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Campesinos colombianos que defienden la paz

Desde hace casi dos décadas, una pequeña comunidad agrícola colombiana ha venido practicando tácticas de resistencia civil. Esta es una historia de guerra y sufrimiento, pero también de solidaridad y coraje. English.

Juan Masullo Jiménez
10 noviembre 2015
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Miembros de la CPSJA recuerdan a los que perdieron la vida defendiendo la paz en la guerra civil de Colombia

El verano pasado – un año después de terminar mi libro The Power of Staying Put (El poder de quedarse en el sitio) – regresé a La Holandita, Colombia, donde tiene su sede la Comunidad de Paz de San José de Apartadó (CPSJA). Mi admiración por la perseverancia, el ingenio y el compromiso de la CPSJA con la resistencia no violenta ante la guerra no había disminuido lo más mínimo.

Expuesta todavía a la represión y a la estigmatización por parte de los grupos armados presentes en la zona, esta pequeña comunidad agrícola del noroeste de Colombia sigue practicando una gran variedad de tácticas de resistencia civil que han sustentado la vida y los medios de subsistencia de sus habitantes durante casi dos décadas. Como comunidad de paz, la CPSJA no coopera ni busca el apoyo de grupos o entidades cuyo poder derive del uso de las armas, a saber: las fuerzas del Estado, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y los grupos paramilitares.

La CPSJA fue fundada en 1997 en San José de Apartadó, y los campesinos que la componen no huyeron de la violencia que estaban perpetrando estos grupos y entidades. Al contrario, se quedaron donde estaban, como acto de resistencia no violenta, y se declararon totalmente neutrales. Muchos de ellos han pagado con la vida por ello. En 2005, se vieron obligados a trasladar su sede a cierta distancia del pueblo, yendo por la carretera de La Holandita, al construirse un puesto militar en San José de Apartadó (lo que violaba abiertamente su razón de ser: la neutralidad). Sin embargo, hoy la CPSJA ha crecido hasta convertirse en una comunidad de paz sólida y compleja, que opera su propia escuela y gestiona actividades económicas autosuficientes. Muchos de los principales actores internacionales, incluidos la Fellowship for Reconciliation, Operazione Colomba y Peace Brigades International, así como un número creciente de iniciativas de paz de todo el mundo, reconocen a la CPSJA como referente y como edificadora de la paz desde la base.

Regresar a La Holandita este último verano fue como volver a casa. Me recibieron con cordialidad y cálidas sonrisas. Tuve la oportunidad de conocer a los nuevos miembros del Consejo Interno, jugar con los niños, ayudar en el huerto de la comunidad, gozar de unos días de estimulante vida comunitaria, y enterarme de lo sucedido desde mi anterior visita en la primavera de 2014.

La historia: sufrimiento, organización, coraje

La historia de la CPSJA es una historia de guerra, violencia y sufrimiento, pero también de solidaridad, organización y coraje.

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Credit: Juan Masullo J.

Situado al pie de la Serranía de Abibe, San José de Apartadó es una población rural muy unida, con una compleja historia de tensiones sociales y políticas y de violencia. Los sufrimientos que ha padecido se deben en gran parte a la ubicación del pueblo en la región geoestratégica y económicamente pujante de Urabá, que se convirtió en uno de los escenarios principales de la guerra civil colombiana a lo largo del siglo XX. Los habitantes son mayormente agricultores, con escaso acceso a la educación e ingresos exiguos.

La guerra alcanzó al pueblo a principios de los años 1970, con la llegada de grupos guerrilleros de izquierdas. A mediados de los años 1990, después de casi dos décadas de control insurgente, los habitantes de San José presenciaron la llegada de paramilitares de derechas. Con los paramilitares luchando por el control del territorio, los aldeanos se vieron arrastrados a una contienda violenta por el dominio de sus tierras. En estas circunstancias, y ante un aumento de la violencia que los campesinos percibían como ineludible, muchos decidieron abandonar la zona. Pero un pequeño grupo de ellos (unos mil) se quedaron, y decidieron desafiar colectivamente a los grupos violentos con métodos no violentos: no cooperación, auto-organización y perturbación social.

