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¿Tiene Cataluña derecho a la secesión?

Habiendo enseñado filosofía de la secesión en universidades de todo el mundo, sólo ahora, en reacción a Cataluña, tengo una idea de lo que puede justificar o no el derecho a la independencia. English

Kieran Oberman
13 octubre 2017
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Los votantes catalanes esperan ansiosamente los resultados del referéndum del 1 de octubre de 2017. Imágenes de Parrot Pascal / ABACA / ABACA / PA. Todos los derechos reservados.

El referéndum del 1 de octubre en Cataluña ha producido algunas imágenes impactantes: centros de votación tomados por asalto, votantes de edad avanzada con las caras ensangrentadas, bomberos (sí, bomberos) golpeados por la policía. La cobertura de la prensa y el amplio intercambio en las redes sociales certificaron un desastre de relaciones públicas para España. Los separatistas catalanes, al menos por un instante, consiguieron la atención del mundo y una parte de su simpatía. Pero ¿hasta dónde podría extenderse esa simpatía?

Uno puede condenar la violencia y dejarlo allí (como, por ejemplo hizo Bélgica). Pero la cuestión fundamental es si Cataluña tiene o no derecho a la secesión. Esta no es solo una pregunta sobre la consulta reciente. Incluso si se rechaza la legitimidad de esa consulta, la cuestión de si se debe celebrar otra sigue abierta todavía. No hay razón para que Cataluña no pueda celebrar un referéndum acordado como los de Quebec y Escocia. Lo que hasta ahora ha estado impidiéndolo ha sido la oposición del España. Entonces, ¿debería España ceder? 

No es ésta una cuestión fácil de contestar, porque está lejos de quedar claro qué es lo que daría a cualquier región el derecho de separarse. El debate público - en Cataluña, en España y en otros lugares - no ayuda mucha a responder a esta cuestión. La gente tiende a decidir estas cuestiones por motivos de lealtad y de emoción. Hay mucho agitar de banderas, pero muy pocos argumentos razonados. 

Por mi parte, me he peleado con la cuestión de la secesión durante muchos años. He enseñado sobre esto en universidades de todo el mundo: en Estados Unidos, en Bangladesh, en Irlanda y en Escocia. La secesión ha jugado un papel crítico en la historia de todos esos países, y los estudiantes han ofrecido puntos de vista valiosos. Pero incluso después de mis debates con los estudiantes, he intentado arduamente resolver estos asuntos en mi propia cabeza. 

No es que no tenga un juicio intuitivo sobre el tema. Como he indicado en un artículo que escribí durante el referéndum escocés, yo creo que a regiones como Escocia y Cataluña se les debe permitir la secesión. Pero me he peleado para encontrar una justificación adecuada para esta posición. En la literatura de la filosofía política (que es mi campo académico) hay algunos libros y artículos que resultan fascinantes, pero encuentro pocos argumentos que me resulten convincentes. Es sólo ahora, a la vista de lo que pasa en Cataluña, que finalmente tengo una mejor idea de en qué se basa mi postura pro-secesionista. Volveré a este punto más abajo. Pero primero, permítanme revisar lo que considero como algunos de los falsos puntos de partida más habituales. 

Primero, la democracia. Este es el argumento principal de muchos secesionistas catalanes. De acuerdo con el propio presidente catalán, Carles Puigdemont, una votación sobre la independencia es simplemente una “expresión de una democracia libre”. Desde este punto de vista, los catalanes tienen derecho a decidir si Cataluña es independiente, al igual que tienen derecho a decidir sobre cualquier otro asunto que les afecte. El problema con este argumento es que asume lo que está precisamente en cuestión: que Cataluña represente el electorado apropiado para tomar esta decisión. 

Otro electorado plausible sería la propia España. Pues no sólo Cataluña se ve afectada por la cuestión de la independencia. La independencia catalana tendría repercusiones muy significativas para España relativas a la economía y la identidad. También tendría un efecto dominó en otras regiones, como el País Vasco, que ha superado recientemente la violencia que provocó su propio conflicto secesionista.

En resumen, el argumento de la democracia no logra superar lo que podríamos llamar el "problema de simetría". La democracia puede ser defendida tanto para argumentar a favor de la secesión como para argumentar en contra. Pero para justificar la secesión, necesitamos justificar la "asimetría": explicar por qué Cataluña, y no España en su conjunto, tiene derecho a decidir.

