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Ante un debate clave para Podemos: decidir el futuro del partido

Podemos está enfrascado en un apasionado debate previo a su segunda asamblea estatal el próximo fin de semana (Vistalegre II). Busca construir su democracia interna y su base social en España. ¿Pero cómo hacerlo? English

Simona Rentea Joan Pedro-Carañana
6 febrero 2017
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Unidos Podemos: Errejon, Bustinduy, Iglesias, Montero, Garzon, Mayoral y Bescansa después de las elecciones generales. Junio 2016.Jimenez Rodrigo/Press Association. Todos los derechos reservados.

En el ciclo post electoral, Podemos se enfrenta al desafío de encontrar la estructura, el liderazgo y la estrategia adecuadas para articular con éxito el rol socio-político que aspira a desempeñar en el futuro. En esta semana del 4 a 11 de febrero casi 500.000 inscritos en el partido están llamados a leer, debatir y emitir su voto sobre las diversas propuestas, una decisión colectiva de importancia crucial para determinar el futuro del partido, tal vez durante los próximos años. A partir de una serie de colaboraciones breves, este número especial contextualiza el voto y el próximo congreso del partido en términos de diferentes visiones de cambio social y político que compiten entre sí, articulando las ideas, estrategias y modelos de organización en conflicto que sustentan las principales propuestas.

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Tras décadas de movilización social, a lo largo de los años noventa y 2000, a partir de la idea de "cambiar el mundo sin tomar el poder" construyendo alianzas progresistas en espacios autónomos lejos del Estado, se puso sobre la mesa el carácter singular del régimen posfranquista del 78.

Este movimiento trajo una conciencia popular y global, no sólo de los profundos y perjudiciales efectos sociales provocados por la crisis económica, sino también de una considerable crisis política y de régimen en España. Los dos principales partidos políticos (PP y PSOE) y, con ellos, toda la clase política, fue acusada de una total incapacidad para representar a la gente que tanto se había movilizado ( de ahí el eslogan No nos representan). De esta manera, el 15M supuso volver a conectar de manera directa la cuestión del cambio institucional con la de la transformación social. El 15M despertó el deseo de hacer que las instituciones funcionen a favor de una mayoría social.

La aparición de Podemos en enero de 2014, y su sorprendente éxito en las elecciones europeas del 25 de mayo, fue vista como la ansiada llegada de un proyecto comprometido en canalizar el espíritu transformador del 15M en el ámbito institucional. El programa de las elecciones europeas de Podemos combinó propuestas anti-austeridad con una crítica del "bipartidismo", para producir uno de los programas políticos más ambiciosos que hasta entonces había formulado. El inesperado éxito electoral, y la frescura del mensaje generó una ola de optimismo, que culminó ese mismo verano con la creación de cerca de 1.000 asambleas locales y sectoriales (los llamados círculos) en toda España. Esta fase temprana se caracterizó por una falta de representación formal, por una horizontalidad y por una descentralización, que hicieron que las asambleas (algunas nacidas a partir de las asambleas vecinales que surgieron del 15M) funcionasen de manera completamente autónoma.

Esta fase del movimiento Podemos se acabó de manera abrupta en la primera asamblea estatal que tuvo lugar en la localidad de Vistalegre (conocida como Vistalergre I), en octubre de 2014, donde se hizo imperativa la formalización de la estructura del partido, haciéndose necesario elegir entre distintos modelos posibles. El modelo del partido-movimiento, con el apoyo de Pablo Echenique y los anticapitalitas, proponiendo una formación más horizontal, fue derrotado frente a un modelo alternativo, propuesto conjuntamente por las principales figuras del partido. La propuesta de un modelo más centralizado y jerarquizado, apoyada los dos líderes principales, Pablo Iglesias e Iñigo Errejón, construida sobre la hipótesis de éste último de la necesidad de constituirse como máquina de guerra electoral, que colocó la cuestión de la estructura y la eficiencia por delante de la cuestión de la democracia interna. Este modelo ganó con una abrumadora mayoría (un 80,7%).

Enfrentada a una rápida secuencia de elecciones locales, autonómicas y legislativas, esta corriente mayoritaria justificaba la existencia de una estructura más centralizada, más adecuada para mantener la coherencia, y que fuera capaz de responder más rápidamente al complejo juego de la competencia electoral.

