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En Israel, las experiencias de combate intenso disminuyen el apoyo para las negociaciones y las organizaciones de derechos humanos

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Los años formativos que muchos israelíes pasan en el servicio en combate pueden tener un impacto negativo en sus actitudes hacia la resolución de conflictos y los derechos humanos. Una contribución al debate de openGlobalRights, La opinión pública y los derechos humanos.  EnglishFrançaisالعربية ,עברית

Devorah Manekin Dan Miodownik Guy Grossman
13 julio 2015

Durante los últimos años ha surgido una ola de investigaciones que exploran las actitudes de las personas hacia los temas de derechos humanos, desde opiniones sobre violaciones de derechos específicos hasta actitudes hacia las organizaciones de derechos humanos.

Sin embargo, hay una perspectiva que brilla por su ausencia: la de los integrantes de las fuerzas armadas estatales. Los conflictos contemporáneos típicamente se libran en medio de la población civil, en densos barrios urbanos o zonas rurales remotas. Por lo tanto, los soldados que participan en los conflictos tienen un mayor riesgo de atestiguar o verse implicados en violaciones de derechos humanos. ¿Cómo afectan las experiencias en el combate las actitudes de los soldados hacia la población civil, las agrupaciones de derechos humanos y la resolución de conflictos?

Estas preguntas son importantes, ya que los ex soldados a menudo constituyen un grupo influyente, ya sea debido simplemente a su cantidad de integrantes o a su mayor credibilidad política en asuntos relacionados con la seguridad.

Los encargados de formular políticas tienden a ver a los ex combatientes como una fuerza potencialmente desestabilizadora, con acceso a habilidades, armas y redes que los hacen más propensos a participar en actos de violencia. Esta percepción ha llevado a la proliferación de programas de desarme, desmovilización y reintegración (DDR), que la ONU considera como una medida esencial para la estabilización inicial de las sociedades desgarradas por la guerra. Sin embargo, sigue siendo difícil encontrar evidencias para fundamentar esta opinión. Evaluar los efectos del combate en las actitudes presenta un espinoso problema metodológico, ya que las actitudes de los hombres que se vuelven combatientes pueden ser sistemáticamente diferentes de las de los que no lo hacen. Si hay tales diferencias preexistentes, se vuelve complicado aislar los efectos del combate sobre las actitudes políticas.

En un estudio publicado en International Organization, investigamos los efectos del combate en las actitudes hacia el conflicto, la resolución de conflictos y las organizaciones de derechos humanos entre veteranos del ejército israelí. Las actitudes de los ex combatientes son importantes para la política israelí, ya que las leyes de servicio militar obligatorio significan que los ex combatientes conforman un sector considerable del público.

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Flickr/Israel Defense Forces (Some rights reserved)

Israeli soldiers drill for urban combat


Aplicamos una encuesta inicial en línea a 2,334 veteranos israelíes que prestaron servicio entre 1999 y 2012, algunos de ellos de unidades de combate y otros no. Superamos los problemas metodológicos relacionados con la comparación de las actitudes de combatientes y no combatientes al utilizar técnicas estadísticas que emplean una variable adicional, en este caso, la elegibilidad médica de los individuos para participar en el servicio en combate. La elegibilidad médica predice si se prestará servicio en combate, pero no predice las actitudes políticas, lo que nos permitió aislar los efectos del combate de los de otros factores que determinan la decisión de un soldado de incorporarse a las unidades de combate en primer lugar.

Les preguntamos a los encuestados sobre sus actitudes en una variedad de temas relacionados con el conflicto palestino-israelí. Por ejemplo, les preguntamos si, en el contexto de un acuerdo negociado de paz, considerarían el retiro territorial, la división de Jerusalén o la indemnización de los refugiados palestinos. También les preguntamos a los encuestados si creían que los palestinos eran aliados para la paz, cuál era su solución preferida para el conflicto israelí-palestino y si apoyaban los asentamientos israelíes en Cisjordania. Finalmente, les preguntamos si las agrupaciones israelíes de vigilancia de derechos humanos, como B’tselem y la Asociación pro Derechos Civiles de Israel (Association for Civil Rights in Israel, ACRI), que informan de manera regular sobre las violaciones de los derechos palestinos en los Territorios Ocupados, debían tener restricciones legales (como se propuso recientemente en el parlamento israelí) o si se les debía permitir operar libremente.

