La reforma, además, se centra en defender el medioambiente e impone, por primera vez, un impuesto a los plásticos de un solo uso como los envases desechables. Aumenta, además, el ya existente impuesto al carbono, lo que supone un mejor seguimiento a todos los procesos de bonos de carbono en el país.
Otro punto clave es que la mayor recaudación vendrá de los hidrocarburos, en línea con las promesas de campaña de Petro. La reforma busca gravar significativamente al sector petróleo; tanto así, que propone prohibir en el impuesto de renta el pago de regalías, que es el dinero que recibe el Estado por extraer bienes del subsuelo, que es de propiedad estatal.
Crea, además, un impuesto nuevo del 10% de las exportaciones de petróleo crudo, oro y carbón, siempre que el valor de estos productos supere un umbral, que sobrepasan con creces en la actualidad.
Si el objetivo de la reforma es recaudar cerca de 20 billones de pesos adicionales en 2023 para reducir el déficit fiscal en alrededor del 1,2% del Producto Interno Bruto (PIB), esto no bastará para cerrar del todo el déficit, aunque sí puede ayudar a acercar la recaudación en impuestos al promedio de América Latina. Según el Comité de la Regla Fiscal, un grupo autónomo de economistas encargados de hacer seguimiento a la sostenibilidad de las finanzas públicas, en 2023 el déficit sería del 7,3% del PIB. La ambición de la reforma de ayudar a responder a ese déficit, es clave.
Pero el objetivo de fondo, que fue además parte del discurso de posesión de Petro, es reducir la desigualdad en una Colombia donde el 10 % de la población tiene el 70 % de la riqueza. De forma coherente, la exposición de motivos afirma que “este proyecto de reforma tributaria tiene como objeto avanzar (...) en disminuir las exenciones inequitativas de las que gozan las personas naturales de más altos ingresos”.
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