"Sabemos que la generación eólica es buena, pero ellos [las empresas] no lo hizo bien cuando llegó aquí", se lamenta el agricultor. "Recibimos esta miseria, y todo el lío quedó ahí". Chesf no respondió a las preguntas sobre las responsabilidades medioambientales.
Casa Nova es un municipio de Bahía donde el 86% de la población es vulnerable a la pobreza y que tiene un historial de violentos conflictos rurales. En 1978, las familias de las pasturas de la comunidad de Areia Grande se armaron y se enfrentaron a Camaragibe, una empresa agroindustrial acusada de acaparamiento de tierras. Los okupas expulsaron a los sicarios de la empresa, que acabó en bancarrota, y, victoriosos, se quedaron en el lugar.
La agricultora Vaneide dos Santos, presidenta de la asociación fundo de pasto de las comunidades de Garapa y Baraúna, era una niña y vivía en Areia Grande en la época del conflicto. También de niña, su familia fue reubicada a la fuerza para la construcción de la presa de Sobradinho, que desalojó a 72.000 personas de sus hogares e inundó siete municipios, entre ellos Casa Nova. Ella tiene traumas provocadas por esas grandes empresas energéticas.
"Las empresas no vienen a traer beneficios, sino a llevarse la paz", dice la agricultora, que vive de la cría de cabras, cerdos y pollos. "Estoy tranquila desde que salí de Areia Grande. Ahora han llegado los aerogeneradores".
Hoy vive en la dehesa de Garapa, a ocho kilómetros de una de las obras del parque eólico de Oitis. Cuando sube a la parte superior de la pastura, puede ver las turbinas que se están probando. En la región, limítrofe con el estado de Piauí, la multinacional española Iberdrola está instalando dos de los 12 parques eólicos que comenzaron a funcionar este año.
Con la financiación del Banco Europeo de Inversiones, la generación de energía de las 12 plantas se conectará a la red nacional. La empresa se centrará en la venta de la producción en el mercado libre de la energía al que los hogares brasileños -y la mayoría de las empresas- aún no tienen acceso.
Los parques eólicos Oitis 21 y 22, que Vaneide ve desde su patio trasero, no aportarán ninguna seguridad energética a su terreno, y mucho menos energía más barata para la comunidad de Garapa.
La electricidad llegó allí hace apenas un año, y Santos sigue intentando contratar la tarifa social de energía, dirigida a las familias de bajos ingresos, ya que le cuesta pagar las facturas mensuales de 200 reales (37 dólares). Antes, utilizaba paneles solares, pero la energía era escasa y sólo alcanzaba para las tareas esenciales, como mantener la nevera en funcionamiento.
Algunas de las turbinas más modernas del mundo han llegado a Casa Nova, mientras las familias que viven al lado siguen enfrentándose a la inseguridad energética. Preguntado por su proyecto, el grupo Iberdrola dijo que Neoenergia, la rama brasileña del grupo, "cumple con todos los procedimientos previstos en la legislación y la normativa medioambiental brasileña, lo que demuestra su compromiso con el desarrollo sostenible y el respeto a la sociedad."
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