Actuar colectivamente y pacíficamente era lo único que los habitantes de San Josépodían hacer para intentar protegerse de la violencia en plena guerra, y salvar lo que quedaba de sus medios de vida. Muchos de los aldeanos y sus dirigentes (mayormente católicos) creen en el valor ético de la no violencia. Pero para ellos, el rotundo rechazo de la violencia era simplemente la mejor estrategia posible para garantizar un mínimo de protección, y mandar una señal inequívoca a todos los grupos armados de que no estaban dispuestos a cooperar con ellos y de su voluntad de mantenerse al margen de una guerra que no sentían como propia.

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Pedanía de La Unión en el pueblo de San José de Apartadó, en la región geoestratégica de Urabá. Credit: Juan Masullo J.

The Power of Staying Put incluye la historia casi completa de la CPSJA. Lo que me gustaría destacar aquí es, en primer lugar, las aportaciones originales que esta comunidad de paz comprometida y organizada puede ofrecer como guía a otras comunidades que viven en medio de una guerra; en segundo lugar, sus importantes contribuciones al proceso nacional para garantizar una paz duradera.  

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Credit: Juan Masullo J

Valores fundamentales de la Comunidad de Paz

Lo que hace que la CPSJA sea particularmente robusta y resistente es su estructura funcional y las estrictas reglas de conducta de sus miembros. Todo esto está claramente estipulado en su Declaración, firmada y presentada públicamente el 23 de marzo de 1997 en el centro del pueblo. Esta declaración fue el resultado de un proceso arriesgado y difícil de consulta y coordinación entre los habitantes del pueblo (con el apoyo de terceros en una fase posterior) a mediados de la década de 1990, en medio de un elevado nivel de violencia en la región.

Con este acto simbólico, que marca la fundación oficial de la Comunidad, se comunicó de manera inequívoca a todas las partes presentes - campesinos, representantes internacionales, miembros de organizaciones no gubernamentales nacionales, representantes de la iglesia y del gobierno local - la intención de los aldeanos de no cooperar con los actores armados y su voluntad de no tener absolutamente nada que ver con el conflicto armado. El proceso que condujo a la Declaración fue en realidad tan complicado, e implicó tanto esfuerzo, que se convirtió inmediatamente en un logro a celebrar - inicialmente cada tres meses, ya que no se sabía cuánto tiempo duraría la Comunidad, y ahora, cada año.

La Declaración de la CPSJA empieza con una descripción del contexto que llevó a los campesinos de San José a crear la CPSJA, codifica luego las reglas y expectativas que rigen la vida en la Comunidad, y termina con una lista de principios, la estructura interna y los procedimientos formales de la CPSJA. El artículo 3 de la Declaración explicita los principios estratégicos y los métodos no violentos de los aldeanos (las citas que siguen a continuación son una adaptación de The Power of Staying Put):

  1. "No participar, directa o indirectamente, en las hostilidades" [no participación]
  2. "No llevar o poseer armas, municiones y/o explosivos" [disciplina de no violencia]
  3. "No proporcionar apoyo logístico a cualquiera de los grupos armados" [no cooperación]
  4. "No acudir a cualquiera de los grupos armados para gestionar o resolver disputas internas, personales o comunales" [rechazo de la participación de los actores armados en la resolución de conflictos a nivel comunitario]
  5. "Comprometerse a participar en proyectos de trabajo comunitario" [auto organización, conocida también como programa constructivo]
  6. "Comprometerse a luchar contra la injusticia y la impunidad" [valores/causa]

Los habitantes de San José se abstienen asimismo de vender o consumir alcohol en la Comunidad. Esta regla, ejemplo de autocontrol, es una manera de evitar conflictos e infiltraciones y de reforzar la disciplina no violenta.

La Declaración tiene además un importante valor simbólico y práctico. En primer lugar, el valor intrínseco de reunir a una comunidad para explicitar por escrito su sufrimiento – creando una lista de agravios. Esto fortalece el sentido de unidad, ingrediente esencial para asegurar el éxito de un movimiento no violento. En segundo lugar, el valor de la presentación pública de una declaración colectiva, que confiere un elemento de formalidad a las acciones de la Comunidad. En tercer lugar, y en términos más prácticos, el valor del detalle de los elementos fundamentales de la auto-organización de la Comunidad (un componente central de la resistencia civil), incluida la composición y los procedimientos del Consejo Interno, así como la existencia y el papel de los grupos de trabajo temáticos y de los comités.

Todo esto en su conjunto, además de varios años de resistencia y trabajo comunitario, han forjado una fuerte identidad colectiva que es hoy el arma más poderosa de que disponen los lugareños para hacer frente a la multitud de desafíos que surgen casi a diario cuando se opta por la no cooperación con los actores armados en medio de una guerra civil.

