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Hacia una economía feminista emancipadora

En toda América Latina las feministas están luchando junto a los movimientos indígenas, campesinos y afro para crear una economía para la vida. English

Natalia Quiroga Díaz
2 enero 2020, 2.00pm
Manifestación de mujeres hondureñas pidiendo Justicia para Berta el 25 Noviembre 2016.
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Credit: Daysi Flores/JASS

Este artículo forma parte de la serie 'Avanzando en economías justas de género” auspiciada por ourEconomy , ActionAid , FEMNET, Womankind Worldwide y Fight Inequality Alliance.

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Normalmente, empiezo mis clases de macroeconomía citando una frase de la gran economista Joan Robinson, quien escribió que "es necesario conocer la economía muy bien para no ser engañados por los economistas".

Una de las grandes contribuciones de feminismo es ayudarnos a quitarnos el velo conceptual que tapa importantes aspectos de la economía: el trabajo reproductivo, el trabajo doméstico y el trabajo vinculado a los cuidados, aspectos sin los que el funcionamiento de la economía sería imposible.

Es por esos que afirmamos que la teoría económica no ha no sido neutral en cuanto al género. El trabajo reproductivo viene siendo realizado por mujeres sin que su contribución a la generación de riqueza sea reconocida por las diversas teorías económicas. En la teoría económica neoclásica, la contribución de las mujeres al cuidado y al trabajo doméstico resulta sistemáticamente invisible. Una de las grandes contribuciones de economistas como Silvia Federichi ha sido mostrar la manera en la que el trabajo reproductivo constituye precisamente el pilar sobre el que se acumula la riqueza en el sistema capitalista.

El andamiaje conceptual construido para el análisis de la economía nos hace considerar que la producción de bienes y la acumulación ilimitada de beneficios son los ejes de la economía . A menudo nos olvidamos de que la verdadera riqueza está en el cuidado de la vida, tanto la vida humana como la no-humana.

En este contexto existe un campo conceptual emergente, la economía emancipadora feminista, que constituye una importante respuesta a la destrucción de la vida y la disminución de los derechos, las condiciones y el bienestar de las mujeres que el modelo neoliberal está generando.

En América Latina, esta respuesta crítica se entrecruza con luchas de largo aliento en la región: las luchas del movimiento campesino, el movimiento de los pueblos indígenas y el movimiento afro, así como los grupos que luchan en defensa de las condiciones sociales de la reproducción (salud, educación pública, vivienda, etc.). Es en esta reunión de colectivos donde surge la economía feminista emancipadora.

Cuando pensamos que la economía feminista es clave, conectamos luchas sociales de larga duración con la crítica que hace el feminismo al no reconocimiento del trabajo realizado por las mujeres

La economía es un aspecto hegemónico de la vida, un campo que tiene el control del desarrollo diario, y por lo tanto es peligroso que permanezca en manos de economistas ortodoxos. Es por eso que el amplio colectivo que compone este grupo incluye miembros de las más diversas disciplinas y trayectorias de la vida. Nuestro grupo está compuesto por mujeres y hombres desde México hasta Argentina. Y todos y todas con bagaje y experiencias de luchas y trabajo muy diverso.

Cuando pensamos que la economía feminista es clave, conectamos estas luchas de larga duración con la crítica del feminismo al no reconocimiento del trabajo realizado por las mujeres, principalmente en los ámbitos doméstico y de atención, porque es el trabajo más invisible a pesar de constituir la base para la reproducción de la fuerza laboral como condición indispensable para el funcionamiento del sistema productivo. Sin embargo, es necesario conectar lo que ocurre sobre todo en el interior de los hogares con lo que sucede a nivel de la sociedad y en los territorios; esa conexión no es explícita, sino que se presenta como instancias no vinculadas.

Para dar un ejemplo importante: la militarización de la vida en las zonas urbanas y rurales implica la presencia de ejércitos, que están al servicio de las empresas, la mafia y los actores estatales, cuyas acciones están casi siempre entrelazadas. La expresión, siempre patriarcal, de este poder conduce a formas sangrientas de violencia materializados en los cuerpos de las mujeres, como nos muestra Rita Segato para el caso de la ciudad de Juárez; la violencia contra los cuerpos de las mujeres es una marca de dominio territorial. Esos son fenómenos que no se aprecian si son observados desde los enfoques tradicionales.

