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Criptomonedas para hacer frente a la desigualdad

Las criptomonedas pueden ayudar a llevar a cabo transacciones de igual a igual, sin pasar por las manos de burócratas. English

Elizabeth Stephens
12 febrero 2018
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Credit: By Guillaume Paumier (Own work) CC BY 3.0 via Wikimedia Commons.

El año 2017 será recordado como particularmente duro para la sociedad civil, especialmente para los países en el hemisferio sur. El pronunciado aumento en las restricciones gubernamentales en materia de libertades y derechos fundamentales, así como en términos de desigualdad, han jugado un papel fundamental para que la evaluación de este periodo sea tan negativa.

De acuerdo con un reciente estudio llevado a cabo por Oxfam, el 1% más rico del planeta posee actualmente el 82% de la riqueza, creándose un nuevo millonario cada dos días en el año 2017.

Sin embargo, estamos siendo testigos de cómo gente común está luchando contra un sistema que favorece sistemáticamente a las clases más altas de la sociedad a expensas de los demás. Gracias a CIVICUS Monitor, una herramienta online que controla las principales amenazas que la sociedad civil enfrenta en cada país, han sido registrados al menos 42 informes de activismo que está teniendo un impacto positivo en el desarrollo y mejora del espacio cívico en 2017.

Estamos siendo testigos de cómo gente común está luchando contra un sistema que favorece sistemáticamente a las clases más altas de la sociedad.

No obstante, no son solo activistas los que están desafiando el actual ‘status quo’, sino que ciudadanos de a pie también lo están haciendo. Estas personas lo están consiguiendo a través de innovaciones que promueven modelos económicos alternativos – como por ejemplo plataformas de ‘economía colaborativa’ (‘sharing economy’) y criptomonedas – que les permiten actuar en países donde la represión es una cuestión habitual, y donde solo las élites tienen acceso a realizar transacciones.

Economia compartida, recompensas compartidas

Amén de compañías multinacionales como Uber y Airbnb, las cuales crecen más rápidamente en países industrializados, las plataformas de ‘sharing economy’ están siendo adaptadas para cubrir las necesidades de los ciudadanos en sociedades en desarrollo – especialmente en aquellos donde los derechos a manifestarse libremente, a reunirse pacíficamente y/o organizarse en torno a una determinada cuestión, no son respetados –.

En estas naciones, dichas plataformas actúan a menudo como un modelo de mercado ‘hibrido’ que envuelve tanto servicios de pago como donados, compartidos a través de una red propia y libre de intervención estatal.

FabLab es una plataforma de prototipos técnicos para la innovación y la invención, que proporciona estímulo para el emprendimiento local. Sus oficinas se encuentran en todo el mundo, incluyendo más de 40 oficinas en América Latina, y los aprendizajes compartidos cargados en su plataforma les permiten a los miembros acceder tanto a espacios físicos de co-trabajo como a través de la red. Tryngo implica un intercambio de bienes en la comunidad más cercana a las personas. Y en Ginebra, han ampliado el concepto de economía colaborativa para incluir habilidades duras: ahora pueden compartir sus habilidades comerciales con otros miembros de la red de forma gratuita, y a cambio recibir capacitación en la Trade School.
 
En este contexto, Trade School, FabLab y otros modelos similares son capaces de abordar la demanda de servicios entre los ciudadanos y su falta de fondos para acceder a ellos, recurriendo a un mercado especializado dispuesto a donar o intercambiar servicios pro bono.

Cryptopoder para la gente

Fortalecidas por la tecnología de ‘Cadena de Bloques’ (‘Blockchain’ technology), las criptomonedas también han tenido éxito en países en desarrollo. Debido a la inmutable naturaleza de ‘Blockchain’, estas divisas encriptadas son capaces de asistir a los destinatarios de la ayuda internacional brindándoles la oportunidad de llevar a cabo transacciones de igual a igual, sin tener que ser mediados por burócratas, que en muchos casos les dejarían expuestos a extorsiones, sobornos y otras formas de corrupción.

Las criptomonedas también operan en el mercado global, combatiendo de manera efectiva la inflación que a menudo la población de estos países en desarrollo tiene que afrontar y que provoca la ineficacia de sus monedas nacionales, dejándolas inservibles.  BitPesa,  M-Pesa y  MicroMoney están siendo usadas muy activamente en países africanos y asiáticos para transferir criptomenadas, tanto a nivel local como internacionalmente.

De hecho, incluso la ONU está experimentando este modelo mediante transferencias en la criptomoneda  Ethereum a 10.000 refugiados en Jordania, ya que dicha moneda puede ser intercambiada mediante el uso del teléfono móvil.

Las criptomonedas y el modelo de economía colaborativa no son soluciones perfectas, ni tan siquiera son las únicas soluciones existentes, algunas de las cuales se pueden observar ya en el proyecto Fighting back in 2018. Asegurar la participación entre diversos grupos e individuos que no disponen de tiempo ni recursos para llevar a cabo servicios es un desafío para muchas de esta plataformas digitales de ‘sharing economy’.

Igualmente, la volatilidad del Mercado y la falta de formación sobre cómo funcionan las criptomonedas, representan un escollo tanto para la moneda en sí, como para aquellos que comercian con ella.

Mientras los millonarios acaparan titulares y el 1% de la población mundial toma decisiones críticas en Davos (Suiza) que afectan al resto del planeta, es importante resaltar que existen soluciones alternativas tanto para ciudadanos, como activistas y organizaciones.

Gracias a la considerable penetración de la telefonía móvil en la vida cotidiana, incluso en países menos desarrollados, dichas soluciones son ahora más fáciles de acceder que nunca.

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