
Un estudiante atraviesa un puente para dirigirse a la escuela en Río, de Janeiro. (AP Photo / Silvia Izquierdo)
Desde principios de abril se han venido impartiendo clases en la escuela Luis Compositor Carlos da Vila en Benfica, un barrio de clase obrera de Río de Janeiro. Junto a las clases de natación, danza y preparación para el ENEM (el examen nacional de acceso a las universidades públicas), el horario incluye círculos de discusión que tratan temas como la militarización de la policía en las favelas.
Todo esto está pasando a pesar de la huelga de profesores que empezó el pasado marzo y que continúa a lo largo del país. O quizás sea consecuencia de la misma. Los estudiantes barren el suelo, pintan las paredes y preparan comida: han tomado el control de la escuela para apoyar a sus profesores y como protesta por los recortes de gastos, que son parte del programa de austeridad del Partido de los Trabajadores (PT). Desde el año pasado, estos recortes han hecho caer en picado los fondos disponibles para los servicios públicos y los sueldos, aumentando el desempleo.
Comparado con el históricamente combativo sector de la enseñanza en Río de Janeiro, que cuenta con un movimiento de estudiantes universitarios que tiene una larga y compleja historia, esta radicalización de los estudiantes de secundaria es pionera en Brasil. A finales de 2015, los estudiantes tomaron el control de más de 200 escuelas en el estado de Sao Paulo. Las ocupaciones forzaron la suspensión de un programa que decretaba el cierre de aproximadamente 100 escuelas públicas. En marzo de 2016 las ocupaciones empezaron en Río con 82 escuelas ocupadas y, recientemente, se han expandido a otros estados del sur y noreste. En Río y Sao Paulo, las ocupaciones forzaron la dimisión del Secretario de Educación.
La brutalidad policial que se empleó contra los estudiantes el año pasado en Sao Paulo ha motivado una investigación de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, mientras que las ocupaciones en Río se han enfrentado a amenazas e intentos de desalojo por parte de la policía militar y otros grupos estudiantiles contrarios a este movimiento. Estudiantes de diferentes escuelas de Río ocuparon el edificio de la Secretaría de Educación, de donde han sido desalojados hace unos días.
Esto es consecuencia de un proceso que empezó en junio de 2013, cuando algunas de las mayores protestas en la historia brasileña rompieron la hegemonía del PT. El rechazo a un modelo urbano compuesto por servicios públicos cada vez más privatizados, caros y de peor calidad fue clave en estas protestas. También han de añadirse las estratosféricas cantidades gastadas en la organización de la Copa Mundial y los JJOO. En las protestas estuvo presente un amplio espectro de influencias ideológicas, desde la izquierda hasta la derecha, incluyendo un segmento de la clase obrera, que estuvo especialmente representado, y un nuevo sector demográfico creado por las políticas contradictorias del PT: estudiantes universitarios jóvenes y graduados, que son los primeros en sus familias que alcanzan nivel universitario, pero que siguen en situaciones precarias y con salarios bajos, particularmente en el sector de las telecomunicaciones. Pero las protestas que se repitieron en 2015 a propósito del proceso de destitución de Dilma Rousseff no contenían este segmento demográfico, ni en la parte a favor ni en la parte en contra. Los manifestantes eran en general mayores y con salarios más altos, de acuerdo con los estudios hechos por el Instituto Datafolha. El denominador común entre estos movimientos de 2013 y 2015 es la educación universitaria, que confirma la significativa ampliación de la educación universitaria durante el mandato del PT.
El eslogan de Dilma “Patria Educadora” refleja las sucesivas declaraciones de los gobiernos del PT a favor del compromiso con la educación. Sin embargo, la política del PT se caracterizó por priorizar la expansión del acceso a la educación antes que mejorar la calidad del sistema educativo. El sector continuó padeciendo la falta de inversiones yb todavía hoy los sindicatos de estudiantes y profesores siguen luchando por una asignación del 10% del PIB a la educación - una posibilidad que el presidente Lula vetó, antes de dejar su puesto.
La actual recesión económica en Brasil pone de relieve las limitaciones de las políticas del PT. En 2015 Dilma se retractó de sus promesas electorales y cortó el gasto en servicios públicos de manera drástica. En Río de Janeiro, donde el aliado electoral del PT, el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), gobierna la ciudad, los mayores recortes se aplicaron al sector educativo. Uno de los ocupantes del Luis Compositor explica: “los proyectos que teníamos nos fueron arrebatados a través de los recortes a la inversión. Ahora los traemos de vuelta para la gente; queremos que la comunidad que vive aquí cerca venga a nuestra escuela”. Identificar instalaciones escatimadas y encontrar recursos escondidos se ha convertido también en objetivo de las ocupaciones. Durante mi visita a la escuela Monteiro de Carvalho, también en Río de Janeiro, los estudiantes me guiaron hacia el sótano dónde se encuentran los laboratorios de física, la cocina y la sala de informática. Cuando ocuparon la escuela, descubrieron la existencia de esta planta escondida y de cientos de libros de texto que les habían dicho que la escuela no tenía. En muchas otras escuelas, los estudiantes han descubierto uniformes nuevos, libros, ordenadores, instrumentos musicales y otros recursos encubiertos.
Tras meses de retraso en el pago de sus salarios, más de medio millón de trabajadores del sector público en el estado se manifestaron en Abril. El movimiento de estudiantes se ha visto reforzado por la parálisis de la universidad estatal, la UERJ, con trabajadores que llevan más de siete meses sin recibir salario.
Al ocupar las escuelas en apoyo de la huelga de profesores, los estudiantes de Río también han incorporado a sus reivindicaciones la demanda de los sindicatos de estudiantes y profesores, que pide establecer elecciones para escoger a los directores de las escuelas. La elección de directores sigue siendo una poderosa vía a través de la que los políticos locales mantienen redes de clientelismo e influencia desde los tiempos de la dictadura militar. En la escuela Luis Compositor Carlos da Vila, otro estudiante describe al director como “un homófobo, un ex-militar racista… es muy difícil estudiar en esta escuela. Además, la falta de infraestructura hace que sea muy difícil estudiar, y con él no hay diálogo”. La reforma, que había quedado suspendida durante 13 años, finalmente ha sido aprobada por la Asamblea Legislativa de Río (Alerj).
Aunque muchos estudiantes con los que hablo dicen que la protesta ha cambiado fundamentalmente la manera en cómo sienten su educación, y a pesar del potencial transformador que han experimentado a través de la organización colectiva, después de dos meses intensos, el movimiento comienza a mostrar signos de agotamiento. A diferencia de los estudiantes de Sao Paulo, las demandas de los estudiantes de Río no han sido tan específicas o claras. Varias escuelas han tomado ya la decisión de abandonar las ocupaciones, algunas después de una serie de asaltos de la policía militar. El departamento de educación ha tratado de anunciar el retorno a las clases, en un esfuerzo por acabar con las ocupaciones. Sin embargo, el sindicato de profesores lo ha rechazado, y la huelga continúa.
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Traducción del original en inglés a cargo de Victoria Gómez y Carmen Municio, miembros del Programa de Voluntariado de DemocraciaAbierta
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