Dada la consolidada industria automovilística del país, existe un potencial evidente para la producción de vehículos eléctricos en México. Alrededor del 5% de los vehículos fabricados en el país este año han sido eléctricos, con cuatro líneas de montaje actualmente activas, que producen vehículos principalmente para el mercado estadounidense: Ford, que construye su Mustang Mach-E en una fábrica mexicana; Giant Motors, su línea JAC; Audi, el modelo Q5; y Zacua, la primera marca mexicana de coches eléctricos. Otros fabricantes han anunciado planes para producir vehículos eléctricos en México, como General Motors, Volkswagen y la boliviana Quantum.
La meta a 2040, más la exportación principalmente hacia Estados Unidos, incentiva a México a fomentar la electromovilidad, y es probable que el Plan Sonora genere un estímulo. De hecho, la expectativa mexicana es la recepción de $48,000 millones de dólares de inversión en los sectores asociados al Plan Sonora, y ha incluido el objetivo de que el 50% de su producción de vehículos sea de cero emisiones para 2030.
El litio es una pieza fundamental para fabricar las baterías para EV, pero el ensamblaje de baterías es una capacidad que hasta ahora es prácticamente inexistente en México. Empresas de Alemania, China, Corea del Sur y Singapur dominan el mercado mundial, al cual México pretende ingresar con poco conocimiento técnico y tecnológico.
Para Martin, la incógnita yace en cómo se llegaría a que del litio puro se llegue a convertir en productos terminados, como baterías o semiconductores, como lo avizora el gobierno mexicano, que ha dicho que compañías privadas podrían asociarse con CFE o LitioMx para generar estos procesos.
“El gobierno habla de que puede haber socios privados, pero falta claridad al respecto”, señala. “Hay que ver primero que se instalen las empresas. El problema es cuánto tiempo tardará construir esa cadena, y las empresas no aparecen como hongos, de la noche a la mañana. No sé cómo saltemos esa brecha en el mediano plazo”, agrega.
Más allá del Plan Sonora, la transición energética está suspendida desde 2019 por las políticas pro fósiles de López Obrador, quien ha privilegiado el apoyo a las plantas de petróleo, gas e hidroeléctricas, en detrimento de la eólica y la solar. El impacto que este plan tendrá, está por verse en los dos años restantes del mandato del presidente mexicano.
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Este artículo se publicó previamente en Diálogo Chino. Lea el original aquí
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