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En Brasil, la polarización se alimenta a sí misma

Marina Silva y José Gustavo, portavoces nacionales del partido Red Sustentabilidad, hablan de la dificultad que atraviesa la democracia en Brasil, pero sostienen que las instituciones aún  funcionan. English Português

Marina Silva José Gustavo Francesc Badia i Dalmases
14 octubre 2016
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Marina Silva y Zé Gustavo. Foto: Rede Sustentabilidad. Todos los derechos reservados.

Francesc Badia: Estamos en São Paulo con Marina Silva y José Gustavo, portavoces nacionales de la Red Sustentabilidad. Brasil vive un momento político complejo que, pese a su aparente legalidad, presenta un déficit de legitimidad. Esto produce una alta tensión política adicional aunque es probable que acabe por consolidar una serie de retrocesos que ya vienen del gobierno anterior, pero que con este cambio político parecen acelerarse. ¿Qué les parece esta situación?

Marina Silva: Vivimos un momento muy difícil en Brasil. La crisis económica actual tiene como base, en mi opinión, una crisis política. Brasil escogió los políticos equivocados y no tomó las medidas económicas necesarias para enfrentarse a la crisis de 2008. Para mantener la popularidad y ganar las elecciones en 2014, Dilma cometió los mismos errores. Hasta hace poco tiempo Brasil estaba cerca del pleno empleo. Hoy tenemos 12 millones de desempleados. Brasil mantenía los intereses bajos, pero ahora los intereses se sitúan en dígitos dobles. Nosotros, que hemos logrado a duras penas alcanzar un cierto equilibrio fiscal, estamos con un déficit que compromete cualquier capacidad de inversión, inclusive en sectores esenciales, que hoy también están en crisis.

Todo esto sucedió debido a las decisiones políticas equivocadas de un gobierno que, en mi opinión, no es más que la otra cara de la moneda del actual gobierno de Michel Temer. El PT (Partido de los Trabajadores) y el PMDB (Partido del Movimiento Democrática Brasileño) ganaron las elecciones juntos; y gobernaron juntos. Temer no hizo ni una sola crítica a los problemas del Gobierno de Dilma. Es como si, simplemente, se hubiera girado la moneda. Prueba de ello fue el intento por parte de Dilma de nombrar el expresidente Lula como jefe de su gabinete, para obtener un liderazgo político fuerte que le permitiera resolver la crisis política. El mismo Lula dijo que su Ministro de Finanzas, con la autonomía para escoger su equipo, sería Henrique Meireles. El mismo que eligió Temer para ocupar el cargo. Los retrocesos que presenciamos se hubieran producido igualmente si Dilma en vez de Temer quien estuviera en el poder.

En mi opinión, vivimos un momento dramático. El impeachment no es un golpe, puesto que es un mecanismo previsto en la Constitución, que cumple con la legalidad. Pero no limpia la cara de Brasil. La continuidad de este gobierno, ahora liderado por Temer, no tiene ni credibilidad ni popularidad para llevar a cabo una transición en estos dos años y resolver los graves problemas de Brasil. El dúo Dilma/Temer ganó las elecciones sin presentar un programa de gobierno y mintiendo a la sociedad brasileña, imponiendo cosas que no fueron legitimadas en el debate político – por el contrario, que fueron negadas durante la campaña electoral. No tiene tampoco credibilidad alguna en lo relativo a la corrupción, algo que tiene en común con el PT. ¿Cómo puede este gobierno llevar a cabo reformas? Es probable que, con Temer en el gobierno y el PT en la oposición, la crisis aumente de magnitud en el futuro.

