
Terremoto en Puerto Rico demuestra que el gobierno no puede manejar una crisis
Los sismos no solo sacudieron los cimientos de las edificaciones, sino que sacudieron los recuerdos vívidos del huracán María en la Isla y la gestión deficiente de sus desastrosas consecuencias. English

Antes que rayara el alba de la celebración del Día de los Reyes Magos, los puertorriqueños despertaron sacudidos por un movimiento telúrico de gran intensidad al sur de la Isla. Con los sismos del 6 y 7 de enero, de 5.8 y 6.4 de intensidad respectivamente, no solo sacudieron los cimientos de las edificaciones de las cuales muchas colapsaron, sino que se sacudieron los recuerdos vívidos del huracán María que arrasó la isla en septiembre del 2017.
Como en aquella ocasión, el terremoto dejó evidenciada la falta de preparación del gobierno para atender estas crisis catastróficas, y cómo los ciudadanos se han visto obligados una vez más a tomar las riendas de los esfuerzos de recuperación. Además, en esta ocasión el impacto del sismo en la zona suroeste ha acentuado la desigualdad existente entre el norte y el sur de la isla, que los mismos ciudadanos se han encargado de desdibujar.
Después del huracán María en 2017, la fragilidad de la infraestructura eléctrica y la carencia de planes efectivos para el manejo de emergencias en la isla quedó al descubierto. Con los terremotos recientes nos hemos dado cuenta de que los problemas permanecen ahí, e incluso han empeorado. La necesidad y la pobreza siguen golpeando a la población, y la falta de planificación y la negligencia gubernamental adquieren dimensiones escandalosas ante la imposibilidad de atender debidamente a los miles de puertorriqueños afectados por los movimientos sísmicos, los más violentos en la isla en más de un siglo.
Los terremotos se fueron a pocos kilómetros de la costa sur de la isla. Al amanecer, los puertorriqueños en los municipios de Guánica, Guayanilla, Peñuelas, Ponce y otras ciudades de la vecindad, se despertaron en un paisaje de casas desplomadas, carros aplastados por los cascotes de las edificaciones, escuelas destruidas, y con los servicios de energía eléctrica y de agua potable interrumpidos.
En casi toda la isla, el precursor directo del movimiento sísmico fue la caída de la red energética y muchos ciudadanos describen haber quedado a oscuras justo antes de que comenzara el sismo. Frente al temor a que se desplomen los techos sobre sus cabezas, miles de personas se han visto en la necesidad de dormir en la intemperie, e incluso en los lotes de estacionamiento de los refugios existentes.
Esto ha provocado una sensación de inseguridad entre padres de estudiantes del sistema de educación pública, que desconfían de enviar a sus hijos a la escuela por miedo a lo que pudiera suceder en el evento de un terremoto dado el precario estado de las infraestructuras públicas
Terremotos vs Huracanes
La diferencia crucial entre terremotos y huracanes es que los sismos no avisan. No dan tiempo a prepararse, no hay capacidad de poner en marcha alertas y anticipar respuestas para los afectados. Pero mientras que los puertorriqueños acumulan ya una vasta experiencia con los eventos atmosféricos, en estos días se ha puesto en evidencia que no están suficientemente preparados para los temblores de tierra. Aunque los protocolos escolares y de muchas organizaciones incluyen simulacros de terremotos, numerosas empresas y agencias han tenido que revisar sus planes de evacuación y el estado de su estructura organizacional a raíz de las vulnerabilidades descubiertas en estas experiencias extremas.
Frente a un huracán se puede determinar una fecha de inicio y de final, pero con los terremotos no se puede precisar cuándo van a ocurrir, y las réplicas impiden conocer una fecha en que se acaben los movimientos, ni tampoco su verdadera magnitud. Este factor de impredictibilidad crea un ambiente de incertidumbre entre la población, lo que tiene como consecuencia que el país esté esencialmente paralizado sin que las autoridades transmitan la sensación de que la situación está bajo control.
Infraestructura insegura
Los daños en ciertas edificaciones han sido numerosos. Entre los edificios más afectados por los sismos se encuentra la Escuela Agripina Seda en Guánica, una estructura de 3 plantas, que sucumbió al terremoto y levantó serias preocupaciones sobre el estado de la infraestructura del país, particularmente de las escuelas.
Esto ha provocado una sensación de inseguridad entre padres de estudiantes del sistema de educación pública, que desconfían de enviar a sus hijos a la escuela por miedo a lo que pudiera suceder en el evento de un terremoto dado el precario estado de las infraestructuras públicas.

