
Grupo de Shuar en el parque de Logroño, Ecuador. Wikimedia Commons/Jlh249. Algunos derechos reservados.
Para el filósofo ecuatoriano Bolívar Echeverría la vida moderna se sustenta en un absurdo: “un modo de vida en el que, en medio de la posibilidad de la abundancia, reproducirse es al mismo tiempo mutilarse, sacrificarse, oprimirse y explotarse los unos a los otros”.
Es decir, las posibilidades técnicas y sociales actuales son tales que nos permitirían alcanzar el tan ansiado Sumak Kawsay (la vida plena de todos los seres que habitamos este planeta). Sin embargo, “la maldición de la abundancia” es que, a pesar de ello, la sociedad actual genera, consume y reproduce riqueza destruyendo sus dos principales fuentes: los seres humanos y la naturaleza.
Históricamente nos hemos constituido en pueblos y culturas, cada uno con características particulares, fruto de diversas formas de relacionar el trabajo humano con la naturaleza y de significar esa experiencia - es decir, de crear un cierto de tipo de sociedad. Pero, además, como pueblos e individuos somos poseedores de una característica particular: el Ruray-ushay – o sea, la capacidad de hacer, construir y crear, tanto individualmente como, sobre todo, colectivamente. Esta, para muchos, sería la capacidad o característica que nos hace humanos y nos aleja (aunque nunca totalmente) de lo animal. Por otro lado, está la naturaleza – Allpamama - como sustento material de la reproducción de los pueblos y culturas, pero también como fuente de significaciones y saberes que ha acompañado el largo proceso de producción de las diferentes sociedades humanas en la historia, y que ahora está amenazada por los efectos de la codicia y el egoísmo.
Estas dos fuentes originarias de la riqueza social son destruidas bajo el capitalismo para acumular valores. Se destruye la naturaleza y las culturas del mundo para sostener la vida opulenta de un grupo reducido de personas en el mundo. Es este absurdo, como dice Echeverría, lo que se observa cuando miramos la actual ofensiva de la minería transnacional en varios territorios de la nación shuar, la agresión a los pueblos, a sus modos de vida, y a su medio de reproducción social: la selva amazónica.
Pero la historia de la expansión del capitalismo nunca ha estado exenta de su correspondiente resistencia, pues los que generan riqueza y quienes se la apropian están necesariamente unidos. Dice Echeverría: “no hay capital, no hay acumulación posible, sin seres humanos creadores, hacedores”.
Los shuar, pueblo guerrero, han habitado soberanamente la Amazonía sur del Ecuador y noreste del Perú desde hace siglos, mucho antes de que los estados nacionales se construyeran desconociendo, como en todas partes de AbyaYala (el continente americano), la presencia de naciones originarias. El papel que el gobierno ecuatoriano está jugando hoy al apoyar sin fisuras a las transnacionales mineras chinas muestra la actualidad del racismo y el colonialismo de un Estado que desdeña la presencia inmemorial de los pueblos indígenas. Cuando el presidente Correa dice que en esos territorios no existían pueblos ancestrales, no hace más que verbalizar una antigua ideología según la cual la Amazonía era territorio baldío y, por tanto, disponible para la explotación. Al mismo tiempo, Correa habla de la supuesta histórica misión de los estados coloniales de América: construir una sola nación pasando por encima de la presencia de los pueblos originarios.
En este sentido, la lucha de la nación shuar es una lucha directa contra el Estado colonial, contra esa estructura de dominación que ha servido para sojuzgar a los pueblos indígenas en nombre del bien de una nación que nunca ha reconocido en la práctica la pluralidad histórica del país. Su lucha pone en evidencia la violencia que este Estado colonial debe ejercer contra los pueblos diferentes para tratar de consolidarse y culminar ese proceso inconcluso e inviable que dice: “un Estado, una Nación”. Al mismo tiempo, muestra la “actualidad de la plurinacionalidad” como proyecto de superación de esas estructuras políticas que no permiten la autodeterminación territorial de las naciones indígenas y de su propia historia. El Estado plurinacional, como sugiere la antropóloga Rita Segato, debe ser un garante de la reestructuración y autodeterminación de los pueblos, de “la devolución de la capacidad de cada pueblo de desplegar su propio proyecto histórico”. Y esto es justamente lo que está en juego en la lucha del pueblo shuar contra la política extractivista de este gobierno.
Por añadidura, la agresión de las transnacionales mineras chinas en territorio shuar muestran otra dimensión de la lucha, esta vez contra el capitalismo salvaje. En el mundo capitalista, según Bolívar Echeverría, la reproducción de la vida social de todo pueblo se subordina a la lógica de acumulación del capital. Los seres humanos, como individuos y como pueblos, no logran autodeterminar totalmente su modo de reproducción social, sino que lo viven de forma enajenada, “porque su proceso natural de reproducción no obedece a un telos propio capaz de sintetizarlo, sino a uno ajeno, cosificado, que es el telos de la acumulación capitalista”.
En palabras más sencillas, la lógica del capital no permite a los pueblos decidir libremente su forma de vida colectiva, sino que le impone una vida que sirve mayoritariamente a la acumulación de riqueza para unos pocos. En esa lógica, la naturaleza y los seres humanos se vuelven cosas, mercancías que se compran, venden, consumen y explotan. La lucha del pueblo shuar contra la gran minería es también una lucha contra esa lógica cosificadora, una lucha por mantener abierta la posibilidad de ser sujetos, de poder decidir los términos de convivencia sin las coerciones del capital, de poder seguir construyendo su historia junto a la Sachamama (la selva). La resistencia shuar a la gran minería china desafía por tanto el control del capital sobre el ser humano, los pueblos y la naturaleza. Y muestra que los pueblos, a la larga, no sólo somos víctimas de la agresión capitalista y del Estado colonial, sino que, en el fondo, a pesar de los efectos de la dominación, somos sujetos que luchan a diario por construir un camino que nos permita concretar nuestros propios proyectos de sociedad. Es una apuesta por la posibilidad de ser libres.
Este artículo fue publicado previamente por lalineadefuego.
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