A finales del pasado febrero, tras semanas de incertidumbre, el Ayuntamiento de Madrid desvelaba sus planes para el futuro de Medialab Prado. Lo cierto es que tras 20 años de trabajo continuado (14 en su emplazamiento actual), el equipamiento se había convertido en uno de los pilares fundamentales del entramado cultural de Madrid. Pero no sólo eso, sus propuestas novedosas y procesos de trabajo con directa repercusión en el territorio, aunados a su rol pionero en lo que a laboratorios de producción/ participación/ investigación cultural y ciudadana se refiere, lo habían situado en el centro del panorama europeo y global.
Desde Trànsit Projectes, una organización con más de 35 años de experiencia en el sector de la cultura, no se nos ocurre mejor manera de reivindicar el espacio que ocupa un proyecto como Medialab Prado en el ecosistema cultural español y europeo, que enumerar algunos argumentos fundamentados, sobre todo, en lo que una iniciativa de su tipo ha significado para nuestro propio trabajo. A pesar, o incluso debido a que, nunca hayamos cristalizado un proyecto en colaboración, nos unimos mediante estas pequeñas notas, a la defensa por la independencia de un espacio que nos ha ofrecido un espejo para mirarnos; y un laboratorio para comenzar a ensayar caminos posibles hacia el porvenir.
Uno: Comunidad, corresponsabilidad y lazos
En el centro del debate contemporáneo sobre las organizaciones abiertas o cerradas que circundan reflexiones al respecto del futuro de las instituciones culturales, Medialab Prado se nos antoja como un ejemplo esclarecedor de lo que significa construir una comunidad alrededor de tu proyecto cultural (o, mejor aún, identificar, conocer y atraer).
El debate no es baladí, nos atreveríamos incluso a insistir que es hoy uno de los puntos medulares para fundamentar las decisiones sobre si, por qué y cómo poner en marcha un proyecto o iniciativa cultural en según qué territorio. Las prácticas culturales contemporáneas han de reconvertirse en dispositivos que generen lazos para la gestión de los recursos compartidos. El Lab aglutina, sin duda, una comunidad definida de corresponsables y cercanos.
Dos: Instituciones culturales fuera del cubo blanco
Otra de las razones esgrimidas para justificar el cambio en las líneas de acción del Medialab Prado, es la idea de contribuir al relato del paseo del Arte dentro del entorno de la candidatura de la UNESCO, aspirando a que el nuevo equipamiento, se convierta en un punto de referencia cultural imprescindible para todos los públicos y especialmente para el arte contemporáneo que hasta el momento no tenía relevancia.
Las preguntas derivadas son simples: ¿No tenía ya relevancia?; ¿no generaba vínculos con el arte contemporáneo en general, y con las instituciones culturales con las que convive a su alrededor en particular (Museo del Prado, CaixaForum, Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, etc.)?; ¿no estaba ya actuando como motor de gran coherencia para redimensionar las actividades culturales de su entorno inmediato hacia procesos más educativos, de transmisión de conocimiento y de acercamiento a los públicos desde la participación, el arte y la creación cultural?
Tres: Noción de laboratorio y prototipo
En su libro Estética de laboratorio, Reinaldo Ladagga propone hablar, más que de producir obras, de promover ecologías culturales. Ladagga llama a esto estética de laboratorio, y se refiere, sobre todo, a una cierta cualidad de la cultura y el arte de ser "útiles" de una manera inmediata, palpable, con relación a una colectividad limitada en el tiempo y en el espacio. Medialab Prado es un proyecto que ha apostado por este cruce desde sus primeros planteamientos.
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