Esta violencia ha llevado a la dominación de los hombres, porque tienen un mandato de superioridad en su papel de "protectores" de las mujeres y como una extensión del Estado.

La militarización de la vida cotidiana sirve para garantizar el despojo de las comunidades por parte de las industrias extractivas. Los pueblos campesinos, los pueblos indígenas, los pueblos negros, son asediados por la ocupación militar que garantiza las operaciones de minería, monocultivos y megaproyectos. Mientras tanto, en las ciudades, se invita a los ciudadanos a coexistir y aprobar la presencia militar, que se ve alentada por un discurso de seguridad cuya legitimidad está absolutamente alejada de las causas de la desigualdad estructural que caracterizan a América Latina.

En nuestras ciudades, la masa de ciudadanos, los barrios populares, las favelas, están estigmatizados. Las condiciones necesarias para la especulación inmobiliaria implican la segregación de ciudadanos comunes a través de una brutal persecución basada en el color de la piel, en las formas de vestir y en las formas de autogestión de una vida que no enriquece las arcas del capital inmobiliario.

¿Por qué tanta crueldad contra mujeres como Machi Liconado, Milagros Salas, Berta Cáceres? Las formas de autoridad que ellas representan desafían los fundamentos del modelo extractivista y desarrollista

En la región latinoamericana, nuestras calles ya no son el lugar de trabajo de los vendedores ambulantes, de los ciudadanos comunes, que también enfrentan hostigamiento en sus propios vecindarios. Se trata de atacar las condiciones fundamentales para la reproducción de la vida. En nuestras ciudades existe una criminalización de la gente común que se expresa en prácticas que buscan una felicidad artificial, dirigidas a poblaciones no blancas y pobres. Se trata entonces de homogeneizar el paisaje social; se están construyendo nuevos proyectos urbanos como espacios de blanqueamiento social.

El segundo punto que nos interesa destacar se relaciona con los ataques contra mujeres líderes en América Latina. Berta Cáceres en Honduras, Machi Francisca Liconado en Chile, Milagros Salas en Argentina y Francia Márquez en Colombia se encuentran entre las muchas mujeres que han estado luchando contra el despojo de sus territorios. Han sido atacadas, arrestadas y, en el caso de Berta, asesinadas. En América Latina está teniendo lugar una caza de brujas; estos no son acciones criminales al azar sino que muestran una estrategia patriarcal de atacar a las comunidades.

Estas mujeres son indígenas, afro, campesinas. Francia Márquez tuvo que abandonar su comunidad en el Pacífico colombiano por causa de su lucha contra la minería de oro. Se han registrado varios atentados contra su vida por defender el territorio de la comunidad y por su trabajo con representantes de las comunidades indígenas para elaborar un plan de protección contra el exterminio.

¿Por qué tanta crueldad contra mujeres como Machi Liconado, Milagros Salas, Berta Cáceres? Las formas de autoridad que ellas representan desafían los fundamentos del modelo extractivista y desarrollista. Desenmascaran el mito del progreso y hacen explícito el proyecto de muerte y desarraigo que en el fondo conlleva.

El castigo y la persecución sufrida por indígenas, campesinos, afroamericanos; el mecanismo de etiquetar como terrorista al pueblo mapuche en Argentina y Chile muestra cómo esas comunidades han desarrollado un poder autónomo que amenaza la sostenibilidad del capitalismo. El combate a muerte que emprenden las empresas, la mafia y el Estado no solo apunta al despojo material, sino que también trata de despojar a estos colectivos de su comprensión del mundo. Destruye su capacidad de comprensión mientras que la sociedad de consumo y 'progreso' se mantiene.

Estos pueblos tienen formas de vivir en el mundo que hoy cuestionan a la sociedad en su conjunto, y se consideran cada vez más en una alternativa para reorganizar la vida en el contexto de la profunda crisis de civilización a la que nos enfrentamos.

Los pueblos indígenas, los agricultores, los campesinos y los sectores populares han estado inventando, durante siglos, formas de mantener la vida en sus propios territorios, contra el neoliberalismo, el racismo y la colonialidad.

Estas formas de sostener la vida nos permiten pensar desde otros lugares la defensa comunitaria, el control del territorio, la justicia y la política común también para las mujeres.

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