
Fotomontaje: Juan Ruiz. Imagen cortesía de ¡PACIFISTA! Todos los derechos reservados.
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De acuerdo con varios pronunciamientos de los voceros de ambas partes, parecía claro que la visita del Papa a Colombia, por su simbolismo, marcaría un momento adecuado para anunciar la finalización del tercer ciclo de diálogos en Quito (Ecuador) entre el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y el gobierno colombiano con un pacto mutuo de cese al fuego, a pesar de que todavía no parecía clara la posibilidad de llegar a un acuerdo. Sin embargo el 4 de septiembre, a dos días de que el Papa pisase Bogotá, el país amaneció con esa noticia: desde el próximo 1 de octubre y hasta el 12 de enero del año entrante (102 días en total), tanto la guerrilla como la fuerza pública cesarán en sus ofensivas militares.
La meta se logró después de que las negociaciones avanzaran lentamente. El gobierno exigió, para poder acceder al mencionado acuerdo, que el ELN se comprometiera a detener las hostilidades, que dejara de dinamitar oleoductos, abandonar los secuestros, parara el reclutamiento de menores y las extorsiones. Por su parte, el ELN exigió como prerrequisito para aceptar el cese bilateral, que el Estado se comprometiera a darle garantías a los movimientos sociales y populares, reconociera el asesinato sistemático de líderes sociales, mejorara las condiciones de los presos en las cárceles y se comprometiera a luchar contra el paramilitarismo.
Pero, ¿por qué la visita del Papa Francisco marcó un punto de encuentro entre dos delegaciones que hasta entonces solo daban señales de inflexibilidad en sus posturas? ¿Por qué llega este resultado en este momento, mientras buena parte del país ha sido testigo de la lentitud con la que avanzaba la mesa de Quito? ¿Se puede relacionar el cese al fuego con la visita del Papa?
“El solo hecho de que hubiesen estimado la llegada del Papa como una posibilidad de acordar el cese bilateral, da cuenta de que lo reconocen como un símbolo importante”.
Luis Eduardo Celis, asesor político de la Redprodepaz, ex miembro de las estructuras políticas del ELN entre los años 80 y 92, y Julián Barajas, miembro del equipo de Iniciativas de Paz del Centro de Investigación y Educación Popular (CINEP), que han seguido ambos de cerca el proceso en Quito y conocen muy bien el pensamiento de la guerrilla coinciden en que los valores católicos, aunque no inmutables al paso del tiempo, perviven en el ELN, cuya historia está marcada por figuras religiosas como Camilo Torres y Manuel Pérez. “El solo hecho de que hubiesen estimado la llegada del Papa como una posibilidad de acordar el cese bilateral, da cuenta de que lo reconocen como un símbolo importante”, dice Barajas. Celis, por su parte, señala que “una de las fuentes de las que bebió el ELN para consolidar su cultura política fue la Teología de la Liberación, que nació como una corriente dentro de la Iglesia Católica, expresión propia de los curas más cercanos a la realidad popular y obrera. Aunque no se trata de sinonimia, la Teología de la Liberación y ciertos sectores de la izquierda eclesiástica fueron cercanos y algunas veces se traslaparon con el movimiento barrial del ELN”.
Camilo Torres y el cura español Manuel Pérez, quizá las figuras más emblemáticas dentro del Ejército de Liberación Nacional, fueron ambos sacerdotes y ambos promotores de la síntesis entre las ideas socialistas y las enseñanzas de la religión católica. Así – coinciden Barajs y Celis - el simbolismo que mueve la presencia del Papa Francisco como máximo jerarca del catolicismo, quien por demás se ha expresado muy a favor de los procesos de Paz en Colombia, aún mueve fibras profundas dentro de la ideología del movimiento eleno.
Por supuesto que en la actualidad sería muy osado asociar a Francisco a la Teología de la Liberación. No obstante, lo que hasta ahora parece claro en el imaginario de la guerrilla es que la vocación social que ha mostrado Francisco en cuatro años de papado ha logrado cierta identificación con sus figuras. De hecho, un día antes del anuncio del cese al fuego, a través de su portal ELN-Voces, el grupo guerrillero publicó un editorial dándole la bienvenida al Papa Francisco e identificándose con palabras pronunciadas con anterioridad por el Sumo Pontífice: “Una Colombia en Paz debe tener memoria, coraje y esperanza”. El texto aprovechaba también para recordar la predicación de la encíclica Laudato Si, dictada por Francisco, que trae consigo “críticas al capitalismo”, una “guía a la esperanza”, un enaltecimiento de la pobreza, “como en su momento lo fue la figura histórica de Jesús”.
“Este papa es un Papa que se ha expresado de manera respetuosa y tolerante hacia comunidades juzgadas antaño por la Iglesia".
“Este papa es un Papa que se ha expresado de manera respetuosa y tolerante hacia comunidades juzgadas antaño por la Iglesia. Desde sus manifestaciones sobre los miembros de la comunidad LGTB, hasta su invitación a la tolerancia con los musulmanes. El Papa Francisco es inquieto frente a temas como la injusticia y el medio ambiente, siempre promoviendo un mensaje de paz”. De esta manera lo percibe Olimpo Cárdenas, periodista de Periferia Prensa Alternativa y vocero nacional de la Mesa Social para la Paz.
Entonces sí, como coinciden Barajas y Celis es posible relacionar directamente el cese bilateral con la llegada del Papa, “como un gesto de voluntad de Paz” por parte de la guerrilla. Es también, dicen, una manera de dejar claro que “si están sentados dialogando es porque tienen voluntad de superar el conflicto por medios distintos al de las armas y que están unidos como organización en esto”. No sobra recordar que el pasado 28 de agosto, a través de Twitter, la delegación de Paz del ELN reposteó un artículo publicado por La Plena, prensa alternativa del Caribe, que aseguraba que la guerrilla podría considerar un cese unilateral de no llegar a un acuerdo con el gobierno.
Aun así, el desescalamiento del conflicto gracias al cese de fuego y hostilidades pactado entre la guerrilla y el gobierno coincide con lo acordado por los ‘elenos’ en su V Congreso, donde si bien ganó por votación el proceso de Paz con el gobierno de Santos, se condicionó a que irían en igualdad de condiciones con el Estado - es decir, que no habría lugar para decisiones unilaterales por estar ambas partes igual de implicadas y comprometidas.
Si bien son muchos los elementos pendientes para que se logre una verdadera paz en la mesa de Quito - empezando, como señala Olimpo Cárdenas, “por el embolate del primer punto de la agenda (participación ciudadana) pactada entre la insurgencia y el Estado” -, un cese al fuego bilateral, además de ser un gesto de paz”, podría significar un alivio humanitario para los colombianos y, como aseguran Celis y Barajas, “darle más credibilidad colectiva” al proceso que avanza en Quito.
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