
Abril 2018. Homenaje a los más de 60 asesinados durante las protestas ciudadanas en Nicaragua. Fuente: Jorge Mejía Peralta/Flickr. Algunos derechos reservados.
Conocí Nicaragua en el año 2012. Recién terminaba mi carrera como Relacionista Internacional y las puertas hacia América Latina, sus territorios, realidades políticas y activismos se me abrieron al poco tiempo de empezar a caminar mi profesión.
Nicaragua fue el quinto país visitado en un primer mes por América Latina, que luego se convirtió en una experiencia de ocho años alrededor de la región buscando conocer, articular y fortalecer procesos de democracia participativa junto a liderazgos emergentes y organizaciones sociales que luchan por sus derechos, alzando sus voces, muchas de ellas silenciadas por la historia y las estructuras desiguales de poder en nuestras sociedades.
Las primeras gotas
Fue en ese entonces, hace seis años, que oí un poco de aquellas gotas que irían colmando el vaso de pesadumbres, resistencias, ahogos, enojos y desesperanza de ciudadanos nicaragüenses que empezaban a sentir atropellos del gobierno sandinista liderado por Daniel Ortega.
Entre estos actores se encontraba Nicaragua 2.0, un movimiento liderado por jóvenes con interés y necesidad de involucrarse y de intervenir lo público para promover el cambio social. Buscando despegarse de la imagen del joven militante partidario asociada a una fuerza política masificada, construyeron una identidad propia a partir de la renovación del sentido de la política, y también plasmando toda su creatividad en las formas en las que participaban y copaban las calles de sus ciudades.
Durante 2011 estos jóvenes ya empezaban a palpitar el deseo por otra política. Bajo el primer lema Yo no soy Pendejo, denunciaron espontáneamente la elección de lo que denominaron un gobierno ilegítimo y corrupto, que abría otro período presidencial de Daniel Ortega, quien ya en ese año, había sido seis veces candidato a presidente por el sandinismo en Nicaragua. El evidente rechazo del movimiento se vio plasmado en marchas, protestas y sentadas en las que se buscaba evidenciar el fraude electoral y las irregularidades ocurridas durante los comicios de ese año.
Otras gotas, reflejo de un proceso continuo
Unos tres años después regresé al país centroamericano. La situación no había cambiado mucho. Si bien observaba en las calles de Managua mejoras edilicias, carteles más luminosos, veredas asfaltadas y árboles de la felicidad distribuidos por toda la ciudad, las historias de activistas y de organizaciones sociales, y hasta de los ciudadanos comunes con los que uno tiende a hablar cuando llega a otro país queriendo empaparse de su realidad, no eran muy diferentes a las escuchadas años atrás.
Para ese entonces, una de las personas con quien habíamos forjado lazos para llevar a cabo proyectos para el fortalecimiento de la democracia, que era diputada nacional, fue destituida de su cargo a los seis meses de su embarazo, porque básicamente pensaba diferente.
Asimismo, escuchaba voces de medioambientalistas que denunciaban la represión que estaban sufriendo cientos de indígenas que defendían el derecho sobre sus tierras. Además, se hablaba de la posibilidad de la construcción de un gran canal, en un contexto de dudosa legitimidad y de un alto descontento de la ciudadanía, preocupada por el potencial impacto irreversible sobre la naturaleza.
En suma, los derechos ciudadanos de participación, libertad de expresión, organización y defensa de los territorios y a una vida digna estaban siendo constantemente violentados por quien seguía ejerciendo el poder, Daniel Ortega.
La libertad de expresión, y la defensa de los territorios y a una vida digna estaban siendo constantemente violentados por quien seguía ejerciendo el poder, Daniel Ortega.
El vaso colmado
Tres años después, esta historia personal, plagada de experiencias y momentos propios, construida en diálogos, parece plasmarse en una realidad innegable: en este país centroamericano se ha colmado el vaso de gotas de impunidad, violaciones y cansancio de la ciudadanía.
No obstante, al momento de contarles lo que está ocurriendo hoy en Nicaragua, considero que la legitimidad se encuentra en las voces de aquellos que ha vivido y viven la realidad misma, y que han venido denunciando desde hace casi una década cada gota que fue colmando este vaso.
Una visión local
He invitado a Camilo de Castro Belli, a quien conocí en 2012 junto a Nicaragua 2.0, para que nos cuente lo que está ocurriendo en su país. Camilo es un periodista apasionado sobre temas políticos, económicos, ambientales y culturales, por los cuales recibió varias premiaciones a la excelencia en el periodismo. Es documentalista e historiador de formación. Actualmente preside la productora audiovisual CALE, reconocida a nivel nacional, centroamericano y latinoamericano, comprometida con la visibilización de proyectos sociales. También se dedica a su otra pasión, proteger el bosque y ser voluntario en Misión Bosawas. Se halla inspirado por su madre, la escritora nicaragüense Gioconda Belli.
