Según una muy conocida expresión israelí, “es mejor ser inteligente que estar en lo correcto”. Es decir, es mejor obtener lo que quieres que ser fiel a tus principios.
En el contexto de los derechos humanos, sin embargo, esta expresión sólo puede aplicarse de forma limitada. Ciertamente, es útil pensar de forma estratégica sobre cómo mejorar la eficacia de las agrupaciones de derechos humanos israelíes y sobre cómo podrían cambiar la opinión pública para que dé más apoyo a su trabajo.
Sin embargo, hay un límite a lo “inteligentes” que podemos ser los activistas de derechos humanos, ya que tenemos el deber de hablar sobre lo que creemos que es correcto.
Las organizaciones de derechos humanos defienden invariablemente a los débiles y los marginados, y a menudo se les denigra por hacerlo. Es raro, sin embargo, que una organización de derechos humanos se dedique a defender a quienes muchos perciben como el enemigo en un conflicto nacional. Ése es el caso de las organizaciones israelíes que se enfocan en los derechos humanos en los territorios palestinos bajo ocupación militar. Es comprensible que en tal situación, las organizaciones de derechos humanos se enfrenten a la hostilidad de grandes sectores de la sociedad judía israelí.
Esta ira hacia los grupos israelíes de derechos humanos no es algo nuevo; la damos por sentado y la asumimos como un riesgo ocupacional. Al pasar de los años, los columnistas israelíes nos han acusado de ayudar y asistir a los terroristas, los grupos de la sociedad civil han tratado de desacreditar nuestras investigaciones y poner en duda nuestros motivos, y los políticos de derecha han propuesto leyes para restringir nuestras actividades.
Durante este mes, el conflicto entre Israel y Palestina se ha vuelto a deteriorar hasta convertirse en una guerra abierta, aunque sumamente asimétrica, y la hostilidad nacionalista israelí ha aumentado dramáticamente. Gran parte de esta hostilidad se dirige hacia los ciudadanos árabes de Israel, quienes sufren ataques físicos, amenazas y otros tipos de intimidación. Los nacionalistas también han atacado a los manifestantes de izquierda y pacifistas, sean judíos o árabes, y amenazado a los activistas de derechos humanos.
Aún es muy pronto para saber si los acontecimientos de las últimas semanas representan un deterioro cualitativo, o simplemente más del mismo racismo y la misma intolerancia que conocemos ya demasiado bien. En cualquier caso, la atmósfera general en Israel es preocupante, y hay que hacer algo al respecto. Durante años, las organizaciones de derechos humanos hemos reflexionado sobre las mejores maneras de hacer que el público israelí se interese en nuestro mensaje. Además del activismo para promover cambios políticos específicos, muchas organizaciones dedican cada vez más recursos a promover la relación con el público. Todos tenemos páginas de Facebook y cuentas de Twitter, escribimos artículos de opinión en los medios y nos presentamos en todos los programas de entrevistas en los que nos reciban. Hablamos en escuelas y universidades, y ofrecemos recorridos para que el público en general pueda ver directamente la realidad de la ocupación.
Creo que estos esfuerzos son importantes. Las personas necesitan escuchar y relacionarse con nuestro mensaje, ver los rostros humanos del sufrimiento que causan las políticas israelíes, entender que existen alternativas a las extendidas prácticas del racismo y el jingoísmo. En nuestra realidad actual, sin embargo, es poco probable que estos esfuerzos logren que cantidades importantes de judíos israelíes se unan a las filas de los defensores de los derechos humanos.

Hosam Salem/Demotix (All rights reserved)
A distraught Palestinian woman from the Shejaiya residential district of Gaza City searches through the ruins and rubble of buildings destroyed by Israeli airstrikes as the current conflict continues.
Muchas personas en Israel y fuera del país lamentan esta denigración de las organizaciones de derechos humanos, y se preguntan cómo podemos crear una base de apoyo más amplia para los derechos humanos entre el público en general.
Para responder esta pregunta, es importante distinguir entre el apoyo a los derechos humanos y el apoyo a las organizaciones de derechos humanos. Nuestro objetivo es promover el primero, y no necesariamente el segundo. Si los formuladores de políticas o el público general de Israel cambian su opinión sobre los derechos palestinos, aunque nos sigan denigrando, de todas maneras habremos triunfado.
Cuando he consultado a empresas de relaciones públicas, encuestadores y otros expertos sobre cómo moldear la opinión pública israelí sobre los derechos humanos, su consejo siempre es alguna versión de “sean más inteligentes, aunque no estén tan en lo correcto”. Es decir, nos recomiendan denunciar las violaciones palestinas con más frecuencia, destacar temas en los que concuerden la mayoría de los israelíes, como la violencia de los colonos judíos contra los palestinos, en vez de temas más controvertidos como los abusos de los militares.
A la fecha, todos los éxitos en materia de derechos humanos en el contexto árabe-israelí han sido el resultado de una estrategia de activismo de élites
Sin embargo, las posibilidades de aplicación de este mensaje son muy limitadas. Si queremos ser fieles al ADN de los derechos humanos, debemos alzar la voz, incluso si hacerlo nos vuelve muy poco populares. El conflicto actual en Gaza es solo uno entre muchos ejemplos.
Entonces, ¿necesitamos ser populares para ser eficaces? Si nos referimos a generar cambios políticos concretos, la respuesta claramente es no: a la fecha, todos los éxitos en materia de derechos humanos en el contexto árabe-israelí han sido el resultado de una estrategia de activismo de élites: desafíos legales principalmente a nivel nacional combinados con el activismo internacional. Ése fue el caso de la abolición de la tortura rutinaria durante los interrogatorios israelíes, el cambio en el trazado de la Barrera de Separación a lo largo de los territorios palestinos de Cisjordania y el cese de las demoliciones punitivas de casas, un logro de 2005 que aparentemente se ha revertido.
Si para lograr los cambios hiciera falta convencer a la mayoría del público israelí de que se debe prohibir la tortura categóricamente, en un contexto en el que se representó a la tortura como una herramienta crucial para evitar los atentados suicidas, me temo que a la fecha seguiría existiendo la tortura sistemática.
Claro que este argumento es en cierta medida tautológico: como no contamos con el apoyo del público para nuestra causa, hemos logrado generar cambios a pesar de que no contamos con el apoyo del público. Ciertamente, si la mayoría del público judío-israelí apoyara nuestra causa, sería más sencillo generar cambios.
Pero en todo caso, si la mayoría del público judío-israelí apoyara sin reserva la causa de los derechos humanos, este sistema de ocupación militar tan arraigado no existiría desde un principio.

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