Manifestante frente a la Guardia Nacional venezolana durante una protesta en mayo de 2017. Fuente: Wikimmedia Commons. Algunos derechos reservados.
Material audiovisual reciente procedente de Venezuela revela que la situación desesperante en la que se encuentra el país va en aumento. Hay colgados videos en internet en los que puede verse a gente persiguiendo cabezas de ganado campos a través para sacrificarlas y poder alimentarse, mientras otros comen perros y gatos en las calles de Caracas.
Las protestas relacionadas con la hambruna y el saqueo de comercios han ido en aumento, mientras que miles de personas se apiñan en la frontera para huir a los países vecinos.
A pesar de ello, Maduro y sus defensores de izquierdas tienden a hacer la vista gorda ante esta situación. Aseguran que las informaciones que publican y difunden los medios de comunicación dominantes sobre el estado del país son exagerados y que la situación es consecuencia de la ”guerra económica” liderada por Estados Unidos, cuyo objetivo es sabotear el gobierno de Maduro.
Otros admiten que Maduro merece parte de las críticas que recibe, pero sostienen que su margen de maniobra se ha visto constreñido por el bajo precio del petróleo y el sabotaje de la oposición de derechas. Y defienden que apoyar al gobierno de Maduro como baluarte contra el imperialismo y el neoliberalismo sigue siendo la mejor opción.
Aunque es cierto que Washington y sus aliados locales buscan desde hace mucho derribar al gobierno venezolano, un análisis más profundo de la crisis actual revela que la supuesta “guerra económica” tiene poco que ver con la situación creada. Ni siquiera tiene mucho que ver con el bajo precio del petróleo.
En realidad, la causa principal del aumento de la hambruna y la desesperación en Venezuela son las políticas que ha llevado a cabo por el gobierno y que dependen directamente del Presidente Maduro.
En realidad, la causa principal del aumento de la hambruna y la desesperación en Venezuela son las políticas que ha llevado a cabo por el gobierno y que dependen directamente del Presidente Maduro - y podrían revertirse fácilmente si él quisiera.
Pero estas políticas siguen en vigor y el motivo es que hay algunos dentro del gobierno mismo que se benefician enormemente de ellas. Mientras los venezolanos de a pie luchan para sobrevivir, los amigos de Maduro se llenan los bolsillos de petrodólares.
En lugar de salir en su defensa y minimizar el desastre, la izquierda venezolana debería tratar de entender por qué se ha llegado hasta aquí y como podría haberse evitado.
“Una banda de ladrones”
El meollo de la crisis de Venezuela es el sistema monetario y de control de divisas que se estableció bajo el mandato de Hugo Chávez como medida para restringir el acceso a moneda extranjera y asegurar una cantidad suficiente de dólares para hacer frente a las importaciones de bienes de primera necesidad.
Al igual que en anteriores intentos de fijar los tipos de cambio, con este sistema se dieron algunos casos de corrupción y de abuso, pero no fue hasta la llegada de Maduro al poder en 2013 cuando las cosas empezaron a venirse abajo.
“Se formó una banda con el único objetivo de meter la mano en los ingresos procedentes del petróleo”, afirma Héctor Navarro, ex ministro chavista y ex dirigente del Partido Socialista.
“Son ladrones sin ninguna ideología”, añade.
Jorge Giordani, ex ministro de finanzas de Chávez, coincide con esto y estima que el total defraudado por esta vía asciende a unos 300.000 millones de dólares. Navarro y Giordani, que durante mucho tiempo formaron parte del círculo más próximo a Chávez y fueron puntales de sus gobiernos, se mostraron críticos con las decisiones de Maduro y fueron despedidos en 2014.
Jorge Giordani, ex ministro de finanzas de Chávez, coincide con esto y estima que el total defraudado por la vía de la factura petrolera asciende a unos 300.000 millones de dólares.
Mario Silva, un chavista de toda la vida, advirtió también de lo que estaba ocurriendo allá por 2013, señalando que un grupo de altos cargos encabezado por el entonces Vicepresidente Diosdado Cabello estaba ganando terreno e imponiéndose en el gobierno y estaba “desangrando” al país de sus reservas en dólares.
