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El mayor desafío del Acuerdo de Paz en Colombia

“Si no se logra una implementación cierta del Acuerdo de paz, se pondrá en riesgo la viabilidad de Colombia como nación”, dice Lucas Carvajal, exmiembro de las FARC. Entrevista. English

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Lucas Carvajal Francesc Badia i Dalmases
11 agosto 2017
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Graffiti in Nasa, Colombia. Demotix/Joana Toro. Todos los derechos reservados.

Francesc Badia: ¿Cuál fue la clave que hizo posible la construcción de confianza para poner en marcha las negociaciones? ¿Qué importancia tuvo la construcción de confianza en la fase previa? 

Lucas Carvajal: En mi opinión, la clave fue la plena disposición de ambas partes a ponerle fin al conflicto. Más allá de una discusión sobre lo adicional, es decir sobre las reformas necesarias para la paz, lo importante fue que ambas partes estaban claramente convencidas de que era urgente ponerle fin al conflicto. Esto fue determinante, porque es lo que unificó estrategias, lo que permitió consensos. 

“No volvamos a la guerra, son iguales los muertos de un lado que del otro".

FB: ¿Había confianza de que la contraparte quisiera realmente acabar con el conflicto armado?

LC: Claro, esto se alcanzó a través del desarrollo de la “Agenda del acuerdo general”que fue una ruta que consensuaron ambas partes, y que permitió la construcción de confianza mutua. Es decir, alcanzar el objetivo común a partir de una sucesión de discusiones para alcanzar consensos en puntos estratégicos estructurales, que condujesen el fin de la guerra. 

FB: ¿Hubo un momento clave, un punto de no retorno, un momento en que pudo decirse: “Hemos alcanzado suficiente como para que las negociaciones no se van a romper: esto es irreversible”? ¿Hubo un momento en que se llegó a esta percepción, o fue más bien un proceso gradual de generación de confianza, de cada vez más convencimiento de que se llegaría a un acuerdo final y que la negociación llegaría a buen puerto?

LC: En mi opinión, hay un punto en el que la irreversibilidad fue notoria de cara al país, y fue el momento en el que nosotros estábamos en cese unilateral de fuegos y, también unilateralmente, el gobierno había decidido parar los bombardeos de la fuerza aérea. Sin embargo, ese des-escalamiento se rompe a partir de la acción defensiva de una unidad guerrillera nuestra, que genera la muerte de 11 soldados en el Cauca. Eso provoca la respuesta del gobierno, que es volver a los bombardeos, y en uno de esos bombardeos pierden la vida cerca de 60 compañeros en Guapi, uno de nuestros campamentos. Lo importante de un hecho tan doloroso para ambas partes es que generó una enorme movilización en la sociedad civil colombiana. Si ante la posibilidad de volver a la guerra cruda se produce una movilización de ese calibre, y se escuchan incluso declaraciones públicas de sectores sociales que no eran los más afines al acuerdo de la paz, y que decían cosas como “no volvamos a la guerra, son iguales los muertos de un lado que del otro. La gente no tiene porqué morir, no se justifica volver a matar, y hay que echar para adelante en la construcción de un acuerdo”, entonces no hay marcha atrás. En mi opinión ese momento fue muy importante para que el país se diera cuenta de que esto iba en serio, y de que iba a llegar a un final.

FB: Interesa el proceso de la validación interna dentro de las FARC. Estaban las conversaciones de la mesa en La Habana, había idas y vueltas, y el proceso interno de validación fue un proceso original, de innovación interna, en la manera de funcionar de la organización. ¿Cómo fue este proceso? 

LC: Ese proceso fue como ningún otro en la historia de la FARC. Fue consensuado y construido desde todos los integrantes de la organización. Desde el inicio, el Secretariado definió unas consultas internas, definió un diálogo permanente entre la comandancia, los combatientes y nuestro partido, el Partido Comunista Clandestino. Y a partir de ahí, se hicieron reuniones de consultas, se hizo un Pleno del Estado Mayor Central y se finalizó todo este proceso con una suerte de refrendación interna, que se hace a través de nuestra máxima instancia, que es la X Conferencia, en donde desde la unidad más pequeña en el punto más apartado de la geografía nacional hasta la última célula del Partido Comunista Clandestino discuten el Acuerdo Final y dicen si están o no de acuerdo. Y a partir de ahí, se abre una discusión interna, y se aprueba finalmente el Acuerdo Final y dar el paso definitivo hacia la solución política. Para nosotros, eso es muy importante porque no es una decisión tomada simplemente por una dirección, sino que es el colectivo el que decide dar el paso hacia la paz. 

Se trata también de poder garantizar que a los integrantes de esa organización política nueva puedan entrar a trabajar, a producir.

FB: Hay otra cuestión que influye directamente en cómo avanza la negociación, en cómo se van percibiendo en el país los avances y los retrocesos, que es el rol de los medios de comunicación, que fueron determinantes anteriormente, en el fracaso del proceso del Caguán. ¿Cómo vieron este rol de los medios a lo largo de todo el proceso?