Con los ojos puestos decididamente en ganar las elecciones generales, esta estrategia de asalto electoral a corto plazo, determinó una serie de decisiones clave: abrazar la transversalidad sobre un programa de demandas sociales más identificable a la izquierda; reducción de la política a la contienda electoral; una confrontación frontal con el Partido Popular y la adopción de la retórica de la guerra; un autoimpuesto aislamiento de los movimientos sociales y el intento de evitar el conflicto social en las propuestas y programas. En resumen: asumir una verticalidad organizativa y comunicativa.

El efecto de estas decisiones fue la subordinación al centro de las asambleas locales y otras estructuras, y el descontento cada vez más manifiesto entre los movimientos sociales de mayor amplitud, que se posicionaban en favor de una estrategia que fuera más de abajo a arriba, y de una concepción más amplia de la política y de la transformación social. Esta exclusión de la pluralidad hizo inviable el desarrollo de eficaces contra-poderes, capaces de contrarrestar la influencia perniciosa de tendencias oligárquicas de la organización del partido (como ilustra la “ley de hierro de la oligarquía ").

En nuestra serie anterior sobre Podemos, publicada en opendemocracy /democraciaAbierta, nos fijamos, entre otras cosas, en la resistencia a este proceso de centralización y de pérdida de democracia interna, tanto desde la base popular como desde los movimientos sociales. La sensación era que, en ese momento, el "acuerdo" antidemocrático de Vistalegre I sólo fue aceptado bajo la condición de que formase parte de un “contrato”, consistente en entregar al centro la iniciativa estratégica y de comunicación a cambio de que se obtuviese una victoria en las urnas. Pero esa victoria electoral nunca acabó de llegar, ni el 20 de diciembre de 2015, ni el 26 de junio de 2016, y la devolución de poder a la base y a los movimientos sociales, pactada en el acuerdo de Vistalegre I, aún no ha tenido lugar. 

Vistalegre II

Llegamos ahora a la segunda asamblea estatal de Podemos, que tendrá lugar el próximo fin de semana, los días 11 y 12 de febrero, en Vistalegre (II). La cuestión que esta asamblea pone sobre la mesa es cómo adecuar una estructura, creada inicialmente para luchar en guerras electorales, para afrontar el nuevo ciclo político de Podemos en la oposición, tanto institucional como parlamentaria, y la necesaria re-vitalización y compromiso con la base del partido. También es una oportunidad para llevar a cabo una reflexión colectiva sobre el éxito del modelo anterior (a la vista de sus costes). Hay un consenso declarativo, en todas las partes que participan en el debate, de que es necesario adoptar un nuevo modelo para el nuevo ciclo, y de la necesidad de restaurar algún nivel de democracia interna y de descentralización. Pero, a partir de los debates que han tenido lugar hasta ahora, es difícil imaginar lo que esto implica en la práctica. Las intervenciones recogidas en esta serie ilustran las posiciones de tres de las principales corrientes que existen en Podemos en la actualidad: el entorno de Iglesias, el grupo en torno a Errejón, y los anticapitalistas. Junto a representantes de estas tres corrientes, también hemos invitado a colaboradores de los movimientos sociales, como el movimiento municipalista, que han hecho sentir su influencia en el partido.

 Cisma

La principal diferencia entre la asamblea de hace dos años y la de ahora es que Iglesias y Errejón proponen dos conjuntos diferentes de documentos y listas de candidatos: Podemos para Todas , apoyado por el primero, y Recuperar la ilusión , promovido por el segundo.

Este cisma entre las dos figuras más visibles del partido ha tenido últimamente intensas repercusiones en los medios de comunicación y en las redes sociales en España, al declarar ambos que el voto será decisivo para determinar quién acabará  definiendo hacia dónde se dirige el partido. Esto puede crear la sospecha de que el proyecto de la dirección de Podemos siempre ha tenido, al menos, dos visiones, que coexistieron sólo gracias a un esfuerzo considerable por ambos lados, unidos solamente por el imperativo de "ganar". Una votación reciente sobre los contenidos de la discusión del próximo fin de semana dio la victoria muy estrecha a la propuesta de Iglesias, lo que indica que habrá una votación dividida y muy abierta a las dos opciones el próximo fin de semana.

Una tercera propuesta importante (aunque con menos apoyos) es la de los anticapitalistas ( Podemos en Movimiento), cuyo apoyo que parece ser decisivo para el éxito de cualquiera de las otras dos propuestas, (aunque parece mucho más próximo al grupo de Iglesias, si hay que atenerse a la reciente alianza entre ambos para hacerse con el liderazgo de Podemos Madrid).

