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Escuchar las calles: el caso español

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Cuatro años después de que protestas masivas sacudieran España, las políticas electorales del país están cambiando. ¿Han afectado a las organizaciones de derechos humanos? ¿Cambiarán? EnglishPortuguês

Lucia Nader
28 septiembre 2015

El 15 de mayo de 2011, un cartel en las calles de Barcelona resumió bien la situación: “Democracia: te quiero, pero te siento un poco ausente”. Cientos de miles de españoles indignados salieron a las calles, gritando “No nos representan” y “¡Sí se puede!”. Este día, conocido localmente como el 15-M, representó un cambio significativo en la escena política de España. Los manifestantes no solo protestaban las medidas de austeridad del gobierno, sino que se rebelaban de una manera más general contra la cultura política española.

Cuatro años más tarde, las elecciones municipales sacudieron el sistema de partidos políticos tradicionales del país. Las personas llenaron las calles de Barcelona una vez más, ahora para celebrar la victoria de Ada Colau como alcaldesa. Colau, una activista contra los desahucios, se dio a conocer como una de los fundadores de la Plataforma de los Afectados por la Hipoteca (PAH), un movimiento por los derechos de vivienda que ganó visibilidad en las protestas de 2011. En Madrid, la gente celebró la victoria de Manuela Carmena, una juez prominente y defensora de los derechos humanos. Los votantes españoles estaban enviando un mensaje claro: querían a “personas comunes” en el poder, y eligieron a dos mujeres fuertes, de alto perfil, vinculadas con los movimientos sociales que habían encabezado las protestas del 15-M.

¿Cuáles fueron los aspectos positivos y negativos de ser entidades “sólidas” y con una organización convencional en un mundo “líquido” compuesto por individuos y movimientos sociales que evolucionan rápidamente? Los partidos políticos tradicionales se han apresurado para intentar averiguar qué significan las protestas callejeras masivas para ellos, y lo mismo están haciendo las organizaciones de la sociedad civil, incluidas agrupaciones de derechos humanos destacadas, como Observatori Desc, Salud por Derecho y Ecologistas en Acción. ¿Cómo se vieron afectadas estas organizaciones? ¿Cuáles fueron los aspectos positivos y negativos de ser entidades “sólidas” y con una organización convencional en un mundo “líquido” compuesto por individuos y movimientos sociales que evolucionan rápidamente?

En mayo y junio de este año, entrevisté a docenas de personas en Madrid y Barcelona, en busca de respuestas a estas preguntas. Sus respuestas fueron muy similares a las de Brasil, donde las organizaciones se han visto afectadas por las protestas callejeras desde junio de 2013.

Entre el optimismo y la sospecha

Muchos líderes de organizaciones no gubernamentales (ONG) describieron el 15-M como una increíble “explosión de energía”. “¿Dónde estaban todas estas personas la semana pasada?”, preguntó Concepción García de Ecologistas en Acción, una confederación de 300 organizaciones que trabajan con derechos ambientales.

Otros líderes vieron las protestas del 15-M como una época de gran optimismo y un resurgimiento de la creencia de que los ciudadanos comunes pueden ser catalizadores del cambio social y político. Vanessa López de Salud por Derecho, una agrupación con sede en Madrid que defiende el derecho a la salud, recordó que durante mucho tiempo ella y sus colegas se habían sentido “solos”, desalentados porque un gobierno supuestamente izquierdista había adoptado las políticas de la derecha. “De repente”, recordó, “todas esas personas salieron a las calles... estábamos tan emocionados”.

Mismo con todo el entusiasmo, a algunas agrupaciones de la sociedad civil les resulto difícil relacionarse con los manifestantes, ya que las personas en las calles querían demasiadas cosas distintas, demasiado rápido. Además, hablaban en términos sumamente radicales y rechazaban los canales tradicionales para el diálogo con las instituciones del Estado. “Tratamos de acercarnos” a los manifestantes, recordó uno de los dirigentes de ONG. “Pero sentimos que había resistencia. Nos hacían [preguntas difíciles] sobre nuestros donantes, nuestras posturas políticas, nuestros valores”.

Otras agrupaciones de la sociedad civil se mostraron más optimistas. De acuerdo con Vanessa Valiño de Observatori Desc, una plataforma nacional de organizaciones que trabajan con los derechos económicos, sociales y culturales, algunas ONG pudieron establecer alianzas con los manifestantes y, entre otras cosas, “expresar las exigencias de las calles en términos legales”.

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Demotix/Jesus Cabrera Duque (All rights reserved)

The 15-M movement calls for, "Real democracy, now!" in Madrid in 2011.