José Gustavo: Mi impresión es que la idea de que hay una nueva tensión en Brasil hoy es parte de una narrativa que intenta convencer los ciudadanos que los problemas comenzaron ahora, cuando en realidad esta es una situación crítica que ya viene de lejos. Se investigó la posibilidad de que Dilma, en las elecciones de 2014, haya financiado su campaña desviando fondos de empresas públicas, algo que en Brasil es delito. Y, si hubo delito, el mandato de Dilma/Temer no es legítimo. La narrativa implementada ahora pretende olvidar los errores del pasado, olvidando la lógica de lo que sucedió en los últimos años. La sensación, para mí, es que esta tensión está conectada al hecho de que la política está cada vez más apartada de la sociedad civil, independientemente de quién estuviera en el poder en los últimos años. Perdemos la proximidad que teníamos entre las instituciones políticas y la sociedad. Prueba de esto fue lo que sucedió recientemente en Brasil: un intento de amnistía a los políticos que llevaron a cabo Caixa dois (Mensalao), algo totalmente contrario a lo que exige la sociedad: la lucha contra la corrupción, contra la captación ilegal de recursos y la impunidad de los políticos. Solo unas nuevas elecciones podrían acercar la sociedad a las instituciones políticas.

Marina Silva: Además, hay estudios que afirman que el 32% de los brasileños cree que el problema más grave de Brasil es la corrupción;  el 16% cree que el problema principal es la salud y el desempleo. Asimismo, se producen constantemente maniobras para intentar inhibir la operación Lava Jato e intentar amnistiar a los que cometieron delitos electorales. Por ello, en mi opinión, la solución ideal hubiera consistido en cesar a Temer y a Dilma y convocar nuevas elecciones, donde tendríamos una representación de los partidos y de los liderazgos, que estarían obligados a decir qué piensan hacer con la crisis. Si la sociedad quiere tomar el camino del populismo, ya sea de izquierdas o de derechas, es su decisión. Si la sociedad quiere una nueva síntesis, es algo que sola a ella le compete. Pero esto solo sería posible con una nueva elección, a partir de una decisión del Tribunal Superior Electoral y no, en mi opinión, a través de una propuesta de enmienda a la Constitución para realizar elecciones, cuyo objetivo es amnistiar a implicados en la corrupción, lo que no sería más que oportunismo político.

FB: Una cuestión trasversal, que afecta especialmente a Brasil en este periodo en particular, es La acentuación de la polarización entre dos extremos, una dinámica que no permite emerger a terceras vías. ¿Qué opina de la dificultad de romper la dialéctica bipolar que impera hoy en Brasil? ¿Es esta polarización tan eficazmente simplificadora la que no permite la entrada de un discurso más matizado y elaborado, dirigido a los problemas reales y no al teatro político?

MS: La polarización se alimenta a sí misma. Los dos grandes partidos que protagonizaron esta polarización hasta hace poco tiempo eran el PT y el PSDB (Partido de la Social Democracia Brasileña). En este momento, estamos ante el inicio de un giro en la dirección del PMDB, perdiendo el PSDB, momentáneamente, su posición como uno de los polos principales. Esta polarización intenta evitar la emergencia de cualquier fuerza que pueda constituir una polarización alternativa, y cualquier cosa, para existir, tendrá que transformarse en un satélite de uno de los polos actuales. Entonces, el PT tiene sus satélites, mientras que el PSDB tiene los suyos, situándose él mismo ahora como satélite del PMDB. Nuestro trabajo va dirigido a romper esta polarización y a buscar uno nuevo contenido político. No una nueva forma o discurso, pero sí una nueva praxis política que permita romper los viejos paradigmas de izquierda y de derecha que, a día de hoy, por lo menos en la realidad actual de Brasil, ya no dicen gran cosa.

El PT se decía de izquierda, pero se alió al PMDB. Eligieron juntamente a Eduardo Cunha y a diversas figuras próximas a la derecha, llegando inclusive a establecer alianzas con muchos de ellos, inclusive con Paulo Maluf, presidente del derechista Partido Progresista. Esta historia de derecha e izquierda en Brasil perdió totalmente su contenido factual. Lo que hay es, solamente, una versión, creada por los dos polos, de estos dos partidos de la socialdemocracia. El PT es un partido socialdemócrata de carácter popular, con la participación de intelectuales y algunos empresarios. El PSDB es un partido socialdemócrata formado mayoritariamente por el sector empresarial, por algunos intelectuales y con poco apoyo social. Pero ambos son partidos socialdemócratas.