 Cuatro días de debate

Las colaboraciones de los próximos cuatro días nos acercan el debate que está teniendo lugar y muestran lo que está en juego en Vistalegre II: la capacidad colectiva de construir la unidad desde la pluralidad o la posibilidad distinta de una profundización en la división, un mayor desencanto e incluso fragmentación. La pregunta principal es: ¿Puede Podemos encontrar el modelo adecuado para seguir siendo la fuerza política determinante para el cambio en España, capaz de movilizar a la mayoría social, o se convertirá en un abecedario que empieza a perder algunas de sus letras más importantes? Los inscritos deciden esta semana.

La selección del martes plantea la siguiente pregunta: ¿Sobre qué base debe Podemos abordar el nuevo ciclo político post-electoral? Podemos en relación con el régimen del ‘78. El primer día trata cuestiones fundamentales sobre el terreno de la batalla política, la naturaleza de las fuerzas a las que oponerse y las formas de organización necesarias. El debate está estructurado en una serie de contrastes clave entre los tres sectores más visibles (el de Errejón, el de Iglesias y anticapitalistas). Los términos clave son: consenso vs conflicto, lenguaje plural vs señas de identidad de izquierdas, clase media vs clase trabajadora, “oposición al PP” vs “oposición a todo el régimen del 78”, trabajo institucional vs movilización social y “recuperación de las calles”, con el primer grupo identificándose con la primera serie de términos y los dos otros sectores con la segunda serie de términos aunque diferenciándose en el peso específico y la articulación de los elementos considerados necesarios para el cambio social.

El miércoles preguntamos: ¿Se puede democratizar el partido en el próximo congreso del partido (Vistalegre II)? ¿Cómo? Las decisiones que se tomen esta semana tendrán importantes implicaciones en el modelo organizativo que se adopte durante los próximos años. Aquí el debate clave es entre la tesis del sector de Errejón de “ganar la normalidad” y la línea movimentista que se opone a la priorización de la gobernanza y la gestión institucional, proponiendo un uso de las instituciones como contrapoder y la profundización de la democracia más allá de la mera representación. Dada la dificultad de revertir Vistalegre I, algunas colaboraciones cuestionan la misma posibilidad de democratizar Podemos en el proceso que tiene lugar esta semana.

El jueves abordamos la cuestión de ¿cómo ampliar la base social de Podemos? Todas las colaboraciones parecen coincidir en que es necesario expandir la base social y el alcance de Podemos, pero difieren en el diagnóstico sobre hacia qué sectores y grupos sociales concretos dirigirse y cuáles son los medios necesarios para llegar a “los que aún no están” sin perder a “los que ya están”. Las personas que hay que atraer ¿se ubican en el centro político o en la izquierda progresista? ¿Son las madres y los ancianos? ¿Los habitantes de zonas rurales con realidades concretas? ¿O aquellas personas que “alguna vez estuvieron”, pero abandonaron como consecuencia de la estrategia de centralización y moderación o, por el contrario, de radicalización?; ¿Hay que apelarles desde alianzas con otras fuerzas transformadoras o en solitario? ¿Utilizando un discurso de moderación o un lenguaje de demandas sociales que pueda producir antagonismo e incluso miedo?

La selección del viernes se centra en ¿qué estrategias de comunicación son adecuadas para este nuevo ciclo post-electoral? Una de las áreas clave que Podemos siempre ha enfatizado es su estrategia de comunicación desarrollada a partir de diferentes interpretaciones del populismo. Los colaboradores consideran las posibilidades discursivas de apropiarse de los “significantes ganadores” mediante la expresión de una propuesta de identidad abierta, la reforma del sistema de medios para promover la independencia, el pluralismo, la transparencia, el empoderamiento profesional, los medios comunitarios y las cooperativas, y la consideración de las fuertes limitaciones que existen actualmente para la implementación exitosa de una estrategia de comunicación basada en un diagnóstico y una narrativa más integradora y unitaria: ¿es esto ahora posible?

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Los editores agradecen su colaboración en el especial a Livia Gasparini, Katherine García, Lucas Asnis, Lucía Sendargorta, Sofía Blanco, Elan Pinedo, Pato McKelligang y Pedro Candela.

 

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