La destitución de Giordani en 2014 fue especialmente notoria, ya que era el responsable de mantener bajo control el sistema monetario con ajustes periódicos para evitar distorsiones. Apartado Giordani, se dejó que la moneda se fuera sobrevaluando, de lo que se benefició enormemente la “banda de ladrones” y sus planes y maquinaciones con el cambio de divisas.

La moneda venezolana se fue sobrevaluando de manera creciente a partir de 2013. Datos de dolartoday.com
El plan básico es el siguiente: los que pueden acceder a divisas al tipo de cambio oficial fijado por el gobierno simplemente van y venden dólares en el mercado negro, o los depositan en cuentas bancarias en el extranjero. Cuanto mayor sea la diferencia entre el cambio en el mercado negro y el oficial, más beneficioso resulta el plan.
Desde 2013, Maduro se ha negado a hacer ningún ajuste significativo a la tasa de cambio, con lo que ha dejado que una inflación galopante haya ido erosionando el valor real de la moneda. La tasa de cambio del dólar en la calle es hoy miles de veces superior a la oficial, lo que genera unos incentivos enormes para las actividades ilícitas.
La tasa de cambio del dólar en la calle es hoy miles de veces superior a la oficial, lo que genera unos incentivos enormes para las actividades ilícitas.
El resultado es que han desaparecido cientos de millones de dólares en bienes que no se han importado, infraestructura que no se ha completado y empresas pantalla que no han existido nunca.
En lugar de usar los petrodólares para cubrir necesidades básicas, altos cargos del gobierno y sus asociados simplemente los evaden, dejando que los venezolanos de a pie se atengan a las consecuencias.
Han salido recientemente a la luz varios casos cuyo denominador común, en todos ellos, es que los involucrados mantienen lazos estrechos con el gobierno de Maduro - ingrediente éste necesario para poder adquirir dólares al tipo de cambio oficial.
El presidente Maduro y su vice presidente El Aissami también participan en la fiesta. Según el ex fiscal general, a una compañía propiedad de El Aissami se le concedieron 120 millones de dólares para importar alimentos de México, mientras que otros 340 millones fueron a parar a una compañía relacionada con Maduro.
En total, ambas compañías han recibido cerca de 500 millones de dólares a un tipo de cambio que suponía solo el 1% del valor real del dólar en aquel momento. Este es el motivo por el que a Maduro y compañía no les interesa corregir la distorsión del valor de la moneda, ya que esto les permite llenarse los bolsillos con cantidades ingentes de dólares procedentes de los ingresos del petróleo.
Estrujando a los pobres
Con tantísimo dinero público malversado a través del actual sistema cambiario, o enviado al extranjero en forma de pagarés de deuda, queda muy poco para las necesidades de los venezolanos de a pie. Pues bien: en lugar de ajustar la moneda o intentar una reestructuración del pago de la deuda, la solución de Maduro ha sido imponer medidas de austeridad.
Desde 2012, a pesar de la escasez generalizada, se ha congelado más de un 65% de las importaciones.
Desde 2012, a pesar de la escasez generalizada, se ha congelado más de un 65% de las importaciones. Se ha recortado drásticamente el gasto social, que ha alcanzado unos porcentajes del PIB incluso inferiores a los de los neoliberales años 90.
Las consecuencias de estos recortes han sido las previsibles: colapso del sistema sanitario, escasez severa de alimentos y medicamentos, tasas de mortalidad maternas e infantiles disparadas - miles de muertes prevenibles.
El sueldo mínimo nacional ha pasado de 300 dólares en 2012 a menos de 5 dólares en 2018, lo que significa que la mitad la población del país tiene que arreglárselas ¡con solo 5 dólares al mes!
Los salarios se han visto reducidos también radicalmente – en más de un 90% desde 2013 -, ya que no se ha contrarrestado la inflación galopante con subidas salariales adecuadas. El sueldo mínimo nacional ha pasado de 300 dólares en 2012 a menos de 5 dólares en 2018, lo que significa que la mitad la población del país tiene que arreglárselas ¡con solo 5 dólares al mes!