Estos partidos nunca crearon un punto de contacto entre ellos, y construyeron alianzas para gobernar solos, para reinar solos. Inclusive rindieron causas que son muy queridas para la sociedad, como la cuestión indígena. El gobierno de Dilma fue el gobierno que menos delimitó las tierras indígenas, fue el gobierno que cambió el código forestal y regularizó 40 mil millones de hectáreas de tierras degradadas, además de haber realizado las inversiones más nefastas a nivel ambiental, como la hidroeléctrica de Belo Monte, sin respetar las obligaciones sociales y ambientales. Esta polarización entre PT y PSDB tiene mucha fuerza en Brasil y no es fácil romperla, incluso porque estos polos tienen una fuerza gravitacional tan grande que tienen el poder de determinar la realidad. No se trabaja, debido a ello, a partir de la realidad, pero sí a partir de las versiones de ésta que reproducen estos dos partidos.

La campaña de 2014 fue un retrato de esto. Una campaña altamente violenta desde el punto de vista de la agresividad, en la cual nosotros sufrimos todo tipo de calumnias, agresiones y en la que formulamos 61 peticiones de respuesta al Tribunal Superior Electoral, y no hemos obtenido respuesta alguna, lo que supone una violación clara de la legislación electoral brasileña. 

JG: La sensación de polarización da una determinada imagen de las cosas. Pero está muy lejos de la realidad. Pretende expulsar, o crear imágenes de los demás, permitiendo únicamente la existencia de su partido y del polo opuesto. Estos partidos escogen qué polarizar, siendo esta una lógica superficial y despolitizadora. Esta situación tiene una agravante, ya que varias generaciones, incluyendo la mía, no tuvieron formación política alguna en las escuelas, con la excepción de algún que otro profesor que, por voluntad propia, trabajaba con los estudiantes algún tipo de formación política. Muchas personas no entienden la lógica y la función básica de la separación de poderes, por ejemplo, lo que implica la existencia de una sociedad que no sabe bien cómo funcionan las instituciones y cómo funciona la democracia, y donde la poca información o la desinformación acabaron por ser un instrumento muy potente para la estructuración de la polarización. En Brasil, las personas disponen de pocas herramientas para el diálogo y para la participación política. Estas herramientas son (digo muchas veces, bromeando), el futbol, con el fanatismo de los hinchas, y los programas de televisión de temas policiales, que son sensacionalistas y violentos. Esto favorece la polarización y daña la elaboración de una visión más compleja de hacer política, que puede traer otro tipo de preguntas, de debate y de reflexión. Pero esto, lejos de desmotivarnos, estimula nuestro papel pedagógico en la política.

FB: ¿Cree que las nuevas formas de hacer campaña pueden condicionar la capacidad de regeneración político?

JG: Debemos tener en cuenta que, desde la democratización en 88/89, este es el segundo impeachment al que nos enfrentamos. El otro ocurrió en 1992, contra Fernando Collor. Obviamente, un impeachment es un momento traumático para cualquier régimen democrático, un momento de ruptura. Pero, respetando toda la legalidad del impeachment, el procedimiento mismo abre de cierto modo las puertas a una reflexión social que se puede materializar en el futuro. El anterior impeachment movilizó enormemente a la juventud, pero no sabemos qué efectos tendrá en el sociedad y en política brasileña el procedimiento actual.

