democraciaAbierta: Investigation

Serie "Discriminación a personas mayores LGBTIQ+ en Venezuela": 4, José

Un activista de la tercera edad que jamás ha dejado de ser feliz en medio del desafío que representa ser libre en Venezuela

Génesis Carrero Soto
31 mayo 2022, 3.49pm
Valeria Pedicini

“Toda la vida me he definido como homosexual”, dice el señor José apenas se le pregunta quién es él.

Su franqueza y honestidad son su carta de presentación natural. Pero estas cualidades no son fortuitas, su referente más importante es su abuela, una madre soltera que jamás negó su embarazo, en una época tan dura para las mujeres como 1930, cuando quienes decidían tener un hijo solas eran juzgadas y señaladas

A la determinación de su madre el señor José atribuye su urgencia por mostrar siempre la verdad. A eso y a un mantra que práctica como máxima en su vida: “no juzgar a otras” personas.

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Retrato de José Brito en Caracas, Venezuela

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Valeria Pedicini

Quizá esa sea la razón por la que camina con el paso firme, pero lento de quien parece estar seguro de sí mismo. Podría ser esa también la cualidad que lo ha llevado a estar “conforme y en paz” con todo lo que ha hecho en la vida. Tal vez ese no juzgar a los demás le viene de la aceptación propia de su homosexualidad y de esa conducta de “ser feliz desde la resistencia”.

Con 62 años de edad, el señor José es justo eso: un señor alto, de barba, lentes y ojos profundos. Es también de esos vecinos que apoyan al otro o comparten el azúcar y el café, de los que transforma su hogar para que un loro y un perrito puedan convivir en completa libertad, de los que recorta los artículos de prensa que hablan de derechos humanos y los relee para recordar los avances que se han dado en la materia.

Ser homosexual no es lo que lo distingue, pero es lo que lo hace ser quien es.

En el año 77, siete años después de que el mundo viviera la primera marcha del “Orgullo Gay”, en Nueva York, el señor José “salió del closet”. Para ello sentó a su madre, a su padre y a su abuela en la acogedora sala del apartamento en el que aún vive, en el oeste de Caracas, y les relató sobre una orientación sexual que sabía era parte de él desde los 4 años de edad: “soy homosexual y estoy bien con eso”.

Y aunque en Venezuela el movimiento LGTBIQ+ ni siquiera había iniciado, la mentalidad abierta de la familia de José fue el pase para una educación sin estigmas. Allí pudo aprender cuanto le interesó y adquirir las bases para tomar decisiones de vida con las que aún hoy sigue conforme.

Resistir y avanzar

En Venezuela, no fue sino hasta 1979 cuando se inició uno de los primeros movimientos LGBTIQ+ a través de la iniciativa del activista Edgar Carrasco y su movimiento “Entendidos”.

Se trató de un conglomerado que inició con la creación de una revista en la que exponían artículos con temática de diversidad sexual y que buscaba exponer visiones de pensadores del país en pro de los derechos de todas las personas y la igualdad y del que Brito formó parte desde su fundación.

Los pasos fueron pocos y lentos, pero José se dice afortunado de haber podido participar en algunos desde el aprendizaje y el autoconocimiento de una forma de ser y sentir diferente, pero catalogada , incluso por la Organización Mundial de la Salud, como una “enfermedad mental”.

Justo en ese tiempo transcurrió la adolescencia y el paso a la adultez del señor José, pero contrario a la mayoría de sus amistades, él tenía la tranquilidad de haber contado quién era y de poder sentirse orgulloso de eso.

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Valeria Pedicini

Vivieron su juventud con mucho miedo

José recuerda con claridad una conferencia del médico sexólogo Fernando Bianco a la que asistió a sus 17 años. Allí escuchó al especialista decir que la homosexualidad “no era un patología, sino una fisiología”, lo que resultó definitorio en su decisión de exponer ante su familia su orientación sexual. —Éramos diferentes, pero sanos, no enfermos—, fue el aprendizaje con el que se quedó y del que tomó impulso para resistir.