El salario mínimo en Venezuela se ha desplomado desde finales de 2012. Datos de dolartoday.com
Como era de esperar, esta situación ha causado un aumento de la hambruna y la malnutrición. Cientos de miles de venezolanos afluyen hoy a los países vecinos buscando satisfacer necesidades básicas, mientras que otros intentan el cruce en embarcaciones, arriesgado y a menudo mortal, hacia islas cercanas.
Por otra parte, los trabajadores están abandonando en masa sus puestos de trabajo, ya que sus salarios no valen nada. Los sectores clave de la economía se encuentran hoy faltos de personal, lo que contribuye a empeorar la que es, con mucha diferencia, la peor crisis económica de la historia de Venezuela.
Una letanía de excusas
Maduro y sus defensores aducen una serie de factores para desviar la culpa de esta situación - desde la “guerra económica” al bajo precio del petróleo, pasando por las sanciones de Estados Unidos. Sin embargo, ninguna de estas excusas tiene peso suficiente.
Los capitalistas y los traficantes de alimentos a los que se acusa de participar en la “guerra económica” están simplemente aprovechando los incentivos fijados por las políticas del gobierno, y a menudo disfrutan de buenas conexiones con gente en el gobierno. Se ha comprobado que algunos de los peores traficantes de alimentos son personal del ejército.
Por otra parte, el gobierno es el único que controla el tipo de cambio y la asignación de los petrodólares, con lo que el problema parecería bastante fácil de resolver.
Pero a pesar de que se le haya pedido repetidamente que mueva ficha en el asunto, Maduro se ha empeñado en mantener el sistema y ha seguido entregando petrodólares a los desfalcadores.
En cuanto al bajo precio del petróleo, lo que ha hecho es agravar laas consecuencias de las políticas de Maduro. Cuando los precios del petróleo cayeron a finales de 2014, la economía ya se había contraído en los tres trimestres anteriores, los salarios habían caído un 80%, y se habían reducido un 25% las importaciones.
La inflación creciente, la escasez de alimentos y las distorsiones en el cambio de divisas - que están en la raíz de la crisis - empezaron todas a finales del 2012, dos años antes de la caída del precio de los hidrocarburos.
Lo mismo sucede con las sanciones norteamericanas, cuyo impacto era casi testimonial hasta que Trump las endureció el año pasado. Para entonces, la economía venezolana llevaba ya cuatros años consecutivos en caída libre.
En otras palabras, no tiene mucho sentido acusar o señalar hechos que no tuvieron lugar hasta después de que la crisis estuviera ya muy avanzada. La verdad es que son las propias políticas de Maduro las que han destrozado la economía de Venezuela mucho más de lo que Washington o la oposición hubieran podido soñar.
Lecciones para la izquierda
El colapso de Venezuela supone varias importantes lecciones para la izquierda. Para comprenderlas, hay que analizar de forma honesta la raíz del problema. Está claro que Maduro es el principal responsable del desastre actual, pero las políticas económicas de Chávez han contribuido también a él de varias maneras.
El enfoque económico de Chávez contemplaba la toma de control de sectores estratégicos, basándose en el convencimiento de que la falta de inversión privada podía contrarrestarse mediante el control estatal. Se expropiaron empresas de manera a menudo caprichosa y se llevaron a cabo iniciativas estatales sin la debida ponderación o planificación.
Esto comportó una sobredimensión burocrática, creciente corrupción y un declive progresivo de sectores clave de la economía. Empresas estatales terminaron a menudo en manos de burócratas corruptos que se hicieron cargo de ellas como si fuesen suyas y las exprimieron hasta la última gota.
Un claro ejemplo de ello es lo ocurrido en 2010, cuando Chávez lanzó una ofensiva en el sector agrícola expropiando cientos de granjas e industrias alimentarias. Habida cuenta de que muchas de estas empresas estaban descapitalizadas y eran improductivas, la intervención estatal era necesaria.
Pero la mayoría de estas empresas se pusieron en manos de burócratas con poca preparación y escasa visión empresarial. El resultado fue una pésima gestión y una caída drástica de la producción alimentaria.