El impeachment de Dilma no dio tiempo a que los jóvenes se movilizaran para poder disputar las elecciones municipales: comenzó en febrero y acabó ahora. Lo que creo es que, por un lado, hay una polarización, y por el otro, hay un intento de usar negativamente el marketing político para vender un producto y fortalecer determinados candidatos, tal como se describe en la película “Arquitectos del Poder”, que cuenta la historia del marketing político desde el impeachment de Collor. El marketing político convirtió el debate en aún más superficial. Con cada vez más imágenes, impuso una lógica estética sobre el contenido. Creo que estamos viviendo un reflejo de ese movimiento, que será difícil sortear sin invertir mucho en educación, y específicamente, en educación política.

FB: Una última pregunta. Después de una década de gobiernos progresistas o de izquierda en América Latina, –  que intentaron traer algunos cambios profundos al discurso clásico de la política en la región, que venía de décadas de dictaduras – ahora se produce un cambio de ciclo regional hacia la derecha, lo que supone un test de stress para la democracia en general. ¿Creen que, en el caso de Brasil, este cambio puede consolidar un sistema de alternancia política? O, por el contrario, ¿creen qué puede disminuir la calidad democrática del país y, por lo tanto, suponer un retroceso a una época donde la fuerza tenía más importancia que las urnas?

MS: Las instituciones que garantizan la democracia en Brasil están funcionando normalmente. Incluso habiendo sufrido dos impeachments en un espacio tan corto de tiempo, las instituciones democráticas fueron capaces de asegurar el Estado de Derecho en ambos momentos. Ahora vivimos una situación en la que se alternan los protagonistas, pero donde el arreglo político de hecho se mantiene. Por mucho que se queje el PT, fue el PT quién colocó Temer en la línea de sucesión de Dilma. Quien lo eligió para ser vicepresidente fue Dilma, Lula y, en última instancia, el PT.

Existe, en mi opinión, un problema anterior, que me preocupa más. El hecho de que las elecciones de 2014 hayan sido ganadas en base al abuso del poder económico, – de acuerdo con las informaciones de las investigaciones que han sido realizadas – tal como el uso de recursos públicos desviados a través de esquemas de corrupción. Esto sí que altera la democracia, y las reglas de juego democrático. Cuando un grupo político se alía con un grupo económico para influenciar de forma ilegítima e ilegal la decisión soberana de los ciudadanos, cuando pretende de forma artificial y económica manipular la voluntad soberana de los ciudadanos, esto es una forma antidemocrática de acceso al poder. Y esto fue sin ninguna duda lo que sucedió en las elecciones de 2014.

Otro aspecto igualmente importante es la ausencia de reglas. Las elecciones perdieron cualquier sentido ético. A los políticos no les importa si dicen la verdad o si calumnian a una persona para ganar votos. No todo se puede decir o todo vale para ganar unas elecciones. Por lo menos, esa es mi percepción de la democracia.

La democracia presupone la alternancia de poder. En una democracia no puedo tener un proyecto tan maravilloso de país que sólo funciona conmigo y con mi grupo político al mando. Si tengo un proyecto de poder que solamente funciona de esta forma, entonces deja de ser una democracia. La democracia tiene que sostener y asegurar la alternancia de poder. Asegurar las conquistas implica la institucionalización de las mismas.

En América Latina, sobre todo, pero también en algunos países de África y de Asia, las conquistas son partidarizadas, son atribuidas a personas o partidos que están en el poder. En una verdadera democracia, las conquistas son de la sociedad, independientemente del partido o del grupo que esté en el poder. Estas conquistas deben ser mantenidas porque son ganancias de la sociedad brasileña. El plan real fue una victoria de la sociedad brasileña, tal como lo fue la bolsa familia y la inclusión social. La sociedad brasileña no tiene por qué ser rehén del PSDB para tener estabilidad económica, de la misma forma que no necesita ser rehén ad infinitum del PT para mantener sus políticas sociales. 

Una democracia presupone el afianzamiento y consolidación de las conquistas, incluso en una dinámica de alternancia de poder. 

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