En marzo de este año, el presidente Duque presentó 6 objeciones a la JEP, entre las que se destacaba su desacuerdo con la “no extradición” que se establece en los acuerdos como una garantía al derecho de las víctimas de obtener justicia, verdad y reparación.
Tras intensas discusiones en el senado y el congreso a propósito de la aprobación o no de estas objeciones, el presidente sufrió un fuerte revés político al ser derrotadas.
A esto se sumó un verdadero terremoto que incluso obligó a renunciar al fiscal general cuando la JEP decidió no extraditar a Jesús Santrich, ex-comandante de las FARC.
La JEP apeló a la garantía de no extradición que ampara la seguridad jurídica a los ex-guerrilleros y da al país una posibilidad más amplia de verdad y justicia.
“Falsos positivos” y el pasado de la guerra
Pero llueve sobre mojado. En los pasados días, un artículo del NY Times puso en tensión al gobierno y sus fuerzas militares. Su autor reveló que un comandante del ejército habría ordenado a sus tropas duplicar la cantidad de criminales y rebeldes que matan, capturan o obligan a rendirse.
La orden además señalaba que no se podía exigir la perfección al momento de acciones letales, inclusive si se cuestionan quiénes son los objetivos que se atacan. Estas revelaciones provocaron amenazas de muerte al periodista, que tuvo que abandonar el país.
Esta alarmante orden, en la práctica facilita que civiles sean víctimas del Ejercito, situación reflejada en el pasado en las denominadas ejecuciones extrajudiciales o “falsos positivos”, donde las fuerzas armadas colombianas asesinaron a más de 2.000 civiles, incluyendo estudiantes y campesinos.
El objetivo: hacerlos pasar irregularmente como supuestos miembros de la guerrilla, engrosar los números y así aparentar cumplir sus objetivos militares.
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