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Prepárense para decir adiós a la hegemonía financiera

¿Se han curado las heridas de la crisis financiera del 2008? ¿O se han fortalecido las contradicciones subyacentes que la causaron en los últimos años? English

Cédric Durand
9 junio 2017
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La Bolsa de Valores de Nueva York. Imágenes de Richard B. Levine / PA. Todos los derechos reservados

Se cumplen diez años desde el inicio de la gran crisis financiera, y, en la superficie, las aguas permanecen tranquilas. En Estados Unidos, los opulentos mercados de valores han celebrado el advenimiento de la administración de Donald Trump con una ganancia del 12%, y la Reserva Federal se siente suficientemente confiada para ponerse en marcha con intención de normalizar su política monetaria, anunciando una serie de aumentos en los tipos de interés, considerando la reducción de su balance de 4.5 billones de dólares.

En Europa, la incertidumbre sigue siendo alta, pero la elección de un ex-banquero de inversiones como jefe de Estado en la tumultuosa Francia es la guinda del pastel para los financieros desacomplejados, que ya han adoptado el humor entusiasta de sus homólogos estadounidenses. Visto desde el mercado de valores, se subsanaron las heridas de la crisis financiera, y los inversores están apostándole a la próxima expansión.

En Europa, la incertidumbre sigue siendo alta, pero la elección de un ex-banquero de inversiones como jefe de Estado en la tumultuosa Francia es la guinda del pastel para los financieros desacomplejados.

Pero, en el fondo, no todo es tan bonito. Lejos de estar resueltas, las contradicciones subyacentes que causaron el colapso financiero de 2008 se han, si acaso, reforzado en los últimos años. Más allá de la actual calma engañosa, está en camino un cambio sociopolítico tectónico, a la espera de que un incidente menor desencadene una nueva ola de turbulencias financieras y dibuje una brecha de magnitud histórica.

Afortunadamente, la crisis de 2008 no pudo seguir su curso. La gente común sufrió mucho, pero las intervenciones del gobierno y del banco central lograron evitar un colapso económico completo. Al hacerlo, no sólo impidieron el desmantelamiento de muchas exigencias financieras insostenibles, sino que también abrieron el camino para aumentar el riesgo financiero.

De hecho, a medida que la gestión pública mitiga con éxito las catástrofes financieras, los inversores asumen riesgos adicionales, al confiar en la capacidad del gobierno para salvarlos de nuevo en el momento en que ocurra algo malo. Mientras tanto, los reguladores, si no es que simplemente confían demasiado en si mismos,  no son ni lo suficientemente fuertes, ni lo suficientemente determinados, como para frenar su apetencia de innovaciones financieras avariciosas.

La gente común sufrió mucho, pero las intervenciones del gobierno y del banco central lograron evitar un colapso económico completo. 

Esto ha llevado a una toma de riesgos mucho más elevada por parte de los inversores privados.  ¿Por qué deberían ser prudentes? . Y a una regulación y supervisión deficientes, que son los ingredientes clave para que se produzca un terremoto aún más violento en el futuro. Esta es la principal lección que nos enseña el gran economista post-keynesiano Hyman Minsky, recordado brevemente en el momento álgido de la crisis, aunque ahora olvidado de nuevo. Las finanzas privadas rescatadas con dinero público son ahora lo suficientemente fuertes como para empujar a la administración estadounidense de Goldman Sachs a revertir la tímida regulación impuesta en los años de Obama, y para convencer a la Comisión Europea para que promueva la securitización, el tipo de red financiera que fue responsable de la ruina del 2008.

La ilusión de que los activos financieros pueden crear valor gracias a su propia naturaleza está hoy en día mucho más vivo que en los tiempos de Marx.

La ilusión de que los activos financieros pueden crear valor gracias a su propia naturaleza está hoy en día mucho más vivo que en los tiempos de Marx. Esta fetichización de las finanzas y su empoderamiento son las razones por las que la principal vía para revertir el peligro de una espiral de deflación de la deuda fue poner en marcha un enorme estímulo monetario. Como reconoció Claudio Borio, figura prominente en el Bank of International Settlement, las economías ricas se convirtieron en adictas a las bajas tasas de interés, y los banqueros centrales han aumentado drásticamente la dosis en los últimos años, con tasas de interés cero o incluso por debajo de cero y programas de compra de activos.

