
Los seguidores de Sebastián Piñera esperan su llegada a Osorno, Chile el 9 de noviembre de 2017. El candidato presidencial y ex presidente de Chile, Sebastián Piñera, se reunió con sus seguidores en la ciudad de Osorno cuando quedan pocos días para las elecciones. (Foto de Fernando Lavoz/NurPhoto/Sipa USA).
Este domingo 19 de noviembre se realizarán elecciones presidenciales en Chile. Todas las encuestas coinciden en que el ex Presidente Sebastián Piñera es el favorito para lograr la mayoría de los votos, aunque no los suficientes para ganar en primera vuelta. Pero la pregunta que intriga hoy a los expertos no es tanto quién llegará segundo, o los porcentajes de participación, sino cuánta gente efectivamente votará. El sistema electoral en Chile es de voto voluntario y se ha convertido en el país con menor participación electoral en América Latina. El panorama se torna líquido cuando no se sabe cuál es el universo probable de votantes.
El proceso de retorno de Piñera tiene algunas explicaciones que vienen de lejos y que vale la pena recordar. En el primer gobierno de Michele Bachelet (2006-2010) los partidos de su coalición tuvieron un poder importante, el programa de iniciativas seguía afinando el modelo político de los acuerdos implantado con el regreso a la democracia, y contaba al final con un apoyo ciudadano sustancial. Pero la coalición no logró definir una estrategia electoral clara, eligió un mal candidato y ganó Sebastián Piñera. Bachelet salió de La Moneda con más del 80% de aprobación ciudadana, sabiendo que era candidata segura en cuatro años más.
Terminado el gobierno, y con el fantasma de Bachelet rondando el proceso electoral siguiente, la coalición de derecha vivió un proceso de crisis generalizada
El gobierno de Piñera (2010-2014) estuvo marcado por problemas con los partidos de su coalición, por el ímpetu de “ser el gobierno de los mejores”, generalmente ex gerentes de empresas privadas, que poco o nada sabían del Estado. En la segunda etapa se sumaron al gobierno actores políticos de peso, lo que pudo otorgarle un orden a la coalición, aunque los partidos reconocían en público y en privado que el Presidente muchas veces no conversaba con ellos. Le tocó gestionar las consecuencias del terremoto más grande de las últimas décadas, la reconstrucción, los reclamos estudiantiles, y el desarrollo de una agenda de reformas de izquierda. Los indicadores económicos y sociales, en general, mejoraron. Terminado el gobierno, y con el fantasma de Bachelet rondando el proceso electoral siguiente, la coalición de derecha vivió un proceso de crisis generalizada, que la llevó directamente a la derrota electoral.
Ciertamente, Bachelet regresó a al gobierno de Chile como candidata indiscutible y, básicamente, incombustible. Esta vez aprovechó su caudal político para organizar el equipo con gente de su confianza personal, se distanció de los partidos y de parte de sus cúpulas, y definió un programa de reformas sociales importantes (gratuidad de la educación universitaria, aborto en tres causales, reforma impositiva, reforma laboral, reforma constitucional). Poco tiempo después de empezar a gobernar, los escándalos de corrupción vinculados a su hijo y su nuera, las evidentes faltas de coordinación entre el equipo económico y el político, las cotidianas manifestaciones de problemas para impulsar la agenda reformista y las dudas de los partidos, fueron debilitando a la Presidenta, a su gobierno y a la coalición de centro-izquierda en el poder. Sin duda, hay reformas instaladas que serán consideradas por la historia como cambios sustanciales, pero esta vez Bachelet dejará La Moneda con un 25% de aprobación ciudadana y con una coalición de centro-izquierda destruida por dentro.
Así el proceso electoral del 2017 tiene 2 candidatos, llamados de centro-izquierda, y que son miembros de la coalición del gobierno saliente. La Democracia Cristiana buscó camino propio y seguramente eso le costará el domingo algunos escaños en el Legislativo, pero les permitirá discutir un futuro programático más claro. El candidato del resto de la coalición de gobierno, el hoy senador Alejandro Guillier, será muy posiblemente el que pase a la segunda vuelta en Diciembre del 2017.
Guillier o se reinventa o sus posibilidades de ganar en segunda vuelta son remotas
Guillier, candidato independiente apoyado por uno de los partidos más pequeños de la coalición, ha sido errático en algunas decisiones, ha tenido salidas comunicacionales discretas, y no ha logrado encantar al electorado de centro-izquierda popular, que posiblemente se abstenga de participar este domingo. Por ende, o se reinventa o sus posibilidades de ganar en segunda vuelta son remotas.
Piñera, por su parte, entendió que gobernar incluye ordenar la coalición de partidos, disminuir los enfrentamientos públicos y privados, consolidar una ambición de poder y gobierno y no solo de gestión, y armar un programa de gobierno ideológico más que administrativo. Es cierto que le surgió un candidato de la derecha más dura, pero al parecer éste no consolidará un porcentaje de votación significativo.
La elección de este domingo es clave para el desarrollo de la política de uno de los países considerados más institucionales y ordenados de la región. Posiblemente el mayor desafío se vinculará con la desafección ciudadana de la participación política, la urgente necesidad de un recambio en el liderazgo de los partidos tradicionales y la consiguiente consolidación de nuevos referentes serios y con propuestas alternativas.
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