Las personas LGBTIQ+ constantemente se enfrentan a prejuicios o ataques. El informe Situación de los Derechos Humanos de las personas LGBTI en Venezuela, elaborado por Unión Afirmativa en 2020, recoge que según datos de la ONG Acción Ciudadana contra el Sida (ACCSI) desde enero de 2009 hasta agosto de 2017 unas 192 personas LGBTI+ fueron víctimas de violencia debido a su orientación sexual, identidad o expresión de género y un total de 109 personas fueron asesinadas.
Julio tiene razones para desconfiar de funcionarios. A los 20 años, mientras estaba de fiesta con un amigo en Los Caracas, una playa ubicada a hora y media de la capital, dos policías se llevaron a cada uno en una moto, a un terreno baldío. Que ambos jóvenes estuvieran en bikini desató la saña de los funcionarios. Julio cuenta que el policía metropolitano lo agredió sexualmente y aunque trató de evitar el ataque este sujeto era más fuerte que él físicamente. Fue hace tanto que lo cuenta con serenidad y casi no le da importancia, pero a los 20, cuando lo único que quieres es pasarla bien y eres tan joven el evento se convierte en algo que no olvidas ni siquiera después de 40 años.
Para Julio la agresión se trató de una violación correctiva, que es perpetrada contra una persona por su orientación sexual o su identidad de género. Su finalidad es obligar a la víctima a comportarse de manera heterosexual o acorde con una determinada visión normativa de la identidad de género. Entonces no denunció, no habían las condiciones para hacerlo y cuatro décadas más tarde tampoco las hay. Es por ello que la población LGBTI+ no solo reclama derechos fundamentales como estadísticas oficiales que den cuenta de cuántas personas son víctimas de este tipo de violencia en el país.
Para la defensora de derechos humanos y coordinadora de Unión Afirmativa, Quiteria Franco, la falta de estadísticas oficiales en el país es una violación de derechos humanos, que le impide a las mismas instituciones del Estado y al resto de las organizaciones civiles planificar políticas públicas en torno a esta población.
“El hecho de que de manera generalizada el Estado no publique información desde 2013, ya es una violación de derechos humanos. Si no conoces las necesidades de la gente no puedes planificar, entonces planificas con base a capacidades, pero planificar con base a capacidades es muy diferente a hacerlo con base a necesidades”, dice.
La falta de cifras oficiales ha hecho que las organizaciones no gubernamentales lleven registros independientes. Muchas de ellas contabilizan los crímenes de odio a través de las noticias que salen reseñadas en la prensa, pero a menudo la falta de perspectiva de derechos humanos y de género sobre temas LGBTIQ+ hace que mantener un registro sea aún más difícil, pues las noticias se quedan solo con la minuta policial, donde muchas veces no se reconoce la identidad de las personas trans o no se indaga en las causas del ataque.
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