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México: tierra de refugio

¿Cómo es que México, un país asociado con los cárteles de la droga, el crimen organizado y la alta emigración a los Estados Unidos, se convirtió en un país de refugio para gentes procedentes del Triángulo Norte? English

Laura Dowley
14 septiembre 2017
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Centroamericanos leen la información que se les ha dado sobre el proceso de asilo, mientras hacen cola para ducharse en el albergue migrante en Palenque. Foto: Paul Miranda. Algunos derechos reservados.

“Tengo miedo. Nunca podré regresar a Honduras,” me cuenta Rosario mientras comemos una porción de donas que ella recién frió en un pequeño departamento donde ahora reside con su esposo y sus tres hijos en Palenque, un pueblo de la selva en el sur de México, alrededor de 140km del cruce fronterizo más cercano con Guatemala.

Rosario se encuentra entre el número cada vez mayor de personas que huyen de sus países de origen y buscan ayuda en México. Estadísticas de la Comisión Mexicana de Ayuda a Refugiados (COMAR) – el órgano estatal que analiza los casos de asilo – demuestran que las solicitudes de asilo van en aumento. En 2013, México recibió 1.296 solicitudes. En 2016, el número creció a 8.788. La COMAR predice que el número total de personas solicitando santuario este año llegará a casi 20.000.

¿Cómo es que México, un país asociado durante muchos años con cárteles de drogas, crimen organizado y altos niveles de emigración hacia los E.E.U.U., se convirtió en un país de refugio?

La violencia crónica que acosa a Honduras, El Salvador y Guatemala – el llamado Triángulo Norte – desempeña un papel esencial. Con la actual crisis política de Venezuela, este año ha visto un incremento desmedido en el número de venezolanos solicitando asilo en México, pero la mayoría están huyendo de la violencia desenfrenada del Triángulo Norte. El año pasado, 89.65% de las solicitudes de asilo venían de ciudadanos de estos tres países.

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Este es el tren de carga sobre el cual muchos migrantes y refugiados viajan a través de México. Viajar de esta manera es extremadamente peligroso ya que el tren no está diseñado para pasajeros y va a altas velocidades.

Cifras publicadas por la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) en 2013 indican por qué tantas personas del Triángulo Norte están huyendo a México. Según la UNODC, Honduras tenía la taza de homicidio más alta del mundo con 90.4 asesinatos por 100,000 habitantes. El Salvador llegó al 4º lugar con 41,2 por 100.000, y Guatemala era 5º con 39.9 por 100.000. El promedio global era 6.2 por 100,000.

Generalmente, los homicidios se categorizan como distintos a las muertes causadas por conflicto armado. Un estudio por el académico David Cantor sugiere que, aún tomando en cuenta las muertes a causa de conflictos armados, la taza total de muertes violentas en Honduras en 2012 y en El Salvador en 2015 sobrepasó la de ciertas zonas de guerra, incluidas Iraq y Afganistán. Una gran parte de esta violencia letal está relacionada con las dos pandillas – o maras como se conocen en la región – que predominan en América Central: la Marasalvatrucha - llamada generalmente la MS-13 – y su archirrival, la Mara 18.

Las dos maras se fundaron a finales de los años 70 y a principios de los años 80, por migrantes centro-americanos viviendo en Los Ángeles, E.E.U.U. después de haber huido de las guerras civiles de la región. Las políticas de “repatriación” de los E.E.U.U. introducidas durante la presidencia de Clinton resultaron en deportaciones masivas a América Central. Entre 1998 y 2005, casi 190.000 inmigrantes con antecedentes penales y aquellos sin permiso para estar en los E.E.U.U. fueron deportados al Triángulo Norte. Entre los deportados se encontraban pandilleros quienes rápidamente reprodujeron las estructuras de las maras en sus nuevos lugares de residencia centro-americanos.

Hoy, el control que ejerce la MS-13 y la Mara 18 sobre ciertas áreas del Triángulo Norte es tal que constituyen una forma de quasi-gobierno, de alguna manera semejante a la mafia en el sur de Italia. Sus actividades criminales incluyen tráfico y venta de drogas, prostitución y tráfico de personas. Pero es la extorsión, del tipo sufrido por Rosario, que forma el sustento cotidiano de las maras. Una investigación en 2015 por un periódico hondureño, La Prensa, encontró que salvadoreños, hondureños y guatemaltecos pagan la suma estimada de USD390 millones, USD200 millones y USD61 millones respectivamente en pagos de extorsión a organizaciones criminales cada año.

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Centroamericanos hacen cola para usar las duchas y las áreas de lavado en el albergue migrante en Palenque. Paul Miranda. Algunos derechos reservados.

La historia de Rosario es, de alguna manera, típica. Pandilleros locales de la MS-13 le pidieron un “impuesto de guerra” mensual a su cuñado, un pequeño empresario. “Cuando él negó pagar, le pegaron un tiro en la cabeza cuando salía un día de la iglesia,” me cuenta Rosario. Luego empezaron a extorsionar a sus familiares sobrevivientes. Después de varios meses de amenazas de violencia, la esposa del asesinado pagó a los pandilleros la suma demandada. Poco después, la MS-13 empezó a dirigir sus amenazas hacia Rosario, su esposo y sus hijos. Pandilleros fuertemente armados seguían su coche, vigilaban a sus hijos saliendo de la escuela y tiraron balazos afuera de su casa. Rosario y su esposo recibieron llamadas semanales amenazándoles que les iban a matar a ellos y a sus hijos empezando por el más chiquito. Aterrorizados por sus vidas, huyeron de su casa en Honduras a principios de este año.

