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El ministro Weintraub y la metamorfosis de Brasil

El Estado de derecho se degrada en Brasil a la vista de todos, y en algunos estados del noroeste del país, como el estado de Pará, se encuentra ya al límite de la extinción. English, Português

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Francesc Badia i Dalmases
25 julio 2019, 12.01am
Activistas de Engajamundo llevan a cabo un acto de protesta pacífico y simbólico en contra de las políticas de educación de Ministro Weintraub.

El último ejemplo de ataque a la libertad de expresión lo tenemos en el incidente que protagonizó anoche el ministro de Educación de Brasil, Abraham Weintraub, tristemente famoso por sus ataques a la libertad en la universidad, por su manifiesto desprecio hacia la gente corriente y por su ignorancia insultante.

Abraham Weintraub, se encontraba ayer cenando con su familia en la terraza de un restaurante en el pueblito de Alter do Chão, estado de Pará, cuando un pequeño grupo de activistas pertenecientes a la organización de jóvenes Engajamundo, realizó un simpático acto de protesta.

El acto consistió en entregarle un plato de “kafta”, una popular comida de la cocina turca. No se trataba más que de una pequeña sátira, en alusión a la confusión que protagonizó el ministro al pronunciar el nombre de este típico plato turco para referirse al genial escritor checo Franz Katka autor, entre otros grande libros, de La Metamorfosis o del El proceso, obras inmortales de la literatura universal que un ministro de educación debería conocer bien.

El acto de protesta se acompañó con un par de pancartas escritas en cartón donde se aludía a las polémicas medidas del ministro contra las universidades públicas o sus recortes presupuestarios a los colegios públicos, y en particular a su ridículo intento de explicar los recortes con barras de chocolate, como hizo en un video retransmitido por Facebook Live donde apartó 4 barritas de un montón de 100 para mostrar que sus recortes sólo afectaban al 3,4% del total del presupuesto.

Además, para ser más ajustado a ese 3,4%, había que cortar una de las barritas en dos. Pero al mostrarse incapaz de ello el ministro, el propio presidente Bolsonaro, que lo acompañaba en la puesta en escena de esta farsa, mordió la barrita presupuestaria por la mitad y se la comió sin ningún remordimiento.

No debe sorprender que esta manera burda y ofensiva de tratar algo tan alta importancia para la ciudadanía como es el presupuesto de educación indignó a muchos en Brasil y no le cosecho mucha simpatía al ministro Weintraub.

La tensión y la polarización que se vive en todo Brasil quedó patente en este ejemplo de intolerancia

Pero ante el acto de protesta lúdica e imaginativa de los activistas, el Weintraub reaccionó con agresividad y rabia y se apoderó del micrófono de un grupo de músicos callejeros que estaban en la plaza, y desde ahí lanzó una diatriba de insultos y descalificaciones a diestro y siniestro, aún cuando ya los activistas habían abandonado el lugar hacía tiempo.

La tensión y la polarización que se vive en todo Brasil quedó patente en este ejemplo de intolerancia. Dueño del micrófono, Weintraub descargó un discurso inconexo de ataques desconectados a una supuesta izquierda “petista”, ociosa y parásita, mientras destacaba sus propias virtudes de padre de familia que solo hace vacaciones una semana al año. Acusó además a los activistas de humillar a su familia, que lo acompañaba en la plaza cuando ocurrieron los hechos.

El discurso agresivo y desagradable del ministro provocó la reacción de muchos de los presentes en la plaza, incluyendo a algunos indígenas, que abuchearon al político, lo acusaron de fascista, e incluso tomaron un micrófono para defenderse de los ataques, lo que aún encendió más los ánimos arrogantes del ministro.

Encaramado a una silla de plástico, siguió insistiendo en sus descalificaciones, y utilizó incluso a su hija para hacerse la víctima y provocar la adhesión de algunos de los presentes, que le aplaudieron dando muestras de ánimo cuando abandonó el lugar.

El incidente se terminó sin mayores problemas, pero provocó un profundo desánimo entre los presentes en la plaza de este pueblo tranquilo y aparentemente alejado de la tensión política de las ciudades.

Acto seguido, la organización Engajamundo emitió un comunicado explicando que se trató simplemente de un acto de protesta simbólico, y que, tras entregarle el plato de kafta y los dos carteles, los activistas abandonaron el lugar inmediatamente, sin agredir a nadie en ningún momento.

Engajamundo utiliza la creatividad y la diversión para visibilizar sus reivindicaciones, pero jamás realiza acciones agresivas ni pretende agredir a nadie como sí hizo Weintraub al apoderarse del micrófono y lanzar un mitin ofensivo contra presuntos izquierdistas, que habrían pretendido humillar a su familia.

La actitud arrogante del ministro y la reacción de la gente ante sus palabras ofensivas dio a la acción de protesta de Engajamundo una dimensión no buscada, pero que demuestra hasta qué punto existe crispación en este país, incluso en lugares apartados, relajados y tranquilos del bajo amazonas brasileño.

La educación ha sido un eje central de la política brasileña y, durante los gobiernos precedentes, a pesar de algunas ineficiencias contó con numerosas iniciativas e inversiones que pretendieron mejorar las condiciones de la gente humilde y facilitar el acceso a la educación superior al máximo número de personas desfavorecidas, incluyendo grupos generalmente marginalizados del sistema educativo como los más pobres, los indígenas y los afrodescendientes.

Bolsonaro ha llegado con intención de acabar con todo lo que suene a igualdad de oportunidades y en su agenda tiene muy claro que hay que expulsar a los más débiles

Pero Bolsonaro ha llegado con intención de acabar con todo lo que suene a igualdad de oportunidades y en su agenda tiene muy claro que hay que expulsar a los más débiles, a quienes considera parásitos alimentados por los “petistas”.

Una vergüenza, sin duda, y a nadie debería extrañar que alguien que se ofende cuando, en un acto de simple libertad de expresión, unos cuantos activistas le recuerdan que no sabe pronunciar el nombre de Kafka correctamente o que banaliza los recortes en educación mordiendo chocolatinas, levante los ánimos de la gente en la plaza de un pueblito tranquilo.

El presidente del Consejo Comunitario de Alter do Chao emitió inmediatamente una vergonzante “Carta de repudio al acto hostil sufrido por el Ministro de Educación”, donde tilda la protesta de “acto de hostilidad practicado puramente por intolerancia política” y pide a las autoridades competentes que “estos agresores y perturbadores del orden sean identificados y castigados por sus acciones”.

Tras el incidente, con no disimulada voluntad intimidatoria, se congregó en la plaza un nutrido grupo de bolsonaristas en una manifestación de apoyo al ministro, y al “mito” que lo nombró.

Este incidente, que en cualquier democracia madura se considera una anécdota y forma parte de los “gajes del oficio” que le corresponden al representante público, sin más, en Brasil pasa a ser una “agresión, un acto hostil, una muestra de intolerancia”.

Esto demuestra hasta qué punto se está degradando el Estado de derecho en Brasil, conde el respeto a la libertad de expresión desaparece mientras las autoridades tratan de intimidar a los ciudadanos que ejercen su derecho a protestar y reciben a cambio insultos, arrogancia y amenazas de detención y castigo. Por eso es importante que activistas como los de Engajamundo planten cara y resistan esta degradación.

El ministro Abaham Weintraub debería leerse La Metamorfosis de su ignorado Kafka y reflexionar cómo el Estado democrático de derecho, si se le insulta, se le degrada y se le agrede en cada acto, puede despertarse cualquier día convertido en un gigantesco insecto.

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