La población ha presionado al gobierno para que inspeccione la integridad estructural de las escuelas exigiendo que se certifique que puedan tolerar sismos antes de ponerlas en servicio (algo que no se debería tener que pedir siquiera). También en los recintos de la Universidad de Puerto Rico se han llevado a cabo inspecciones a cargo de equipos de ingenieros gubernamentales.
Pero los estudiantes han protestado, queriendo tener información sobre quienes componen realmente estos equipos de inspección y cuáles son los procedimientos utilizados. El Colegio de Ingenieros y Agrimensores de Puerto Rico reveló que solo 500 escuelas del país están reforzadas contra terremotos, e instaron al gobierno a revelar cuales son.
Realidad Norte - Sur
La geografía de la isla y el diseño de la infraestructura vial siempre ha puesto en evidencia la existencia de un marcado contraste entre el norte y el sur de la isla. En el sur el clima es más árido y seco, por lo que las mayores concentraciones urbanas están en el norte, con un clima mucho más tropical. Por todo el país hay miles de edificios industriales abandonados, pero destacan especialmente los del sur, donde están los restos de las refinerías de petróleo que en el pasado inyectaban muchísima riqueza a la economía y que llegaron a ser una de las más grandes del mundo en los años 50 del siglo pasado.
Pero tras el cierre de estas enormes instalaciones industriales en el sur, la mayor parte de la actividad económica se trasladó a la mitad norte del país. Este desbalance económico y de recursos ya empeoró con el huracán María y los reciente terremotos no han hecho más que acentuarlo. Este fuerte desequilibrio ha impedido a los alcaldes del sur atender directamente la emergencia y la destrucción en sus ciudades por falta de recursos.
A raíz de esta emergencia, las redes sociales reflejan esta tensión norte-sur. El epicentro de los sismos se situó en el suroeste de la isla mientras que en la mitad norte del país no hubo daños mayores. Pero ha sido la misma ciudadanía quien se ha encargado de superar esta división norte-sur con movimientos de solidaridad y acción colectiva para llevar ayuda y suministros a los damnificados, haciendo que los puertorriqueños afectados no se sientan aislados y abandonados por su gobierno en este tiempo de crisis.
Los puertorriqueños han decidido no esperar ninguna ayuda de recuperación y tomar el asunto en sus propias manos.

La respuesta a la emergencia
Lamentablemente, este evento sísmico ha creado situaciones insostenibles que afectan a los derechos de la sociedad puertorriqueña, especialmente relacionadas con el derecho a la vivienda. Numerosos niños, mujeres y ancianos se han visto desamparados, obligados a dormir a la intemperie y cientos de personas que han perdido sus hogares están desorientadas sin saber qué hacer.
El problema radica en que la respuesta del gobierno ha sido muy lenta. Recientemente escuchamos a María Meléndez, alcaldesa de Ponce, una de las ciudades del sur que fue más afectada, quejarse ante la prensa sobre la actuación de otros alcaldes, que no estaban haciendo la debida gestión de logística y burocrática para asegurar a la población recursos tan básicos como el agua. Esto cuestiona el nivel de preparación del gobierno ante un evento súbito como este y hasta qué punto la capacidad de respuesta ante una situación de emergencia se ve obstaculizada por procesos burocráticos absurdos.
Finalmente el gobierno puertorriqueño junto al presidente Trump han declarado a la Isla en estado de emergencia. Pero Trump solo aprobó destinar $5 millones para los trabajos de reconstrucción después del terremoto. Esto es una cantidad ridícula para atender a los miles de puertorriqueños que se han visto desplazados y que están durmiendo en las calles. La gente de la Isla todavía espera que la Casa Blanca firme una 'declaración de desastre mayor' que podría hacer disponibles los fondos para el alivio del desastre. Sin embargo, los puertorriqueños han aprendido la lección que dejó el huracán María.
Frente al hecho de que el gobierno de Trump aún no ha desembolsado $18 mil millones en fondos de recuperación aprobados por el Congreso, haciendo constante alusión a los políticos corruptos como excusa para retener el dinero, los puertorriqueños han decidido no esperar ninguna ayuda de recuperación y tomar el asunto en sus propias manos.
Que esa desconfianza generalizada contra el gobierno para manejar esta crisis se traduzca en acción política y democrática concreta.
Ante esta situación, y como ya es costumbre entre los puertorriqueños en tiempos de crisis, la ciudadanía se ha levantado masivamente para ayudar a sus hermanos en el sur de la isla. Desde la donación de artículos de primera necesidad hasta el ofrecimiento de servicios profesionales y de transporte a los damnificados por los terremotos, la respuesta solidaria ha sido contundente desde todas partes de la isla y también por parte de la diáspora. La plataforma Airbnb, por ejemplo, ha activado su plan “Open Homes” para brindar alojamiento gratuito a los damnificados y a las personas que están trabajando en los esfuerzos de recuperación. También se han desplegado grupos de voluntarios para construir refugios para las víctimas sin esperar a que lleguen las ayudas gubernamentales.
Esta autogestión de los boricuas, aunque es una importante y necesaria respuesta solidaria, no debe excusar al gobierno de su inacción. Como puertorriqueños debemos denunciar la negligencia del gobierno ante la responsabilidad social y política que el pueblo les ha delegado. Todavía más importante, que esa desconfianza generalizada contra el gobierno para el manejo de esta crisis se traduzca en acción política y democrática concreta.
Mientras se hace frente a la incertidumbre frente a las fuertes réplicas sísmicas y sigue llegando ayuda y suministros para los damnificados, quedan muchas preguntas aún sin contestar. ¿Cómo va a responder un gobierno central, que está sin recursos, a la crisis humanitaria que vive el sur de la Isla? ¿Cuándo se reformará la Autoridad de Energía Eléctrica de forma que asegure a los ciudadanos una infraestructura eléctrica confiable, duradera y de calidad? ¿Qué va a hacer el gobierno para garantizar que estas personas tengan un hogar seguro? Y lo que todavía es más inquietante, ¿cómo se va a garantizar la seguridad de los estudiantes y los maestros en las escuelas ante el reinicio el nuevo semestre escolar? ¿Cuánto tiempo habrá que esperar para se liberen los fondos en su totalidad destinados a la recuperación del huracán María y, ahora, a los terremotos?
La respuesta de las autoridades a estas preguntas es incierta, pero de lo que sí estamos seguros es que con la tenacidad del pueblo puertorriqueño, la solidaridad y la hermandad que los une ya sea un huracán, inundaciones o terremotos, Puerto Rico siempre se levanta.
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