La democracia no es el único argumento que padece del problema de la simetría. Otro argumento apela a la autodeterminación nacional. La idea de que una nación tiene el derecho de determinar su propio futuro está bien, pero hasta donde pueda estirarse. El problema surge cuando hay más de una nación en juego. La autodeterminación nacional catalana se contrapone a la autodeterminación nacional española. Uno no puede dar la expresión completa al uno sin limitar al otro. Algunos se opondrán frontalmente a este argumento y proclamarán que “Cataluña no es España”. 

Si hubiesen dos verdaderas naciones, entonces España sería el otro-que-determina y no el que se auto-determina cuando participa en los asuntos catalanes. Pero el hecho mismo de que la gente proclame este eslogan (Cataluña no es España) demuestra lo polémico que es. La identidad nacional no es como la física. Las naciones existen, se dividen o se superponen dependiendo de las creencias intersubjetivas. Mientras haya personas dentro de Cataluña y el resto de España que creen en una nación española muy arraigada, el concepto de autodeterminación nacional puede ser invocado por ambas partes. Y esto no ofrece un terreno firme para defender la secesión.

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El actual presidente catalán, Carles Puigdemont, y el ex presidente catalán Artur Mas. Imágenes de Matthias Oesterle / Zuma Press / PA. Todos los derechos reservados.

¿No hay argumentos que eviten el problema de la simetría? Sí, hay al menos dos. Uno de ellos es la autodefensa: la idea de que grupo de personas puede tener un derecho a separarse cuando se ven amenazados por alguna injusticia profunda. Tal argumento puede ser convincente. Habiendo sobrevivido recientemente a Saddam y al ISIS, y con un futuro aún tan incierto, el Irak Kurdo puede plausiblemente defender un argumento de este tipo. Cataluña, sin embargo, es diferente. Experimentó una represión severa bajo Franco, pero la España moderna, cualesquiera que sean sus defectos, es sin duda una democracia liberal pacífica. En términos de riqueza, seguridad y libertad, es uno de los países más exitosos en la Tierra.

Los secesionistas catalanes se quejan de que, como son una región más rica, pagan más al gobierno central  de lo que obtienen. Pero esta reclamación no puede despertar mucha simpatía. De hecho, para los que son de izquierdas, con su preocupación por la igualdad y la redistribución, este argumento es visto con particular desagrado. Puede haber reclamaciones más matizadas que pueden hacerse contra la disposición fiscal existente en España, pero incluso si las aceptamos, en ningún caso pueden llegar a ser injusticias tan profundas como los que ocurren con ISIS o las que ocurrieron con Franco. Es cierto que las cosas podrían empeorar. Si la violencia de Estado de que fuimos testigos el 1 de octubre se convirtiera en rutina, en seguida un argumento de defensa propia podría pasar a ser más convincente. Esperemos, por el bien de todos, que esa no sea la vía hacia donde nos dirigimos.    

El otro argumento que evita el argumento de simetría es la libertad de asociación. Es este el tipo de argumento que solo un filósofo puede manejar. El argumento compara los Estados con los clubes. Así como usted y sus amigos no necesitan la aprobación de nadie para crear un nuevo club o darse de baja de uno antiguo, tampoco las regiones necesitan la aprobación de su Estado para separarse. El problema con este argumento es bastante simple: la analogía falla. Los Estados no son como los clubes. La gente no se une voluntariamente a los Estados por el bien de su afición o pasión; se ven obligados a entrar en los Estados en aras de la justicia y la paz. Los Estados establecen las reglas básicas; los clubes y otras asociaciones ofrecen a las personas la oportunidad de perseguir sus intereses particulares.

Si los catalanes quieren formar asociaciones, pueden hacerlo. Cataluña ya cuenta con todo tipo de clubes y asociaciones, entre las que se encuentran la Federación Catalana de Fútbol, Asociación Catalana de Comunicación Científica, etc.. No necesitan que un Estado sea su club, y tampoco quieren que lo sea. Un Estado que intenta ser un club es como un padre que trata de ser un amigo. Necesitamos Estados. Necesitamos padres. Pero si queremos mantener nuestra autonomía individual, estas autoridades no elegidas en nuestras vidas deben asumir sus roles apropiados y no pretender ser algo que no son.   

Esos son los argumentos que considero poco convincentes. Entonces, ¿por qué estoy a favor de referendos independentistas? Durante un tiempo, pensé que el mejor argumento era meramente pragmático; la 'regla de que voten los de dentro” es, entre las alternativas, la mejor manera de minimizar el conflicto. Pero ahora creo que decir esto no es suficiente. Es importante que nosotros, como ciudadanos, sintamos algún tipo de conexión con nuestro Estado; que lo veamos como legítimo o, al menos, no como completamente ilegítimo. Esto no es porque los Estados sean como los clubes, sino precisamente porque son tan diferentes. Los Estados nos coaccionan. Nos dicen que hagamos ciertas cosas, y nos castigan si desobedecemos. Tal coerción puede ser justificada. Todo el mundo, excepto los anarquistas, acepta eso.

