Según Bukele, los presos que fueron trasladados a la mega cárcel son "terroristas", ya que son sospechosos de pertenecer a pandillas. Así mismo, la Policía Nacional Civil de El Salvador afirmó que ahora es el país más seguro del continente.
Cabe preguntarse si el presidente millenial realmente sabe lo que hace y si es algo histórico, como dicen sus seguidores y quienes los apoyan en otros países de la región.
Al analizar su política de seguridad, ésta no resulta novedosa, sino represiva. Durante su mandato, Bukele ha minado al ejército y a la policía y ha detenido a más de 63.000 personas. Es alarmante que el desmantelamiento de las Maras, las violentas pandillas salvadoreñas, esté asociado a la suspensión de garantías constitucionales debido al estado de excepción, que ya lleva vigente un año en el país cuando inicialmente su duración era de 30 días.
También es alarmante que las detenciones hechas para perseguir a las pandillas en El Salvador dejan claro que las siguientes medidas son legales en el país gracias al estado de excepción, que permite detenciones basadas en estereotipos, como tener el cabello largo o tener tatuajes; suspensión de la libertad de asociación y reunión; suspensión del derecho a la defensa; suspensión de la presunción de inocencia; suspensión del derecho a la privacidad de las comunicaciones; suspensión del derecho a ser informado del motivo de detención; suspensión del requisito de llevar a cualquier persona detenida ante un juez dentro de las 72 horas siguientes a la detención y suspensión del derecho a guardar silencio.
Otro punto preocupante de la estrategia de combate a las pandillas de Bukele es la detención de niños y niñas: el régimen bajó la edad de imputabilidad penal de 16 a 12 años con un máximo de prisión de hasta diez años. Desde que se aprobó la medida, cerca de 1.000 niños, en su mayoría varones, han sido enviados a prisión preventiva, según Human Rights Watch.
Medios locales, como El Faro, denuncian que efectivamente las pandillas, o al menos sus estructuras de poder, han sido diezmadas en el país. Sin embargo, cuestionan que sea el estado de excepción el que lo haya logrado, o que la construcción de la megacárcel haya tenido un efecto disuasorio.
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