El proceso de paz, issue du jour

El proceso de paz en La Habana fue un tema de conversación importante durante mi estancia en San José este verano. En un grupo de discusión en el que participaban miembros del Consejo Interno, incluidos algunos que habían sido elegidos recientemente, los dirigentes destacaron la importancia de la participación activa de los grupos locales y las organizaciones sociales de base en el proceso de paz. Aunque algunos de estos grupos fueron invitados a las conversaciones de La Habana, no todos sintieron que sus opiniones, como parte oficialmente implicada en las conversaciones, fuesen debidamente tomadas en cuenta.

Hablé con el dirigente de la Comunidad que fue a La Habana como víctima individual y también como representante de la CPSJA. Tras poner de relieve el arduo proceso de consulta interna que llevó a cabo la Comunidad para decidir si ir o no ir, considerando la relación que mantienen con el gobierno, explicó que la experiencia fue positiva en la medida en que las víctimas se reunieron cara a cara con los victimarios. Hizo hincapié en el plural de victimarios, porque considera que tanto las FARC como el gobierno colombiano son responsables de la violencia que ha afectado a San José de Apartadó. Me dijo:

 “A nosotros [las víctimas] nos invitaron, y esto es muy importante. A mi familia le ha afectado mucho esta guerra, y nos han maltratado todos los grupos armados. Esta es la razón por la que pensamos que yo era la persona idónea para acudir, como víctima individual y como miembro de la Comunidad de Paz. Tenemos que estar en el centro del proceso. Este proceso sólo puede tener éxito si nos toman en serio, si realmente incorporan la visión de las organizaciones sociales, de las organizaciones de víctimas. No se trata de ir allí una vez y ya está….”

Arriesgándose a ser acusados de viajar a La Habana como “amigos” de las FARC, él y la CPSJA se centraron en transmitir un mensaje muy simple durante las conversaciones: que la Comunidad es un ejemplo viviente de cómo la paz puede lograrse sin violencia. Y llevaron con ellos la propuesta de designar zonas humanitarias, respetadas por ambas partes, en las que los aldeanos puedan seguir con sus vidas con seguridad y tranquilidad, mientras llega la paz real y sostenida. La CPSJA ya había planteado esta propuesta hace años, pero nunca fue tenida en cuenta. Dado que ahora las dos partes están llegando a acuerdos, tenían la esperanza de que, esta vez, la propuesta podía tener éxito.

La propuesta no fue aceptada ni rechazada. Los negociadores dijeron que iban a evaluarla y que la discutirían. Para los representantes de San José de Apartadó este es un ejemplo perfecto de porqué una mera invitación a las conversaciones no es suficiente, y de que lo que se necesita para lograr resultados duraderos es una implicación más profunda y a largo plazo de las organizaciones sociales en el proceso.

Retos de futuro: violencia, estigmatización, intereses de las industrias extractivas

Mi visita este verano coincidió con la celebración del 18 aniversario de la resistencia no violenta en medio de la larga guerra civil de Colombia  - una guerra que lamentablemente, a pesar de los cambios constantes, no deja de afectar a los habitantes de San José.

Muchos son los desafíos que tiene por delante esta comunidad de paz. Los grupos armados hostigan todavía a los aldeanos y no respetan su neutralidad. El último comunicado de la Comunidad denuncia cómo en el mes de octubre (2015) han tenido que hacer frente a incursiones recurrentes y a la presencia de grupos armados (principalmente paramilitares) en su territorio. Además, como parte de una antigua estrategia de estigmatización, los aldeanos se enfrentan constantemente a difamaciones por parte de distintos actores, incluidas las fuerzas armadas estatales y varios medios de comunicación.

Más allá de estas formas clásicas de represión, la CPSJA debe lidiar también con el creciente interés de las industrias extractivas por sus tierras. Los miembros de la Comunidad han denunciado repetidamente que las organizaciones armadas, algunas con vínculos con empresas multinacionales, les han presionado para que abandonen o vendan sus tierras por casi nada.

La Comunidad, sin embargo, está bien equipada: cuenta con auto-organización, unidad, disciplina no violenta y la adaptabilidad necesaria para hacer frente a nuevos retos.

Doy las gracias a Amber French por ayudarme a armar este artículo y a ICNC por su apoyo en la redacción de The Power of Staying Put.

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