Pero es importante que, cuando nos coaccionan, entendamos de que no solo nos están coaccionando. Necesitamos poder mirar al Estado y pensar que, en cierto sentido, también es nuestro. Las instituciones estatales con las que interactuamos y las leyes en las que vivimos deben ser percibidas como familiares y benignas; debemos sentir que las instituciones estatales están aquí para servirnos a nosotros y a nuestra sociedad, no pueden ser percibidas un poder exterior. Cuando, por el contrario, el Estado aparece como extranjero u hostil, es difícil sentirse a gusto en el mundo.

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Contar boletas en una mesa de votación de Cataluña. Imágenes de Parrot Pascal / ABACA / ABACA / PA. Todos los derechos reservados.

A medida que se van desarrollando los acontecimentos, creo que cada vez más catalanes experimentan una sensación de alienación con respecto al Estado español. El espectáculo de la policía española siendo embarcada (literalmente ) y despachada desde otras zonas de España hacia Cataluña, no ha ayudado mucho, puesto que evoca paralelos con una ocupación por parte de una fuerza extranjera. Por supuesto, no todo el mundo en Cataluña se siente alienado. Los miles que protestaron en la manifestación a favor la unidad en Barcelona el domingo 8 de octubre creen claramente en la legitimidad de España. Por eso es crucial que el asunto se resuelva mediante un referéndum libre y honesto, en el que se dé la palabra a todos los catalanes.

¿Este "argumento de alienación" escapa al problema de la simetría? Eso creo. Si Cataluña se separara, la economía española podría sufrir significativamente y muchos españoles estarían profundamente molestos, pero seguiría viviendo bajo un Estado español que la mayoría reconoce como propio. No ocurre lo mismo con los catalanes a quienes se les niega un referéndum.

Pero me di cuenta de que el argumento plantea muchas preguntas. ¿Cuántas personas necesitan sentirse alienadas para exigir un referéndum? ¿Qué tan alienados deben sentirse? ¿Qué pasa con los posibles costos de la secesión, para aquellos dentro y fuera de la región que se separa? No puede haber un derecho absoluto a separarse, no importa cuán altos sean los costos - eso sería absurdo. Pero, ¿qué tan altos deben esos los costos para negar el derecho a la separación? 

Quizás la cuestión más difícil es la de las minorías dentro de las minorías. Considere el caso del Valle de Arán, una valle de Cataluña que tiene su propio arraigado sentido de independencia. Si Cataluña se separa, ¿se debe conceder al Valle de Arán su propio referéndum de secesión? El argumento de la alienación así lo sugeriría, pero muchos, incluso los propios separatistas catalanes, se opondrían a la posibilidad de que se produjesen secesiones sucesivas. 

No puedo pretender contestar a estas preguntas aquí. Mis pensamientos son demasiado inseguros, y estas cuestiones, demasiado complicadas. 

Esto me lleva a un punto final. Debido a que la secesión es una cuestión tan moralmente complicada, es crucial que ambas partes muestren un mayor respeto mutuo. Aquí no hay blanco o negro. Todos estamos en la zona gris de un desacuerdo razonable. Contrariamente a las declaraciones de los líderes políticos, ni el Gobierno español es Franco, ni el gobierno catalán es Hitler. Las partes en el conflicto deben dejar de agitar sus banderas y empezar a elaborar mejor sus argumentos.

Este punto es quizás particularmente importante para España, ya que es el gobierno español el que tiene los tanques y las brigadas antidisturbios a su disposición. Con tal poder, es demasiado tentador usarlo. El tema recurrente del gobierno español - y, más recientemente, del propio rey - es que la crisis catalana es, ante todo, una cuestión de reyes y tribunales. Nada más lejos de la verdad. Sí, el referéndum rompió la ley española, pero ahora se ha hecho perfectamente evidente, desde los tiempos de la lucha por los derechos civiles y otros grandes movimientos del pasado, que las personas razonables a veces violan las leyes por buenas razones. No deben ser rebajados a delincuentes comunes. De hecho, cuando dos millones de sus ciudadanos participan en un referéndum que ha sido declarado ilegal, envían una señal inequívoca de que estamos ante un problema político, y no ante un problema legal.

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