Melisa Gorondy Novak: ¿Qué está pasando en Nicaragua?
Camilo de Castro Belli: En Nicaragua estamos atravesando una revuelta popular no violenta en contra del régimen de los Ortega-Murillo. Es una lucha no violenta de ciudadanos que, después de enfrentar durante diez años una escalada de violaciones a sus derechos básicos, llegaron a su límite.
Reaccionaron a partir de un hecho muy puntual de represión que fue también una reacción a una acumulación atropellos que se han venido dando por parte del Gobierno. Esta revuelta o revolución pacífica surge entonces en un contexto con cada vez menos libertades, con menos posibilidades para las personas de organizarse o reunirse públicamente para expresar su descontento con la forma que se están haciendo las cosas.
Además se sostiene en un contexto de deterioro de la institucionalidad y de la posibilidad de dirimir nuestras diferencias en un proceso electoral libre y transparente, que nos permita elegir a las autoridades más representativas de la voluntad de la población. Lo que estamos viviendo hoy es una revolución ciudadana pacífica que está siendo reprimida violentamente por un gobierno autoritario que quiere mantenerse en el poder cueste lo que cueste.
Estamos viviendo una revolución ciudadana pacífica reprimida violentamente por un gobierno autoritario que quiere mantenerse en el poder cueste lo que cueste.
MGN: ¿Ha sido la reforma jubilatoria la gota de rebasó el vaso?
CdCB: La reforma fue el detonante de esta situación, que venía acumulándose por años. La gente salió a la calle a solidarizarse con los jubilados afectados por la misma, y en respuesta a esta manifestación hubo una reacción violenta de parte del gobierno. Esto desencadenó una seguidilla de otras protestas reprimidas aún con más violencia, en la que jóvenes estudiantes resultaron asesinados. Ello hizo que aun más estudiantes se manifestaran, provocando un efecto dominó que llevó a que otras personas se sumaran y las protestas se expandieran por todo el país.
MGN: ¿Cómo ha sido el accionar del gobierno de Ortega hasta ahora?
CdCB: El gobierno desde hace años ha buscado tener el poder hegemónico en todos los espacios políticos del país. Por un lado, ha ido acaparando casi todos los medios de comunicación, acusado asimismo a los medios independientes de manera constante, buscando deslegitimar otras voces que no respaldan su política.
En el ámbito de la sociedad civil, las organizaciones sociales que propongan cualquier solución que no está alineada con el pensamiento de Daniel Ortega también sufren acoso o se ven imposibilitadas de trabajar con el Estado, y tienen que pasar constantemente por auditorías que buscan deslegitimar su trabajo.
En síntesis, se ha buscado amedrentar a las organizaciones de sociedad civil que tienen alguna postura diferente a la del gobierno, y de alguna manera limitar su capacidad de respuesta frente a las necesidades de la población, o frente a sus objetivos asumidos.
Pero esto pasa en todos los ámbitos, ninguno queda afuera en este juego de poder. Los campesinos por ejemplo desde hace años han estado protestando frente a una ley que se aprobó y que no fue consultada, que tiene que ver con el desarrollo del proyecto de un canal interoceánico. Ellos fueron reprimidos violentamente al expresar su desacuerdo.
También los indígenas han expresado su descontento con la política de este gobierno, que ha fomentado la invasión de sus tierras, ejerciendo violencia en este territorio. Por años ha habido una impunidad absoluta sobre todos los crímenes que ha sufrido la población nicaragüense. Por un lado, se sostiene dicha impunidad y la violencia hacia todos los que exigen justicia y piden que haya una respuesta adecuada del gobierno, y por otro lado se premia a los seguidores fieles. Esta es en gran parte la razón por la cual hay un gran número de muertos en esta revuelta.
MGN: ¿Cómo explicarías entonces la gran cantidad de muertos?
CdCB: El aumento tan rápido del número de muertos que debe a que, en el discurso oficial, aquellos que no son leales al gobierno son sus enemigos. Entonces, cuando colocas a un partidario tuyo en espacios de poder, cuando llenas la política y la policía de aliados al gobierno, gentes que solo escuchan ese discurso, al momento de salir a las calles identifican como enemigos a todos los que están protestando en contra de su gobierno.
MGN: ¿Se puede cambiar esta situación participando en las elecciones?
CdCB: Eso es lo que esperamos y deseamos. Pero hoy debemos trabajar por recuperar la institucionalidad perdida. El partido oficial controla todos los poderes del Estado: el ejecutivo, la asamblea nacional, el poder electoral y el judicial. Por ello no hay ninguna posibilidad de que exista el contrapeso entre los poderes. El poder absoluto corrompe absolutamente toda institucionalidad, y eso es lo que ha pasado aquí en Nicaragua.
