
Soldados israelíes detrás de un activista palestino con una bandera de Brasil, celebrando el reconocimiento del Estado palestino. Ramala, diciembre 2010..(AP Photo/Majdi Mohammed)
“Israel carece de política exterior, sólo tiene política interior.” No siempre tan vigente, esa observación de Henry Kissinger, cuestionado acreedor del premio Nobel a la paz, permite analizar, una iniciativa de la que depende al equilibrio de la coalición del premier Benjamin Netanyahu: la designación en marzo pasado de Daniel Dayan como cónsul israelí en Estados Unidos, tras fracasar su acreditación como embajador en Brasilia.
En 1947 Brasil había encabezado la mayoría latinoamericana en la Organización de Naciones Unidas (ONU) favorable a dividir Palestina creando dos estados, uno palestino árabe y uno judío. Pero los demás países mayores y otros latinoamericanos –Argentina, México et al-, no acompañaron a Brasil en esa votación. Rechazada la pérdida territorial, entre otras, que conllevaba la creación de Israel, el mundo árabe y la conducción palestina de los años 40 trataron de impedirla. Su derrota bélica resultó en la apropiación hebrea de tierras correspondientes al Estado palestino primero, y en 1967 en ocupación israelí de todo ese Estado irrealizado. Luego –en especial a partir de 1977-, la casi continua sucesión de gobiernos ultranacionalistas israelís fue crecientemente criticada en América Latina, y un dictamen no vinculante de la Corte Internacional de Justicia declaró ilegales sus asentamientos en los territorios palestinos ocupados. A instancias brasileñas, desde 2010 también creció el reconocimiento al Estado palestino, sin conllevar ello su concreción, y la partición fue invocada por países como Uruguay para verlo nacer.
Dayan es argentino, y ex líder del ente aglutinador de los municipios de tales asentamientos ilegales siendo, para sus residentes, su “canciller” (si bien Brasilia habría sido su primer destino diplomático). Sus credenciales contrastan con las del enviado previo. De los escasos árabes en la diplomacia israelí, Reda Mansour, de filiación drusa, fue brevemente embajador en Brasilia desde agosto de 2014, tras haberlo sido en Quito anteriormente.
Si bien se citaron razones familiares, es posible y probable, aunque no garantizado, que esa gestión tocase fondo al iluminar Mansour un aspecto controvertido de la actuación hebrea en Siria: “la atención médica que Israel brinda a miembros de al-Nusra, afiliado a al-Qaeda,” instando a su cese, tras veinte drusos masacrados allí. La mitad de la población drusa mundial vive en Siria y ha sido víctima de la limpieza étnica contra todo lo ajeno al islam sunita que impulsa el franquiciatario de al-Qaeda y otros grupos, terroristas a ojos de quienes luchan contra el gobierno en Damasco y también a los ojos de éste. Desoída, la denuncia de Mansour puede haber sido castigada, puesto que dejaba en evidencia una limitación del compromiso Israelí con la lucha antiterrorista. Meses atrás, ignorando las implicanciones políticas de su ayuda a al-Qaeda, ya se superaban los 2.100 sirios atendidos por Israel
Derrotada en 2015 su candidatura a diputado, Dayan forma parte innegable del avance ultranacionalista israelí. El Hogar Judío, su partido, integra la coalición gobernante, siendo su líder, Naftali Bennett, ministro de Educación. Notablemente ávido de la presidencia del gobierno, Bennett es retenido por Netanyahu como garante de que no apoyará la línea contraria a un Estado palestino, incluso si lograra atraer a su coalición parte de las jibarizadas fuerzas más proclives a una solución biestatal del conflicto palestino-israelí. Ello abona la observación kissingeriana sobre cómo la política interna ocupa el espacio de la exterior.
Según un directivo del Centro Peres por la Paz, el entorno de Netanyahu es parte de su estrategia antipalestina. Más explícitos que éste, algunos aparecen aferrados a la quimera de que el paso del tiempo forzará el reconocimiento de los debilitados vecinos de Israel de que un Estado palestino no nacerá nunca.
Con ese trasfondo, ex diplomáticos y legisladores brasileños, y tres antiguos embajadores israelíes, instaron al gobierno de Dilma Rousseff a rechazar a Dayan. Aceptarlo era incongruente con la oposición brasileña a la ocupación de tierras palestinas en 1967. Por añadidura, enterarse de esa designación por un tweet exacerbó cierto malestar en la cancillería brasileña, éste ya atizado por la erupción palestino-israelí de 2014, cuando la desaprobación del tenor de la ofensiva israelí en Gaza llevó a Brasil, Chile, Ecuador, El Salvador y Perú a convocar a sus embajadores en Israel. Adicionalmente, Brasil y demás miembros del Mercosur, Paraguay excluido, requirieron un urgente alto al fuego. Tan infecundo como el de sus socios mercosureños, una demanda guaraní semejante demostró la futilidad de una redacción más amable.