Yendri Velásquez, defensor de derechos humanos y activista de la población LGBTIQ+ en Venezuela, recuerda que quienes hoy conforman este grupo y son personas mayores, “vivieron su juventud con mucho miedo”, por causa de las “duras políticas de criminalización” y la persecución en contra de quienes se proclamaban homosexuales o personas trans.

“Crecieron en el closet”, es la frase con la que Velásquez resume la juventud de quienes hoy son las personas mayores de este conglomerado. Pero, el señor Brito fue una excepción a esa regla. A los 22 años formó parte de la primera publicación dedicada a la población LGBTIQ+ y apareció en el primer documental para visibilizar a homosexuales de Venezuela: "Entendido´s", dirigido por Rodolfo Graziano y creado por estudiantes de la Universidad Central de Venezuela.

El día de la presentación en la Cinemateca Nacional, cuando se acabó el filme y se encendieron las luces Brito fue reconocido por gente a su alrededor y sintió que por primera vez se exponía ante el mundo su verdad. Tuvo miedo de perder su trabajo en una importante empresa privada de vehículos, de que lo juzgaran o condenaran. Pero nada de eso pasó. Brito se convirtió en un activista por los derechos, no solo del conglomerado del que formaba parte, sino de las personas con VIH-Sida, de los privados de libertad, de las mujeres y en general de la “libertad de vivir”.

Libre, “así de plano”

El señor Brito jamás se imaginó llegar a los 62 años. Asegura que en el grupo en el que hace activismo en la actualidad es la única persona LGBTIQ+ de la tercera edad y aunque se siente triste porque en la palestra pública venezolana aún no se logran las conquistas que espera para las personas LGBTIQ+, se sabe orgulloso de decir que en su “pequeño espacio” ha logrado tener la vida que quiere, “así de plano”, frase con la que suele rematar sus expresiones.

Una vida que, por supuesto, está limitada por las condiciones de la crisis humanitaria compleja que atraviesa Venezuela. Brito vive, como muchas personas mayores de 50 años, de una pensión equivalente al salario mínimo venezolano que son 7 bolívares y representan menos de 1,5 dólares al mes. Su sustento real viene del extranjero; de su familia en España que le aporta recursos económicos con los que puede comprar comida y cubrir los servicios básicos.

Ha viajado gracias a esa familia, se sostiene por ellos y recibe con amor sus atenciones y ruegos para que se vaya del país a “vivir mejor”. Pero él prefiere estar aquí, prefiere la resiliencia de mantenerse en Venezuela con sus cosas, con sus luchas y con sus recuerdos.

Tal como asegura, más que una vida fácil, prefiere la resistencia. Por eso sigue en Venezuela, aunque considere que las élites en los organismos del Estado aún no se sacudan la transfobia y la homofobia para elevar políticas que defiendan los derechos de la población LGBTIQ+.

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Valeria Pedicini

Él prefiere estar aquí, prefiere la resiliencia de mantenerse en Venezuela con sus cosas, con sus luchas y con sus recuerdos

Yendri Velásquez pone en contexto este sentir de José Brito, al decir que el futuro es “poco esperanzador si revisamos el tema institucional y político, porque la homofobia y la transfobia de Estado ha sido una política consecuente en los últimos 20 años de gobierno”, no obstante, sigue el trabajo.

Explica que en la actualidad “las victorias han sido muy pocas a nivel institucional”, pero aún así, rescata la cantidad de activistas que se están sumando a la defensa de los derechos humanos de las personas LGBTIQ+.

En este punto, coincide con el señor Brito -quien lleva al menos 42 años en esta lucha- se trata de un trabajo de resistencia y perseverancia en el que no será suficiente hasta que los derechos sean los mismos para todos, en todos los ámbitos.

—Desde la resistencia soy feliz porque todavía aspiro y espero que haya ese mundo mejor de oportunidades y de igualdad para nosotros, así de plano—, sostiene el señor Brito, un hombre que es sobre todo eso, un señor en todas las letras, uno que sostiene la caballerosidad y el respeto como bandera, aunque prefiere evitar el formalismo.

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