El resultado de esta secuencia es una dinámica escandalosamente insostenible: por un lado, la fragilidad financiera está de nuevo en aumento, en particular con la excesiva deuda corporativa en Estados Unidos, la persistente fragilidad bancaria en Europa y los mercados de valores sobrevaluados. En la economía real, este estímulo monetario no ha dado mucho de sí: las tasas de crecimiento son anémicas, el subempleo es endémico, la productividad es lenta y la inversión apenas es suficiente para prevenir una involución de la producción en todo el mundo desarrollado.

Parece, entonces, que no hay recuperación, sino sólo una renovada asertividad financiera, respaldada por políticas altamente sesgadas. Pero a medida que los datos duros traen más malas noticias, como es la dramática desaceleración de la economía estadounidense a una tasa anual de 0,7 en el primer trimestre de 2017, o del repunte del desempleo en Francia en marzo, la disrupción está a la vuelta de la esquina.

Las formas elementales de capital financiero -la capitalización bursátil, el crédito al sector privado no financiero y la deuda pública- representan ahora más del 350% del PIB de promedio en los principales países de rentas altas, frente al 150% de principios de los ochenta , y al 330% antes de la crisis. Para mantenerse, el valor de estos créditos financieros requiere que los ingresos financieros esperados disminuyan a su debido tiempo: la deuda debe ser atendida; los intereses, pagados; los dividendos, desembolsados.

Liberar a nuestras sociedades del la dependencia del  tiempo financiero requerirá de la existencia de una nueva capacidad para diseñar el futuro.

Pero, ¿qué pasa con esto en las economías estancadas? La primera posibilidad es que lleven sus esquemas Ponzi aún más lejos: cuanto más se inunda de deuda, el sistema, más fluye toda suevamente. Pero esto sitúa a los bancos centrales en un punto muerto. Si se mueven de nuevo hacia políticas monetarias más clásicas, que desencadenará una recesión y un incremento de la angustia financiera. El hecho de que en los Estados Unidos la tasa de interés a largo plazo tienda todavía a bajar a pesar de los recientes incrementos de la Reserva Federal indica que los mercados no creen en una normalización de la política monetaria. Sin embargo, si los bancos centrales no avanzan, los desequilibrios financieros seguirán aumentando, favoreciendo la mala asignación de recursos y aumentando la amplitud de la próxima caída.

De hecho, cuando la futura recuperación termine, lo que seguramente ocurrirá, ¿podría la economía global ver, usando el término de Freud, el retorno de lo reprimido? ¿Cómo sería? Es necesario explotar el trabajo para crear valor y para que éste sea capturado para sostener los ingresos financieros. Sin embargo, este capital financiero, o "ficticio", ha dejado de ser un factor dinámico de acumulación, convirtiéndose en un peso muerto en todo el proceso de reproducción social. La hegemonía financiera se viste de las trampas liberales del mercado, pero captura la vieja soberanía del Estado para estrujar mejor el cuerpo social y alimentar así sus propios beneficios. Este ardid de la razón liberal ha permitido que la hegemonía financiera sobreviva algunos años más en cuidados intensivos - pero ahora ha llegado el momento de decir adiós.

El próximo accidente no será una repetición del 2008: esta vez ,la credibilidad de los bancos centrales estará en juego, con el riesgo de que se produzca una crisis monetaria total. La izquierda debe estar preparada para este despliegue previsible de los acontecimientos. Debe ya dejarse claro que las finanzas privadas no se rescatarán otra vez, que las delirantes reclamaciones financieras de los más ricos sobre el trabajo del resto de nosotros ya no serán validadas por la intervención del gobierno. Mientras tanto, la agitación a favor de la socialización de los bancos, la condonación de la deuda, la universalización de las pensiones, los sistemas educativos y sanitarios, la planificación de la inversión ecológica y los datos abiertos deben desplegarse para anticipar esta próxima oportunidad histórica. Liberar a nuestras sociedades del la dependencia del  tiempo financiero requerirá de la existencia de una nueva capacidad para diseñar el futuro.

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