La respuesta oficial hebrea caricaturizó a Brasil como “pigmeo” diplomático, mote enojoso, incluso antes de sospechar de un sustrato racista para su comparación con tal grupo de raza negra. Y más insultante aun para un serio interesado en integrar perennemente el Consejo de Seguridad. La exasperación sólo pudo crecer al difundir Israel la designación de Dayan antes de que fuese aprobada por Brasil. Ni siquiera habían solicitado el plácet, algo que sólo hicieron en septiembre, lo era legible como provocación de un Netanyahu ensayando imponer a Dayan.
Enterarse del nombramiento de Dayan por canales no oficiales dejó a Rousseff en la compañía del Papa y el presidente estadounidense, entre otros. Tras ser designado Jorge Bergoglio Sumo Pontífice, Netanyahu se autoinvitó a saludarlo, aprovechando su reunión en Roma con el jefe diplomático estadounidense. Pero Francisco lo recibió en fecha diferente, al requerir la Santa Sede que tales visitas sean debidamente concertadas con anterioridad.
Hay quien subraya la acefalia en la cancillería israelí, cuyo titular desde 2015 es Netanyahu, que la utiliza como zanahoria para eventuales socios de coalición. Pero no se trrata sólo es un catálogo de gaffes diplomáticas. También es muestrario de la arrogancia de quien ya se permitió humillar impunemente al presidente Barack Obama, maniobrando en el Congreso estadounidense en contra el acuerdo nuclear con Irán. Esa exhibición puede alentar las reincidencias. No sorprende que tiempo atrás El Salvador se enterase por la prensa que Israel había decidido cerrar su embajada allí por razones presupuestarias, o que Obama se enterase de igual forma de la cancelación de una reunión acordada con Netanyahu para antes de su gira latinoamericana, encuentro solicitado por el premier israelí.
Aunque no es el único beneficiario, la pérdida de poder por la mayor superpotencia ha sido provechosa para un Israel coordenadas económicas de primer mundo y dotado de un arsenal de primera potencia en Oriente Medio. De ahí que, sin que pueda ser acusado de ultranacionalista, y pease a recghazar la actitud israelí frente a los palestinos, el ex canciller Shlomo Ben Ami pudiera afirmar que "Israel disfruta de una influencia global sin precedentes”. Otrora estadounidense, esa cuota de poder ahora redistribuido entre otros convive en Israel con una vicecanciller, Tzipi Hotovely, de gran celo ideológico, pero carente de tacto y pericia. Su recurso a la comunidad judía brasileña para promover la aceptación de Dayan contradecía, por caso, lo frecuentemente oído sobre la importancia para Israel de los judíos del mundo.
Desde Folha de S. Paulo se alertó que, en cuestiones que afectan a ambos países, un vuelco judío “en cierto sentido” podía afectar a su comunidad. Torpemente redactado, ello permitió al presidente del la comunidad judía brasileña califiocar esa nota como judeófoba, sin servirse de la ocasión para cuestionar los dichos de Hotovely, tan poco felices como la doble lealtad insinuada en ese diario paulista. La maniobras anti-Dayan de Alon Liel, ex director general diplomático israelí, fue una traición para innúmeros hebreos, no sólo para los adalides de un gran Israel desde el Mediterráneo al Jordán. No sorprendería, entonces, si más de un brasileño considerase desleal una movilización judía contra su gobierno instigada por Hotovely que, lloviendo sobre mojado, incluso creyó posible que esos judíos serían más fieles a Israel que a Brasil.
Pese a este fracaso, Israel siguió buscando soportes y aliados. Para su cónsul honorario en Río, “rechazar al residente de un área bajo gestión conjunta israelo-palestina significa crear ciudadanos de segunda en un país que no acepta tal cosa, ni siquiera para sus no judíos.” Sin olvidar los contados altos cargos árabes –principalmente drusos-, sea en el Poder Judicial y la diplomacia hebrea, sus fuerzas armadas et al, y entre sus viceministros, corresponde matizar esta afirmación con lo anotado en Washington sobre la minoría árabe de Israel, “discriminada institucional y societariamente,” o las críticas europeas a “expresiones oficiales de racismo” hacia ésta. Israel, a pesar de todo, es una democracia, mayormente para sus judíos. No en vano Ahmed Tibi, diputado de la lista conjunta de los ciudadanos árabes de Israel subrayó que “son más de 50 las leyes que los discriminan abiertamente” –lo que para un ex analista de la CIA, ahora investigador afiliado a una universidad estadounidense, vuelve a la autoproclamada única democracia de Oriente Medio menos democrática que Túnez.