Asimismo, el Consejo Electoral está controlado por el gobierno. Existen partidos, pero son todos partidos de fachada, que solo aparecen para las elecciones. Ninguno tiene vínculos con la población, ni representa una amenaza para el gobierno. Pero cuando aparece un partido y representa un desafío para los que detentan el poder, porque tiene llegada a la población, desde el gobierno encuentran algún pretexto legal para declararlo ilegal o sacarlo del juego electoral. Eso fue lo que pasó con el partido de Silvia Gutiérrez, que si bien no fue declarado ilegal, lograron crear una disputa entre distintos miembros del partido que les permitió traspasar el control a una persona leal al gobierno y expulsar del Congreso a quienes no le respondían. De esa manera, Daniel Ortega ha buscado diferentes mecanismos legales para darle una apariencia de legitimidad a las cosas ilegítimas que viene haciendo.
El poder absoluto corrompe absolutamente toda institucionalidad y eso es lo que ha pasado aquí en Nicaragua.
MGN: Entonces si el gobierno ha venido utilizando mecanismos legales constantemente, ¿por qué ahora ha recurrido a la violencia?
CdCB: Inicialmente los hechos de violencia fueron llevados a cabo por la policía, y hay muchos videos que muestran a la policía matando a los estudiantes durante las primeras manifestaciones. Pero como Daniel Ortega es el jefe supremo de la policía él sería responsable por el actuar de la misma y perdería toda legitimidad, y además tendría que responder por su accionar.
Al haber identificado esta situación como una amenaza para su permanencia en el poder, comenzaron a actuar a través de grupos paramilitares o fuerzas irregulares formadas por personas vestidos de civil, quienes son posiblemente miembros de la policía o ex militares vinculados al partido, pero ahora están operando de civil.
Es decir, estamos siendo reprimidos por fuerzas irregulares, y me atrevo a decir que muchas de ellas vinculadas al narcotráfico, que ha pactado con el orteguismo desde hace años.
En este contexto, el gobierno, junto a sus aliados, ha iniciado una campaña para desprestigiar la lucha cívica y pacífica de la sociedad civil, buscando hacerle creer al medio internacional que los responsables de la violencia son en parte los ciudadanos. De esa manera, lo que están haciendo es criminalizar la protesta acusando a personas inocentes, incluyendo a defensores de derechos humanos, de cometer delitos o violaciones de, justamente, los derechos humanos. Por ello, hoy no solo hay más de trescientos muertos, sino que mucha gente ha sido encarcelada. No hay ninguna intención de hacer justicia y mienten diariamente.
MGN: ¿Se puede decir que el Orteguismo es la decadencia del Sandinismo, es decir, que mancha aquella lucha de los años 80, o, por el contrario, es consecuencia del mismo Sandinismo?
CdCB: Para mí la respuesta es que el Orteguismo es ambas cosas. Es un resultado del mismo sandinismo y a la vez mancha al sandinismo.
Por un lado, el Sandinismo fue muy autoritario y excluyente. Durante los años ochenta se cometieron violacionesde derechos humanos guiados por un Sandinismo basado en una una forma de pensar marxista-leninista propuesta por una vanguardia iluminada que decidía quién era bueno y quién era malo. En el marco de estas ideas, se cometieron muchos errores y hubo un desprecio hacia la libertad individual. En ese sentido, no hay mucha diferencia entre lo que pasó en los 80 y lo que está sucediendo ahora.
Pero, por otro lado, es también una mancha a la lucha sandinista, porque el Orteguismo es mucho más corrupto, neoliberal y sostiene su poder en programas clientelistas. En todos estos años la realidad es que no se han cambiado las estructuras de poder en este país. Yo creo que en los ochenta hubo un intento de cambiar las estructuras de poder en el país, por un periodo corto, pero ahora no. El Orteguismo de hoy solo quiere mantenerse en el poder, cueste lo que cueste.
MGN: ¿Cuál es el papel de Estados Unidos en este conflicto?
CdCB: Lo que dicen las encuestas es que el setenta por ciento la población quiere que Daniel Ortega deje el poder. Ese es el clamor de la gente que está en las barricadas y en las ciudades: que haya un cambio de régimen porque éste gobierno ya perdió toda legitimidad. Un gobierno que masacra a sus propios ciudadanos no puede seguir gobernando. La gente está pidiendo que Ortega se vaya inmediatamente, para detener la violencia en primer lugar, y después poder celebrar elecciones libres y transparentes, y elegir a otro gobernante, de forma que sea legítimo y que cuente el respaldo de la población. Asimismo, para poder detener el deterioro económico que estamos sufriendo.