La producción alimentaria sufrió un acusado descenso tras las intervenciones del gobierno en 2010. Datos de Fedeagro.org
La lección aquí es que la toma de control de sectores estratégicos de la economía por parte del Estado no es necesariamente una buena idea en países pobres con instituciones débiles.
Este tipo de intervenciones debe tener en cuenta la capacidad del Estado para administrar empresas sin hundirlas por mala gestión, especialmente en sectores tan cruciales para la economía nacional.
Una alternativa podía haber sido haberles dado el control a los trabajadores. De hecho, bajo el mandato de Chávez se produjo una proliferación de iniciativas comunitarias y organizaciones de trabajadores.
Sin embargo, en la mayoría de los casos, el gobierno no eligió esa opción - y es aquí donde radica otra importante lección para la izquierda.
La lección aquí es que la toma de control de sectores estratégicos de la economía por parte del Estado no es necesariamente una buena idea en países pobres con instituciones débiles.
Para conseguir incrementar el poder de los trabajadores y su control sobre la producción – lo que debería ser un objetivo para cualquier proyecto que se quiera socialista -, es preciso que tanto los trabajadores como los movimientos sociales se doten de organizaciones independientes de los partidos políticos y del Estado.
En Venezuela, el movimiento comunitario era, en gran parte, una iniciativa promovida por el gobierno, en la que las comunidades locales seguían directrices emanadas desde arriba sobre cómo organizarse. Su poder y control sobre la producción lo decidía el gobierno, no ellas mismas.
Hoy en día, las comunidades se utilizan como mecanismos clientelares y de control en lugar de vehículos para la emancipación. Sus miembros consiguen ciertas ventajas y beneficios por parte del gobierno y, cuando llegan elecciones, se ven obligados a votar por los candidatos gubernamentales para evitar perder dichas ventajas y beneficios.
Por último, hay una importante lección para las democracias liberales. Aunque las críticas de Chávez al tipo de democracia excluyente que existía en Venezuela con anterioridad a 1998 estaban totalmente justificadas, su intento de reformar el sistema ha acabado creando algo incluso peor.
Una nueva constitución, más democracia participativa y un sistema electoral transparente fueron sin duda sus mayores logros pero, al mismo tiempo, prácticamente todos los órganos de gobierno fueron copados por personas leales al partido, más valoradas por su obediencia que por su competencia.
Las prometedoras nuevas instituciones creadas por la constitución fueron convirtiéndose paulatinamente en poco más que instancias para aprobar automáticamente las órdenes del ejecutivo. Cuando murió Chávez y la “banda de ladrones” de Maduro ocupó el gobierno, ya no existía ningún control sobre el poder del ejecutivo.
La ausencia de instituciones independientes les permitió excluir a los opositores internos, neutralizar la acción del Congreso, llevar a cabo elecciones fraudulentas y articular un todopoderoso organismo que hoy dirige el país a su antojo.
En lugar de hacer más democrática a la democracia liberal, el régimen de Maduro deporta ahora a periodistas, encarcela líderes sindicales, detiene activistas, asesina a delatores y rocía con gases lacrimógenos a los pobres y los hambrientos. Lo que en su día fue un sistema electoral infalible ha sido despojado de todas las garantías que garantizaban elecciones justas, permitiendo a Maduro y su banda torcerlo todo a su favor.
Todo ello debería servir de lección importante para la izquierda – a saber, que a pesar de las grandes limitaciones de la democracia liberal, disponer de ciertos controles y contrapesos es mejor que no tenerlos.
Si Chávez hubiese dejado espacio para instituciones independientes y permitido el control sobre el poder de la presidencia, probablemente Venezuela no estaría hoy en el berenjenal en el que se encuentra.
En estos momentos en que el país se encamina hacia otras elecciones cuanto menos cuestionables, la izquierda no debería apoyar al corrupto y autoritario régimen de Maduro, como tampoco debe apoyar a la oposición de derecha alineada con los Estados Unidos.
Nuestro apoyo y solidaridad debería ser para el pueblo venezolano y su derecho a decidir democráticamente su futuro. Esta es la única solución posible a la crisis.
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