El efecto de la calle

En mis entrevistas, encontré que las protestas masivas de 2011 tuvieron cuatro efectos distintos sobre las agrupaciones de derechos humanos de la sociedad civil:

Planificación y financiación flexible

Normalmente, las principales ONG “sólidas” planifican sus actividades en ciclos de 12 o 24 meses. Tienen proyectos a mediano y largo plazo, fechas claras, marcadores de impacto, “marcos estratégicos” y informes para los donantes que completar. Las protestas callejeras de 2011, sin embargo, llevaron el día a día de la política al trabajo cotidiano de las ONG, lo que contribuyó a que estas sintieran la necesidad de estar más conectadas a “las vidas de los ciudadanos comunes”, y más capaces de aprovechar las ventanas de oportunidad.

Virginia Álvarez de la oficina de Amnistía Internacional en Madrid, por ejemplo, calculó que más del 50 % de sus actividades actuales ya no se planifica con anticipación. En cambio, ahora se celebran reuniones semanales para detectar tendencias. “Lo que cambia es el contexto”, subrayó Álvarez. “Si antes trabajábamos con la violencia del Estado solamente dentro de las cárceles, ahora también incorporamos la violencia policiaca en las protestas”. Se quedó aún más evidente que la flexibilidad en la planificación y el financiamiento es clave, ya que deja espacio para lo inesperado.

Nuevas agendas y redes

Como resultado directo de las protestas de 2011, muchas ONG españolas se encuentran trabajando en todo tipo de temas nuevos, como “el derecho a la ciudad“, que hace hincapié en la sostenibilidad, la democracia, la equidad y la justicia social. También están trabajando con grupos y personas con los que antes no tenían conexión alguna. “Desde el 15-M”, afirmó Vanessa López de Salud por Derecho, “hemos empezado a trabajar con actores no convencionales, como los economistas españoles y la asociación española de médicos”.

Estructura y procesos internos

Algunas organizaciones informaron que era (y es) difícil equilibrar la “velocidad que exigen las calles” con los procesos institucionales a los que están acostumbradas. También hubo fricciones entre el “activismo individual” de los integrantes de los equipos y su “activismo institucional” como miembros de las ONG. Algunos de los entrevistados dijeron que cuando quieren ser activistas “de verdad”, lo hacen fuera de su organización.

Con las protestas de 2011, algunas agrupaciones que eran las sucursales españolas de organizaciones internacionales más grandes, como Amnistía Internacional y Médicos del Mundo, comenzaron a tener una mayor autonomía de las oficinas centrales. Dado que las condiciones locales eran únicas y cambiaban rápidamente, necesitaban la independencia para experimentar.

Comunicación y movilización

Finalmente, casi todos mis entrevistados dijeron que las organizaciones de derechos humanos necesitan comunicarse más y mejor, además de ampliar sus estrategias para la movilización social. “¿Por qué no logramos movilizar tanta gente como los otros movimientos?”, fue la frase que más escuché de los entrevistados.

En las protestas de 2011, las ONG tuvieron que “criticar al poder” en público y expresarse más abiertamente. Incluso las agrupaciones más prudentes tenían que “tomar una postura más clara respecto a asuntos que suelen evitarse, como sus opiniones sobre el sistema capitalista, políticos específicos y otros asuntos con poderosas connotaciones políticas”, de acuerdo con Valiño, del Observatori Desc. Como explicó Maira Costa de la Plataforma de los Afectados por la Hipoteca (PAH): “Los nuevos movimientos presionaran a las organizaciones tradicionales para que se expresen con más firmeza, sean más radicales y más rápidas en la comunicación”.

Después del 15-M, a muchas personas que trabajan en las ONG ahora les parece más sencillo explicar qué hacen las organizaciones, porque la sociedad está más politizada y más abierta a escuchar y participar. “Pero tenemos que tener un menú de opciones más diversas y personalizadas, para que puedan elegir qué tipo de relación quieren tener con nosotros”, dijo Tomás Hernández de Médicos del Mundo.

Una cosa está clara: las protestas del 15-M en España sacudieron al sector de las organizaciones de derechos humanos del país. “La caja de herramientas de las organizaciones se amplió después del 15-M”, resumió Jordi Vaquer, de la Iniciativa para una Sociedad Abierta en Europa (la oficina de Open Society Foundations con sede en Barcelona).

El equilibrio entre la innovación y la persistencia es siempre difícil de alcanzar. Pero, como advierte Joan Subirats de la Universidad de Barcelona, “estamos viviendo un cambio de época - no una crisis temporal - y la única manera de avanzar es adaptarse y cambiar”. Las protestas callejeras exemplifican muchos de los síntomas de esta nueva era. Pero ¿somos suficientemente humildes para escucharlas?

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