Pero Estados Unidos, con intereses son muy claros, no tiene urgencia en que este cambio ocurra hoy. Yo driía que sus intereses son tres: el tema de la migración es fundamental, el tema de la seguridad y, por último, sus empresas y capitales en Nicaragua. Por esa otra razón, Estados Unidos, junto a las élites del país, están muy preocupados por la estabilidad, es decir, por que haya una transición a otro gobierno que sea ordenada. De esa manera, se ha fraguado un acuerdo con la OEA para que no haya elecciones hasta el año que viene, pero manteniendo hasta entinces a Daniel Ortega en el poder. El miedo es que, al no estar Daniel Ortega se genere un vacío de poder que repercuta en la estabilidad del país. Por esto están apostando por un aterrizaje suave que implica que el presidente se mantenga en el poder por seis a nueve meses más. Para dar tiempo a que se reorganice el poder electoral.
Si desde el 18 de abril han muerto más de 300 personas, ¿cuántas personas más van a morir de aquí a enero o a agosto del año que viene?
El temor de la sociedad civil y de la población víctima de la violencia es que, si desde el dieciocho de abril han muerto más de trescientas personas, ¿cuántas personas más van a morir de aquí a enero o a agosto del año que viene? Daniel Ortega, mantiene el control absoluto de la policía y los grupos paramilitares,que están matando gente en las calles todos los días.
Ese es el gran debate entonces: ¿cómo sacar a Daniel Ortega lo más rápido posible?
Es importante recalcar que el Gobierno, como parte de su propaganda política, afirma que, además de la violencia de la ciudadanía, está siendo víctima de un golpe de Estado patrocinado por Estados Unidos. Pero la paradoja es que, por un lado, dicen que son víctimas de un golpe de Estado, pero por otro actualmente estarían teniendo reuniones con enviados especiales estadopunidenses para negociar los términos de su salida, manteniéndose en el poder de acá a seis o nueve meses. Ent sese caso Estados Unidos sería su mejor aliado puesto que está respaldando la propuesta que más les conviene a los Ortega-Murillo para su salida.
Ese es el gran debate entonces: ¿cómo sacar a Daniel Ortega lo más rápido posible?
MGN: ¿Cómo crees que debería ser entonces la salida de Ortega?
CdCB: Es complejo plantear una salida porque él no quiere dejar el poder y las últimas semanas ha demostrado que está dispuesto a recurrir a la violencia extrema y brutal para mantenerse. Pero creo que la sociedad nicaragüense tiene que apostar por la resistencia en las calles, combinada con otro tipo de acciones de desobediencia civil como la desobediencia fiscal o el paro como una forma de ejercer presión al gobierno.
Asimismo, frente a esta crisis están surgiendo diversos procesos de participación alternativos, como la articulación de movimientos sociales formada por grupos campesinos, indígenas, movimientos feministas, sumándose a la voz de los auto convocados, el movimiento M-diecinueve o movimiento diecinueve de abril, el protagonismo de los estudiantes y pobladores, líderes en comunidad rurales, los Comité Azul y Blanco de autodefensa, entre muchos otros a lo largo del país.
Yo creo que de aquí van a surgir los nuevos liderazgos y la posibilidad de crear algo nuevo. De aquí van a abrirse nuevas posibilidades de organización y de articulación política que den pie a alianzas que puedan decantar en un proceso electoral democrático, transparente e inclusivo.
Estas diversas iniciativas de participación política y articulaciones pueden llegar ser una puerta para iniciar nuevos caminos electorales. Pero, si no se da ese camino electoral, si Ortega no suelta el poder, Nicaragua corre el riesgo de entrar en una guerra civil y ello es lo último que queremos para nuestro país.
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*Artículo publicado originalmente en la Universidad Católica de Córdoba
Melisa Gorondy Novak es Licenciada en Relaciones Internacionales por la UCC. Master (M.A.) of Arts (Ciencias Sociales), Global Studies Programme, de la Universidad Albert Ludwigs de Freiburg (Alemania), FLACSO-Argentina y Jawaharlal Nehru University (India), con una especialización en Políticas Públicas para la Igualdad en América Latina de CLACSO. Trabajó desde 2012 como Coordinadora de Proyectos y Articulación Territorial de Asuntos del Sur. Fue en el marco de esta organización donde trabajó por el fortalecimiento de nuevas formas de participación ciudadana e innovaciones democráticas en toda América Latina, incluyendo esta experiencia en Nicaragua. Actualmente se desempeña como Consultora en el Departamento de Gobierno Abierto de la Secretaría General del Gobierno de la Provincia de Córdoba, como Coordinadora de Gestión Investigación y Vinculación del Instituto Federal de Gobierno y asimismo como Consultora en Innovación Política para diversas organizaciones en países de América Latina. Es Profesora de Economía Política Internacional e Introducción a las Relaciones Internacionales en la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la UCC. Investigadora en las áreas de economía política, desarrollo internacional, movimientos sociales e innovación política.
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