Ni las relaciones, dañadas por la ausencia de un embajador, ni el malestar entre los militares brasileños –conot¡cida después de que el ministro de defensa israelí abordase a su homólogo brasileño, alteraron la situación. En todo caso, Celso Amorim, ex jefe diplomático y de Defensa de Brasil, elevó la apuesta: era momento de reducir la dependencia militar con Israel. Poco después, Embraer (el gran fabricante de aviones brasileño) se desvinculó de la filial local de Elbit, firma israelí involucrada en una variedad de proyectos militares. Desde los años 80, Elbit proveyó componentes aviónicos para los aparatos de combate y otros de la fuerza aérea brasileña, así como diseño y tecnología para un satélite, siendo la fabricación en Brasil de drones israelíes como los adquiridos por Brasil, Chile y Colombia acaso el componente de mayor potencial comercial regional. Pero la cancelación de uno de los principales acuerdos comerciales, impulsados cuando el presidente israelí Shimon Peres visitó Brasil en 2009, era de origen multifactorial. Ya en 2014 el estado de Rio Grande do Sul dejó de lado un acuerdo con Elbit, ante la falta de los fondos federales previstos. La crisis económica brasileña exacerbó la escasez de financiamiento. Agréguense a ello las protestas de palestinos locales, entidades brasileñas ajenas a éstos y la embajada palestina, todos acentuando el hecho de que Elbit había servido a la ofensiva israelí contra Gaza y a su muralla separadora de Cisjordania.
Insistir con Dayan tenía su costo, pues, especialmente si la ausencia de otro candidatura era leída como una apuesta de Netanyahu a favor del impeachment de Rousseff y, por elevación, como obstaculización de la reelección de su predecesor Lula (quien tuvo un papel clave en la temprana búsqueda de un acuerdo nuclear con Irán y por ello, así como por alentar el reconocimiento regional a Palestina, escasamente grato para el ultranacionalismo israelí). En cambio, Dayan cree que Brasil busca invalidar que los colonos de asentamientos contenciosos representen a Israel en el extranjero. Ilustrando lo contrario, no fue casual la elección del ya aludido Bennett, habitante, como Dayan, de un asentamiento tde esta naturaleza, como enviado del gobierno israelí para la más reciente conmemoración del atentado contra la embajada israelí en Argentina.
De superar Rousseff el intento desestabilizador que significa en impeachment, Netanyahu se arriesgaba a quedar malparado en un lugar donde operan más de 200 empresas israelíes. Y podría verse obligado a elegir otro embajador a pesar de importantes consideraciones internas –con el déficit de credibilidad entre sus apoyos más extremos a la cabeza-, y a ajustarse a presentar nuevo candidato respetando el protocolo de una cancillería brasileña memoriosa y altamente profesional. Con mayor celeridad, lo mismo acontecería de ser Rousseff destituida.
El intento de imponer a Dayan por derecha o izquierda se había tornado inconveniente. Y en marzo, la cancillería israelí llamó a concurso la jefatura de embajada en Brasil, entre otras. Luego anulada y explicada como una gaffe, tal licitación parece haber sido un ejercicio para testear la reacción del público frente a un Dayan alejado de esa embajada, eludiendo así Netanyahu regalarle munición a Bennett y otros deseosos de liderar el gobierno israelí.
Ya a fines del 2015, la prensa israelí había mencionado un salvavidas para Netanyahu en el frente interno: enviar a Dayan a Estados Unidos, destino que éste habría preferido ab initio. Dista de sorprender, pues, que tras ocho meses de infructuosa espera, Netanyahu acordó que Dayan será el próximo cónsul general en Nueva York, con el agraciado haciendo alarde de belicosidad al declarar que “quienes no me han querido en Brasilia me han de tener en la capital del mundo.” Sugerente fórmula, esta variante de la caricatura anterior al parecer vuelve a ningunear a Brasil como liliputiense a partir de su centralidad neoyorquina.
Desde antes de mudarse, en la segunda mitad de año, la designación de Dayan ya tiene preocupados a sectores de la comunidad judía neoyorquina por su repercusión entre los formadores liberales de opinión allí. Publicista certero de “la devoción del presente gobierno por los asentamientos y la anexión (de los territorios ocupados, Gaza excluida),” el resarcimiento del futuro hostigador de los judíos estadounidenses contrarios a Netanyahu, temporalmente catalogados como “no judíos,” facilita la selección de un embajador aceptable para Brasil.
En comparación con el trato israelí a Obama y su vicepresidente –en 2010, la estadía en Jerusalén del segundo sirvió para realizar el anuncio sin complejos del agregado de 1.600 viviendas israelíes en territorio contencioso-, Rousseff cosechó un triunfo al resistir la imposición de Dayan. Entretanto, la negociación continua entre socios hipernacionalistas de la coalición de gobierno, no aleja a Netanyahu de su sospechada parcialidad al impeachment, en especial si su embajada en Brasilia permanece vacante.
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