Nuestro marco de tiempo incluyó dos tipos de exposición al combate muy distintos: la Segunda Intifada y los años posteriores al retiro de las fuerzas militares israelíes de la Franja de Gaza en el verano de 2005. Durante la Segunda Intifada, las tropas israelíes pasaron prácticamente todo su periodo de despliegue en Cisjordania y Gaza, y estuvieron expuestas a altos niveles de violencia como autores, víctimas y testigos. Los combatientes de los años posteriores, en contraste, tuvieron un enfrentamiento militar menos directo y prolongado con los palestinos. De acuerdo con los datos de la agrupación israelí de derechos humanos B’tselem, las muertes de israelíes entre 2006 y 2012 disminuyeron en un 90 % en relación con el periodo anterior. Aunque el número de muertos palestinos siguió siendo alto, muchos de ellos murieron a causa de ataques israelíes aéreos o de artillería, en vez de a manos de tropas terrestres que operaban con mayor cercanía. El marco de tiempo de 1999 a 2012, por lo tanto, nos permitió evaluar si la intensidad del combate da forma a las actitudes de los combatientes.

 Encontramos que los ex combatientes que prestaron servicio en la Segunda Intifada apoyan la resolución pacífica de conflictos considerable y significativamente menos, en promedio,  que los no combatientes del mismo periodo. También tienen significativamente menos probabilidades de apoyar el retiro territorial como parte de un acuerdo de paz, de creer que los palestinos son aliados para la paz y de apoyar las soluciones conciliatorias al conflicto. Además, tienen significativamente más probabilidades de apoyar los asentamientos judíos en Cisjordania, y se identifican como más de línea dura en una escala de derecha a izquierda. Finalmente, parecen apoyar más la restricción de las actividades de las ONG, aunque ese efecto no llega a alcanzar la significancia estadística.

La participación en actividades militares intensas, cara a cara, contra los palestinos fue lo que llevó a un aumento en el escepticismo con respecto a los temas relacionados con los derechos humanos. En cambio, los ex combatientes que prestaron servicio después de 2005, en general, no presentan diferencias de actitud en comparación con los no combatientes. En otras palabras, la participación en actividades militares intensas, cara a cara, contra los palestinos fue lo que llevó a un aumento en el escepticismo con respecto a los temas relacionados con los derechos humanos.

También encontramos que los ex combatientes de la Segunda Intifada tenían considerable y significativamente mayores probabilidades de votar por partidos políticos de línea más dura. Este efecto es bastante grande y se manifiesta como un cambio de prácticamente un partido completo a la derecha en una escala política de partidos de izquierda a derecha. También es un efecto notablemente durable, que persiste durante casi una década después de terminado el servicio. Calculamos que ocho generaciones de combatientes que realizaron su servicio durante toda o parte de la Segunda Intifada han resultado en cinco o seis escaños, un número que puede ejercer una influencia considerable en el polarizado escenario político de Israel.

¿Por qué la exposición al combate intenso causa un endurecimiento tan considerable de las actitudes políticas? Encontramos pruebas indicativas de que los ex combatientes tienen muchos más prejuicios contra los palestinos que los veteranos que no participaron en el combate, y que también tienen más probabilidades de sentir que acabar con la ocupación militar de Cisjordania representaría una amenaza existencial a la seguridad israelí. Esto es congruente con las investigaciones de psicología social que vinculan los prejuicios y las amenazas con las actitudes excluyentes y el apoyo al comportamiento agresivo, lo que nos ofrece algunas ideas sobre por qué el combate intenso reduce, en promedio, el apoyo a las soluciones negociadas y el compromiso.

Nuestro estudio tiene implicaciones tanto para las relaciones israelí-palestinas como para la resolución de conflictos en general. En el contexto israelí, sugiere que el servicio militar obligatorio ha tenido efectos políticos de gran alcance que aún no se han documentado ni comprendido correctamente. Los individuos que se socializan en conflictos violentos durante los periodos formativos de sus vidas pueden verse profundamente afectados por esa experiencia en muchos sentidos, incluidas su conducta y sus actitudes políticas. Dado el tamaño y el impacto de la población de ex combatientes israelíes, los esfuerzos de paz deben tomar en cuenta sus experiencias.

En un nivel más general, nuestros resultados resaltan la importancia de los programas de reintegración de combatientes para reducir la hostilidad entre grupos, promover el respeto por los derechos humanos y crear las bases para una paz viable y duradera.

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