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Hostigamiento y persecución de las voces que denuncian la represión en Nicaragua

Existe una necesidad apremiante de que la comunidad internacional reconozca el derecho a defender derechos y se comprometa con su protección. English

Natalia Gomez Peña
16 diciembre 2018
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Un manifestante sostiene una bandera nicaragüense sobre un edificio durante ua protesta espontánea contra el gobierno de Daniel Ortega en Managua, el 1 de Junio de 2018. Foto: Carlos Herrera /DPA/PA Images. Todos los derechos reservados.

El miércoles 12 de diciembre, la Asamblea Nacional de Nicaragua votó para cancelar la personalidad jurídica del Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (CENIDH). Después del anuncio, Vilma Núñez, de 80 años, la presidenta de CENIDH y una de las defensoras de derechos humanos más reconocidas en la región, declaró: "Hemos hecho nuestro trabajo con convicción y lo seguiremos haciendo hasta que Nicaragua sea realmente libre".

Apenas una semana antes, conocí a Doña Vilma, como se la conoce cariñosamente, en Washington DC cuando vino con una delegación de organizaciones de derechos humanos de Nicaragua para participar en una audiencia ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y presentar su testimonio sobre el estado continuo de represión que se vive en el país.

Su fortaleza y compromiso con la protección de las libertades cívicas en su país son notables. Sin embargo, su voz tenía un tono de tristeza cuando hablaba sobre cómo la situación continúa deteriorándose en Nicaragua.

Durante la audiencia, los activistas proporcionaron información actualizada a la Comisión sobre cómo ha evolucionado la crisis de derechos humanos en Nicaragua y las graves consecuencias para las personas en el país.

Las organizaciones denunciaron que el Estado de Nicaragua continúa castigando la protesta social y la disidencia política, a pesar de los incesantes llamamientos para poner fin a la violencia.

Las amenazas al espacio cívico en Nicaragua no son nuevas. La sociedad civil en el país ha estado enfrentando crecientes restricciones a medida que el poder político se ha concentrado cada vez más en los últimos años y el espacio cívico ha sido reprimido por completo.

Sin embargo, la situación ha empeorado desde abril de 2018 cuando los cambios regresivos propuestos al sistema de seguridad social provocaron protestas masivas en todo el país. El gobierno reprimió violentamente las manifestaciones. Desde entonces, más de 300 personas han muerto y más de 600 permanecen detenidas.

Los abusos y violaciones al espacio cívico en Nicaragua varían desde la represión violenta de la protesta social, la violencia contra los periodistas y la censura de los medios de comunicación, y el arresto y criminalización de activistas, hasta la introducción de restricciones al espacio cívico a través del marco legislativo.

Si bien las protestas a gran escala han disminuido, el gobierno continúa silenciando a sus críticos utilizando sus fuerzas estatales. Además, la represión ha sido acompañada por esfuerzos de desinformación (por ejemplo, con respecto al número de personas heridas o muertas) y la censura de los medios de comunicación para mantener la situación fuera del foco de atención.

Más recientemente, el gobierno decidió comenzar a cancelar la personalidad jurídica de las organizaciones de la sociedad civil. Cuatro de ellas, incluido el CENIDH, ya han visto cancelados sus registros.

El gobierno de Nicaragua incluso despojó de la nacionalidad nicaragüense y deportó a la directora de una de esas organizaciones, Ana Quiroz, una costarricense de nacimiento que había vivido y trabajado en Nicaragua por más de 40 años. El panorama es extremadamente preocupante.

La situación del CENIDH es solo una muestra del hostigamiento, la persecución y la represión que enfrentan los defensores de derechos humanos en el mundo. Existe una necesidad apremiante de que la comunidad internacional reconozca el derecho a defender derechos y se comprometa con su protección. Y, además, con proporcionar un espacio seguro para que los defensores hagan su trabajo.

 A pesar de los obstáculos, el CENIDH continuará denunciando la represión y apoyando a las víctimas de violaciones de derechos humanos en Nicaragua.

La semana pasada en Washington, Doña Vilma nos habló sobre sus 60 años trabajando por la protección de los derechos humanos. Nos habló de los tiempos difíciles de la dictadura de Somoza. Nos habló sobre la esperanza que la revolución sandinista había traído al país y cómo esta se había desvanecido en los últimos años.

Nos habló de la gran decepción que sentía porque después de dedicar su vida a la protección de los derechos humanos su país está ahora inmerso en una represión que ha dejado a cientos de personas muertas, heridas y exiliadas. Pero también nos habló sobre la esperanza para el futuro y sobre su compromiso por seguir trabajando por la protección de los derechos humanos.

Sé que, a pesar de los obstáculos, el CENIDH continuará denunciando la represión y apoyando a las víctimas de violaciones de derechos humanos en Nicaragua. Doña Vilma estará en el frente, ya que ya declaró que persistirá en su trabajo como defensora de los derechos humanos hasta que "su cuerpo lo permita".

Nosotros, desde el exterior, continuaremos apoyando su lucha y admirándola a ella y a todo el equipo del CENIDH por su invaluable compromiso con la democracia.

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