Las actitudes cambiantes del presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, ante el conflicto entre Rusia y Ucrania han generado confusión y preocupación. Confusión porque el presidente a veces sugiere apoyo al líder ruso Vladimir Putin, y a veces afirma apoyar la “soberanía de los Estados”, sin dejar clara su posición. Y preocupación por los posibles significados de su acercamiento a Rusia, un país tradicionalmente distante de Brasil a nivel diplomático.
Brasil condenó oficialmente las acciones de Rusia durante la votación de la Asamblea General de las Naciones Unidas el miércoles, 2 de marzo, siendo uno de los 141 países que votaron a favor de la resolución contra cinco que votaron en contra y 35 que se abstuvieron, manteniendo así el posicionamiento diplomático esperado.
Sin embargo, el domingo 27 de febrero, Bolsonaro había declarado que Brasil debería mantener la neutralidad, citando la importancia de los fertilizantes rusos como razón de su posición. “Tenemos que ser muy responsables, porque tenemos tratos especiales con Rusia. Brasil depende de los fertilizantes”, dijo a la prensa, señalando que “el tema de los fertilizantes es sagrado”.
Al mismo tiempo, Bolsonaro aprovechó para impulsar la aprobación del proyecto de ley nº 191 de 2020, que permitiría "la explotación de recursos minerales, hídricos y orgánicos en tierras indígenas", lo que solucionaría la dependencia de Brasil del potasio ruso, argumentó el presidente en Twitter, obviando los efectos catastróficos que esto significa para las comunidades, para la conservación de la biodiversidad y para el clima.
De esta forma, sacar a colación los fertilizantes como motivo de su acercamiento a Rusia parece más una cortina de humo que una genuina preocupación por la “seguridad alimentaria” de Brasil. Bolsonaro parece mucho más preocupado por granjearse el apoyo de Putin y así garantizar el acceso a las redes de desinformación rusas de cara a las elecciones presidenciales de octubre.
Participación rusa en la elección de Trump
En su visita a mediados de febrero a Putin, cuando ya la inteligencia estadounidense advertía de la inminencia de una invasión rusa de Ucrania, Bolsonaro se hizo acompañar a uno de sus hijos, Carlos Bolsonaro, como miembro de la delegación presidencial. La presencia de Carlos, que es un simple concejal municipal en Río de Janeiro, causó indignación, lo que llevó al Tribunal Supremo (STF) a solicitar una investigación sobre las circunstancias de su viaje. Su presencia también generó preocupación debido a la presumida participación de Carlos en el llamado gabinete del odio, una red digital de desinformación vinculada al gobierno, como señaló Jean Wyllys en “El informante”, su videocolumna de democraciaAbierta, sugiriendo que Bolsonaro tiene claros intereses ciberestratégicos en Rusia.
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