LC: Yo creo que hay que distinguir dos vías de actuación. Por un lado, específicamente, hubo una agenda por parte de algunos dueños y generadores de opinión de los grandes medios claramente posicionada en contra del acuerdo, particularmente en contra nuestra, que se hizo muy visible cada vez que se iniciaba la discusión de cada punto. Cuando empezamos a discutir el punto de desarrollo agrario integral, se decía que éramos los principales acaparadores de tierras del país. Cuando empezamos a discutir el punto de víctimas, inmediatamente dicen que  nosotros somos los principales victimarios. Desde el punto de drogas, que nosotros éramos supuestamente el principal cartel. Pero el desarrollo final del acuerdo muestra que era todo lo contrario. Que no éramos ni acaparadores, ni mafiosos, ni victimarios. Que el conflicto y su solución eran mucho más complejos que esa visión sesgada y simplificadora que algunos medios plantearon. Por el otro lado, creo que hay que reconocer que sí hubo sectores del periodismo que se la jugaron con los acuerdos, que le apostaron como nunca antes lo habían hecho a un seguimiento objetivo de la mesa de La Habana, pero también procuraron hacer un seguimiento objetivo de cómo vivía la guerrilla la construcción de la paz en sus campamentos. Yo creo que eso se está viendo ahora, en retrospectiva, a través de unas grandes piezas de documentales que han salido a la luz, y también grandes crónicas e investigaciones periodísticas que se han hecho al respecto. Yo creo que es importante destacar eso. Hay unos intereses, hay unos medios que tienen una línea editorial única, sesgada. Eso es cierto, pero también hay que destacar que, efectivamente, hay gente que le ha costado entender este rol del periodismo y los medios, que han roto barreras y prejuicios frente a cómo vemos nuestra guerra. 

FB: A partir de la ratificación del acuerdo, se inicia el proceso de la construcción efectiva de la paz. Eso es lo que manda el acuerdo. En su opinión, ¿hasta qué punto la polarización política que se produjo, y que se acentuó con la celebración del referéndum y la campaña que se hizo en contra y a favor del acuerdo, con un resultado ajustadísimo, condiciona la implementación del acuerdo? Ahora llega el momento de pasar a la implementación, y este escenario se junta con unas elecciones presidenciales que están acentuando una polarización política muy grande y muy dura. ¿Cómo cree que todo esto puede afectar a la construcción de la paz? ¿Cuál es la percepción que tiene del esfuerzo de integración y de participación política en este escenario real tan complicado?

En este preciso contexto político, si no se logra una implementación cierta y efectiva del Acuerdo, se pondrá en riesgo incluso la viabilidad de Colombia como nación en el corto plazo.

LC: La discusión política en el país hoy gira en torno al escenario de la implementación. El gran reto institucional hoy, en Colombia, es cómo alcanzar efectivamente la implementación de los acuerdos, entre otras cosas porque en esto primeros siete meses de implementación se demuestra que efectivamente hay, para decirlo de una manera que no ofenda, una falta el músculo institucional que permita la implementación se lleve a cabo. Y eso es lamentable. Efectivamente tenemos un ambiente de polarización política, y una fuerte disputa en el aire. Pero más allá de eso, la gran dificultad de la implementación está en la capacidad del funcionario regional de movilizar los elementos que tiene a su disposición. Es decir, es un tema también de voluntades en unos y en otros casos, de instituciones que tienen toda la voluntad pero no tienen ningún peso o no tienen autorización superior para hacerlo, tienen una carga burocrática encima que les impide moverse. Yo creo que hay que sacar la discusión de la implementación del ámbito del relato y del discurso político –que si el hacer realidad nuestros sueños, y demás lugares comunes. Todo eso hay que bajarlo a tierra. La implementación es un problema muy concreto, operativo. Por ejemplo, el tema de reincorporación política, garantizar que a los que se proponen formar un nuevo partido político, que surge de una gente que fue casi eliminada en los años 80, pues que no los maten ahora. Se trata también de poder garantizar la reincorporación económica, de poder garantizar que a los integrantes de esa organización política nueva se les garanticen unos mínimos para que puedan entrar a trabajar, a producir. En el tema educativo, concretar un número específico de becas o oportunidades de educación para estas personas. En el tema de la Reforma Rural Integral es beneficiar a un número “x” de campesinos y campesinas en el territorio del país. Hay que bajar la discusión a una cosa muy concreta y es ahí donde está el riesgo, porque el riesgo no es que gane un candidato u otro, o que se imponga la extrema derecha. El problema es que hay unas realidades y gentes que transformar, y que si nos dormimos, pues no se van a transformar y esto resultaría un fracaso tremendamente grande. Ahí es donde está el reto de la implementación, se trata de un problema vital para un montón de gente concreta en la propia Colombia. En este preciso contexto político, si no se logra una implementación cierta y efectiva del Acuerdo, se pondrá en riesgo incluso la viabilidad de Colombia como nación en el corto plazo.

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