De hecho, la tinta de la histórica declaración apenas se estaba secando cuando, apenas unas horas después de haber sido votada en la Asamblea General de la ONU el 17 de diciembre, un tribunal nicaragüense sentenció a dos líderes locales del movimiento campesino a 21 años de prisión por su participación en protestas antigubernamentales.
Los arrestos, juicios y sentencias de Medardo Mairena y Pedro Mena por cargos de terrorismo fabricado en diciembre, provocaron una amplia condena internacional.
Los dos activistas campesinos, junto con el Consejo Nacional en Defensa de la Tierra, el Lago y la Soberanía, habían encabezado una campaña de protesta durante años contra los planes del gobierno para construir un canal interoceánico, el cual resultaría desastroso para la tierra, el agua y el medio ambiente de las comunidades campesinas alrededor de la ruta designada del canal.
Irónicamente, Nicaragua, que se encuentra en una crisis política provocada por la violenta represión estatal de las protestas masivas a favor de la democracia que ha dejado más de 300 muertos, se encontraba entre los países que votaron a favor de la declaración mientras continuaban atacando a las organizaciones de derechos de los campesinos.
Pero la presencia de Nicaragua en la lista de países centrales que apoyan la declaración, mientras en el país se continúa reprimiendo violentamente la disidencia y criminalizando al movimiento campesino, plantea serias dudas sobre la integridad y legitimidad de la declaración.
¿De qué sirve este compromiso de proteger los derechos de los campesinos cuando aquellos que se organizan para exigir sus derechos son encarcelados por gobiernos que se han comprometido a ello?
En varios países de América Latina, los activistas campesinos han sido objeto de persecución, incluyendo intimidación, agresiones, arrestos y detenciones arbitrarias, acoso judicial y asesinatos, por su oposición a proyectos que violan sus derechos y amenazan su supervivencia.
Justo el 27 de marzo, la policía de Paraguay impidió que una marcha campesina anual en el centro de la capital, Asunción, siguiera adelante. La policía actuó bajo una ley restrictiva que prohíbe las manifestaciones en el centro de la ciudad antes de las 7 de la tarde. Los manifestantes exigían urgentemente una reforma agraria. Según la organización internacional de ayuda, Oxfam, cerca del 90 por ciento de la tierra cultivable de Paraguay es propiedad del cinco por ciento de la población.
Pero la persecución de estas organizaciones en la región no ha disuadido al activismo - los manifestantes campesinos guatemaltecos bloquearon caminos y carreteras principales para poner de relieve un deslizamiento hacia una crisis de derechos humanos en su país que incluye el aumento de los ataques contra las comunidades campesinas indígenas que protestan contra los proyectos de las compañías transnacionales que amenazan sus tierras y recursos naturales. Siete activistas fueron asesinados en un solo mes, entre mayo y junio del año pasado, en lo que parece ser una nueva etapa de represión.
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