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#NiUnaMenos: contra el feminicidio en América Latina

Con la muerte de la víctima, no termina el ciclo de violencia: continúa a través de la impunidad al no garantizarse justicia a las víctimas ni castigo a los agresores. English

Andrés Del Río
7 noviembre 2016
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Proyección de la fotografía de Lucia Perez, una chica de 16 años violada y asesinada en Argentina en octubre, durante una manifestación en Rio de Janeiro, Brasil. 25 octubre 2016. AP Photo/Leo Correa. Todos los derechos reservados.

El pasado 19 de octubre, las mujeres se hicieron escuchar en una enorme manifestación en la Argentina y en otros países de la región. Al mediodía se realizó un paro general, dejando de trabajar entre las 13 a 14 horas. Posteriormente, a partir de las 17 horas, varias manifestaciones se produjeron en el país.  La movilización fue producto de la reciente muerte de Lucia Pérez, una adolescente de 16 años que fue drogada, violada y violentada con un objeto (empalada), y finalmente asesinada en la ciudad de Mar del Plata, en la provincia de Buenos Aires. NiUnaMenos es una respuesta extensa por la defensa de la vida de las mujeres contra la violencia constante y cotidiana que sufren, producto de la acción del hombre en un sistema de patriarcado profundo.

El colectivo #NiUnaMenos había mostrado su cara por primera vez en junio del 2015. A partir de la premisa de la lucha contra la violencia machista, el colectivo se manifestó en el centro de Buenos Aires y en 80 ciudades de las diferentes provincias del país. Se obtuvieron algunos resultados en el ámbito legislativo pero queda mucho todavía por hacerse. La magistrada Elena Highton de Nolasco lanzó el registro de feminicidios de la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Además, el Gobierno Nacional, a través de la Secretaría de Derechos Humanos, oficializó la Unidad de Registro de Feminicidios. Como así también la Unidad Fiscal Especializada en Violencia contra las Mujeres (UFEM). Esto último está amenazado por el actual gobierno, que pretende desmontarlo. A pesar de ciertos (y escasos) avances, entre la primera marcha de NiUnaMenos y la segunda (2015 y 2016) murieron 275 mujeres más como víctimas de violencia.

Quebrando fronteras: datos mortales

Las manifestaciones en Argentina encontraron eco en diferentes países latinoamericanos: Chile, Perú, Colombia, Uruguay entre otros. El 25 de octubre también hubo manifestaciones en Brasil.

América Latina es una de las regiones con mayores índices de violencia contra la mujer. Según los datos del 2015, en Argentina es asesinada una mujer cada 30 horas, totalizando ese año 277 feminicidios en el país. Las víctimas tienen entre 30 y 49 años de edad en el 46 % de los casos y, entre 18 y 29 años, el 34 %.

Según Phumzile Mlambo-Ngcuka, Directora Ejecutiva de ONU Mujeres, la policía brasileña registra todos los días un caso de violación cada 11 minutos. Se estima que solo se reporta un 35% de todos los casos de violación en Brasil.

El Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio de México indicó que a diario seis mujeres son asesinadas y que, entre 2012 y 2013, más de 3.800 murieron por razones vinculadas a su género. De esos casos, solo 613 fueron investigados y el 1,6 por ciento recibió sentencias.

La procuraduría de Colombia, en junio de 2016, alertó que cada tres días ocurre un feminicidio en el país. La impunidad es cercana al 90 por ciento, pues la fiscalía reveló que en los últimos diez años se abrieron 34 .571 procesos relacionados con feminicidios y sólo se han presentado 3.658 condenas.

Un informe de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) sobre feminicidio en 2014 señala que 83 mujeres fueron asesinadas por sus parejas o ex parejas en Perú; 71 en República Dominicana; 46 en El Salvador; 25 en Uruguay; 20 en Paraguay, y 17 en Guatemala. El Salvador, Honduras y Guatemala presentan algunas de las tasas de feminicidios más altas del planeta según estudio de la ONU 2016.  Los números hablan por sí solos.

La violencia contra las mujeres es el abuso más generalizado de los derechos humanos y el feminicidio es su expresión extrema. Catorce de los 25 países del mundo con las tasas más elevadas de feminicidio están en América Latina y Caribe.

Una cultura machista y violenta, totalmente expandida en una región, que se resiste a aceptar y a reconocer a la mujer en igualdad de condiciones y derechos. A considerarla sujeto. Sus cuerpos son tomados como propiedad exclusiva de hombres que no comprenden el mundo fuera de esa lógica. Una lógica cotidiana que se proclama con sólo prender la TV y observar las publicidades de cerveza. Además de convertir al consumidor en galán, la publicidad torna a la mujer en un simple objeto secundario, que es propiedad de ese consumidor. Respirar siendo mujer en América Latina es de por sí riesgoso y, al mismo tiempo, es un acto de lucha. Es círculo más próximo el que más comete atrocidades contra la mujer, víctima de todos los tipos de violencia: psicológica, física, sexual, moral y patrimonial.

Desafíos

Los datos presentados son solamente una pequeña parte: la grand mayoría de la violencia contra la mujer no es registrada o denunciada. Según Luisa Carvalho, de ONU Mujeres, casi el 98% de los asesinatos contra mujeres terminan, por diversas razones, impunes. Por ejemplo, en México, según el “Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio” solo entre 2012 y 2013 se registró más de 3.000 asesinatos contra mujeres, de los cuales, solo el 1,6% recibieron sentencias condenatorias.

Según la CEPAL, entre 2008 y 2016, 16 países de América Latina legislaron sobre el tema: 15 países han tipificado el delito de feminicidio (Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Perú y República Dominicana y Venezuela), mientras que Argentina estableció el homicidio agravado por razones de género en su legislación.

El Observatorio de Igualdad de Género de América Latina y el Caribe de la CEPAL indican que solo 8 países del continente asignan recursos en el presupuesto nacional y herramientas jurídicas idóneas para combatir la violencia de género. Además, solo marginalmente existe atención médica adecuada para casos de violencia, tanto para curar como para proteger. A nivel institucional, la recepción de las denuncias se convierte en la primera barrera: la falta de comprensión y la negligencia por parte de los agentes del Estado, son fundamentales para desestimar o desincentivar las demandas de violencia. De esta forma, las barreras institucionales, la falta de preparación y/o especialización en el tema, y la poca empatía de muchos de sus agentes, forman parte de la violencia institucional, además de tornarse en un fuerte obstáculo para las víctimas. 

En el horizonte inmediato, podemos visualizar barreras que impiden progresar en la lucha por la igualdad de género y contra la violencia machista: la necesidad de cambios educacionales y culturales, reformas institucionales (y  de sus agentes), innovaciones legislativas, políticas públicas de prevención, protección y de fiscalización eficaces, y el acceso de las mujeres a asistencia, justicia y reparación.

El feminicidio es un asesinato cruel, que se produce por el simple hecho de ser mujer. Pero los feminicidios, en su gran mayoría, son el último paso de un largo ciclo de violencia. Existe una trayectoria anterior de imposibilidades, torturas, mutilaciones, degradación y profundo sufrimiento de la víctima en su vida cotidiana. Y con la muerte de la víctima, no termina el ciclo de violencia: continúa a través de la impunidad ante la ausencia de garantías de justicia para las víctimas y de castigo para los agresores.

El último 19 de octubre se convirtió en un momento importante en la lucha contra la violencia contra la mujer. No es que Latinoamérica se esté despertando, sino que está haciendo visible su realidad. NiUnaMenos demuestra que es tiempo de lucha. 

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