Según la COMAR, Rosario y su familia no cumplen con todos los requisitos legales para recibir la condición de refugiado. No obstante, la COMAR considera que sus vidas peligran en caso de volver a Honduras, es por eso que les ha otorgado la protección complementaria que, como el estatus de refugiado, les da el derecho de residir permanentemente en México.

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Centroamericanos esperan en las cocinas en el albergue migrante en Palenque. La foto también muestra una de las monjas que dirige el albergue.

El reclutamiento forzoso de adolescentes también es común. “[La MS-13] le dijo a mi hijo que tenía que trabajar con ellos si quería vivir,” me cuenta Elena, una salvadoreña reconocida como refugiada en México. “Querían que vendiera drogas, que les avisara cuando llegaba la policía, que estuviera allí pendiente para cualquier cosa que necesitaban ellos que puede ser hasta matar a una persona.” Dejando atrás todas sus posesiones y una hija de 12 años, Elena huyó a México con su hijo.

La protección ofrecida a ciudadanos por los estados del Triángulo Norte es escasa. “Se ha informado que la policía [hondureña] es una de las más corruptas y desconfiables de América Latina,” según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). Es muy conocido que la policía de la región sea infiltrada por las maras, y por lo tanto, muchos están aterrados por denunciar crimines de pandilleros. En 2014, las autoridades hondureñas estimaron que alrededor 85% de las víctimas de extorsión no denunciaron por miedo a represalias de los pandilleros. “He escuchado de muchos casos de personas que ponen una denuncia en la mañana, y ya en la noche, no están. Desparecen,” me cuenta Rosario.

La falta de información alrededor del procedimiento para solicitar asilo ha sido, y sigue siendo, un factor bastante importante que impide que las personas soliciten asilo en México. Pero la situación ha mejorado en los últimos. “[M]uchas de las personas que llegan a Tenosique ya habían pasado por México,” me cuenta Scarlett Gómez, abogada en temas migratorios, desde su oficina en Tenosique, alrededor de 55km de la frontera con Guatemala y una primera parada para numerosos centro-americanos llegando a México. “Las autoridades pretendían que la condición de refugiado, o la solicitud, no existía en México. No es cierto. Más que no existir, era que la información no llegaba a las personas,” dice Gómez.

Agentes del Instituto Nacional de Migración (INM) – el órgano estatal encargado de aplicar las leyes migratorias – que detienen a migrantes que se encuentren en territorio mexicano sin un permiso, deben investigar a las personas detenidas para detectar si pueden ser beneficiadas al derecho a protección, y proveerles información sobre el procedimiento de asilo. Es bien sabido que muchas veces no cumplen con estas obligaciones. Cifras del gobierno demuestran que, en 2015, México detuvo y deportó a 117,990 centro-americanos. Es imposible saber cuantos de ellos tenían un caso legítimo de asilo, sin embargo, según un informe de Amnistía Internacional publicado en junio de éste año, “numerosos solicitantes de asilo” informaron haber sido devueltos a su país de origen varias veces, sin recibir información de agentes de INM sobre su derecho a solicitar asilo.

El incremento en la presencia del ACNUR en el sur de México ha sido una fuerza positiva en cuanto a la diseminación de información. Elena, como muchos otros, desconocía el procedimiento para solicitar asilo cuando huyó de su casa en El Salvador. “Aquí en Palenque, en la Casa del Migrante, encontramos a unas personas de ACNUR que nos dijeron que podíamos solicitar asilo y que México nos podía ayudar.”

ACNUR tiene dos oficinas en Chiapas – uno de los tres estados fronterizos con Guatemala – en donde provee asistencia técnica a la COMAR, y asistencia humanitaria a refugiados y solicitantes de asilo. También da fondos a Asylum Access, una ONG internacional, para proveer asesoría legal a personas refugiadas en el sur de México, lo cual ha empujado a aumentar el acceso al procedimiento de asilo.

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Esta es una foto de una solicitante de asilo hondureña de 17 años con su bebé nacido en México en el albergue migrante en Palenque. Paul Miranda. Algunos derechos reservados.

Últimamente, parece que las severas políticas migratorias de Trump han tenido un efecto dramático en el número de personas solicitando asilo en México. Entre su elección en noviembre de 2016, y marzo de 2017, 5.421 personas solicitaron asilo en México, en comparación con 2.148 personas durante el mismo periodo del año anterior. Si bien no hay duda de que la gran mayoría de centro-americanos aún consideran a México como un país de tránsito, siempre hay un número mayor de personas que prefieren quedarse en México en lugar de aventurarse al viaje peligroso al norte para enfrentar los controles aduaneros gringos.

David perdió una pierna en Texas, E.E.U.U., en 2008 cuando se cayó de un tren huyendo de agentes de migración. Esta vez prefiere quedarse en México. “Mi plan jamás era volver a los E.E.U.U.,” me cuenta durante la pausa de comida donde trabaja en un frutería en Palenque, y donde está intentando reconstruir su vida. “Quería sólo salir del trauma que había vivido en El Salvador.” El hermano mayor de David es un palabrero (líder) de la MS-13, listo para derramar su propio sangre por reusarse a cooperar con la mara. Así como a Rosario, a David se le otorgó la protección complementaria en México.

A pesar de grandes peligros en México – migrantes y refugiados enfrentan, entre otras cosas, extorsión por oficiales fronterizos, violencia a manos de agentes de INM, y secuestros por pandilleros que han llegado a territorio mexicano – el país se ha convertido en una nueva fuente de esperanza para muchos. “[En Honduras] sería la muerte segura,” dice Rosario. “Nos vamos acostumbrando a nuestra nueva vida acá [en México]. ¡Llegamos para quedarnos!”

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