La decisión de Castillo de disolver la cámara, sin embargo, pone en evidencia a un mandatario sin recursos, con muy poca visión estratégica. Más allá de la continua crisis política y su falta de mayoría en el legislativo, Castillo se enfrentó a serias denuncias de corrupción. El mandatario, además, subestimó la memoria de los peruanos, que no aceptarían un nuevo autogolpe como el de Alberto Fujimori en abril de 1992.
Fujimori gobernó Perú entre 1990 y 2000. El 5 de abril de 1992, anunció el cierre del congreso e intervino el poder judicial. Su autogolpe fue exitoso. Castillo, sin embargo, no contaba ni con la popularidad, ni con el apoyo de los militares que tenía Fujimori. Su intento de mantenerse en el poder a la fuerza no funcionó.
Después de su anunció, las respuestas negativas comenzaron a sucederse para Castillo. Estados Unidos pidió, a través de su embajadora en Lima, que el ahora expresidente revirtiera su decisión de inmediato. El Tribunal Constitucional de Perú pidió a las Fuerzas Armadas restablecer el orden y los congresistas decidieron continuar con el juicio político a pesar del anuncio de cierre; la mayoría, que en dos ocasiones anteriores lo salvó por la mínima, esta vez votó por su destitución.
Ahora, la nueva presidente, Dina Boluarte, cuya inexperiencia política es evidente, se enfrenta al reto enorme de restablecer las relaciones con el congreso, la oposición, las fuerzas militares y la sociedad. Apeló a un gobierno de unidad nacional, un bien muy escaso en Perú.
Una interminable fila de presidentes efímeros
Si algo caracteriza al país inca, al menos desde que Fujimori salió del poder, es la inestabilidad presidencial. Con diez presidentes en los últimos 22 años, queda claro que conseguir la estabilidad política no solo no es sencillo, sino que parece imposible.
Tras la salida de Fujimori, el presidente fue Valentín Paniagua, quien gobernó entre noviembre de 2000 y julio de 2001. Luego, el turno fue para Alejandro Toloza quien, diez años después, en 2016, fue acusado de ser parte del escándalo de corrupción de la constructora Odebrecht. Luego de Toloza asumió Alan García quien gobernó entre 2006 y 2011. Sin embargo, él también fue acusado de estar implicado en el escándalo de Odebrecht. Entre 2011 y 2016 gobernó Ollanta Humala, quien fue condenado por recibir sobornos de parte de Odebrecht y condenado a 18 meses de prisión.
A Humala lo reemplazó Pablo Kuczynski, presidente entre 2016 y 2018, quien tuvo que renunciar al cargo por su involucramiento en la monumental trama de corrupción de Odebrecht. Su puesto lo asumió su vicepresidente, Martín Vizcarra ,quien gobernó entre 2018 y 2020. Después de enfrentamientos con el congreso fue acusado de corrupción y destituido en noviembre de 2020. El congreso designó que su sucesor sería Manuel Merino pero éste, después de las protestas multitudinarias en el país en contra de su gobierno, fue reemplazado por Francisco Sagasti, quien dirigió brevemente el país hasta julio de 2021, cuando convocó elecciones anticipadas. Castillo, un profesor de secundaria del Perú rural y un verdadero outsider de la política de Lima, llegó sorpresivamente al poder.
El listado de la inestabilidad presidencial de las últimas dos décadas, y la salida abrupta de Castillo, dejan a claro que la clase política peruana es incapaz de estabilizar la gobernación del país. Si Baluarte, presidente por accidente, quiere tener un final de gobierno exitoso, tendrá la titánica tarea de cohesionar a la cámara y a la sociedad entera y entender cómo reparar las grietas que atraviesan al Perú. Lo más probable es que veamos unas nuevas elecciones anticipadas en no mucho tiempo.