Pero el trasfondo del conflicto actual es más complejo. Es innegable que las necesidades de las población indígena son urgentes, pero la gestión de la Conaie, que recibe fondos públicos para ejecutar programas en temas de salud y educación, ha sido muy deficitaria. Además, la radicalidad y falta de flexibilidad de su líder, Leónidas Iza, quien se empeña en que los diez puntos que exige la Conaie sean aceptados sin ningún debate, menoscaba los procesos de generación de consenso y acuerdo imprescindibles en cualquier país democrático. Si bien el Estado ecuatoriano ha sido muy deficitario en cuanto a la política con los indígenas, éstos no pueden monopolizar cualquier negociación con el gobierno, dejando de lado al resto de la sociedad.
Lasso, un ex banquero multimillonario, fue elegido en abril de 2021 tras el fracaso de los gobiernos de Rafael Correa y su sucesor, Lenin Moreno, llamados progresistas pero que no cumplieron con sus promesas de reforma social, sino que dieron un fuerte bandazo a la derecha e impulsaron el extractivismo, provocando importantes protestas y un violento conflicto con los indígenas en Octubre del 2019, un serio precedente para la situación de estallido social actual.
Aunque fue elegido sobre la base de promesas económicas conservadoras para crear puestos de trabajo y elevar el nivel de vida, las políticas de mercado de Lasso, acordadas con el FMI, se han traducido en fuertes recortes del gasto social, reducciones de impuestos para los inversores de capital, el levantamiento de las restricciones a la minería y la extracción de petróleo, y la apertura de sectores clave de la economía ecuatoriana al capital privado.
Estas políticas, de corte neoliberal, han dado lugar a una bonanza para los inversionistas extranjeros beneficiando a la élite gobernante del país, pero las medidas de austeridad fiscal, combinadas con el impacto socioeconómico de la pandemia de Covid-19 y una inflación descontrolada, han sumido a miles de trabajadores y a la población rural pobre en una situación de penuria insoportable.
Angustia y desigualdad
En las ciudades, los precios de los productos de alimentación han subido considerablemente sin que esto se vea reflejado en el pago que reciben por ellos los indígenas agricultores. Actualmente, se pagan entre 5 y 6 dólares estadounidenses por un quintal (que equivale a 100 kilogramos) de papas en Ecuador; esta suma es irrisoria si se tiene en cuenta que un quintal puede significar un año de trabajo para un agricultor.
El otro gran problema es la falta de empleo formal. En Ecuador, la tasa oficial de desempleo está en un 4,3%, pero la recuperación tras la pandemia ha sido lenta con tan solo un 33,2% de los ecuatorianos empleados formalmente.
Según un informe de la ONG CARE, en 2022 los niveles de pobreza se dispararon en esta nación, ya muy desigual, con un 35% de la población viviendo con menos de dos dólares al día, y un 40% de los hogares con inseguridad alimentaria. En esta situación, es probable que un 8% de los niños se vean obligados próximamente a abandonar sus estudios para trabajar, en gran parte en labores de cuidado no remuneradas.
Los índices de delincuencia violenta, que habían disminuido durante años, se dispararon en 2021, alimentados por la violencia de las bandas y el crecimiento de las operaciones de tráfico de drogas.
Los motines en las superpobladas cárceles del país son frecuentes, y el último, en mayo, con 44 muertos, ha detonado la indignación de la población, con familiares angustiados que culpan al gobierno.
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