias mientras enfrenta denuncias de otros dirigentes opositores debido a las sospechas que se ciernen sobre sus fuentes de financiamiento, supuestamente vinculadas al narcotráfico.

A siete meses de los comicios presidenciales, el escenario electoral de la Argentina se encuentra abierto, sin definiciones, algo que no sucedía en el país desde hace al menos una década. Y eso solo ya es noticia.

 

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