En la actualidad, en Perú existen seis reservas indígenas solicitadas a favor de los pueblos no contactados que están en proceso de ser establecidas por el estado (R.I. Kakataibo, R.I. Yavarí-Tapiche, R.I. Yavarí-Mirim, R.I. Napo-Tigre, R.I. Sierra del Divisor Occidental y R.I. Atacuari). Sin embargo, excepto Atacuari (solicitada en 2020), todas las reservas fueron solicitadas por las organizaciones indígenas hace entre 15 y 28 años, lo que supera con creces todos los límites temporales establecidos por ley. El Ministerio de Cultura (el órgano encargado de los pueblos indígenas) continúa dilatando los procesos y alega que las reservas se encuentran “en trámites”. Pero ¡ningún procedimiento que tenga por objetivo salvaguardar la vida puede demorar 28 años!
Esta actitud, mantenida por el Estado durante décadas, es ilegal, inmoral y genocida y denota la falta absoluta de voluntad política de proteger a los pueblos no contactados. Esta falta de interés no es casual. El lobby de las empresas extractivas que codician estos territorios, ricos y biodiversos por ser gestionados por los mejores guardianes de la naturaleza, es muy fuerte y se suma a la ambición por obtener beneficio económico de algunos sectores del Estado.
Mientras las reservas indígenas siguen sin establecerse, el Gobierno continúa reactivando las concesiones forestales y otorgando licencias a la explotación de hidrocarburos, minerales y otros recursos que se superponen a los territorios de los no contactados, condenándolos a muerte. Los invasores siguen entrando en los territorios, destruyendo la selva e introduciendo enfermedades contra las que los pueblos no contactados no tienen defensas. En definitiva, unos y otros se enriquecen a costa del exterminio de pueblos enteros. Es un escándalo y como tal hay que tratarlo.
La situación es crítica. Prueba de ello es que en los últimos meses se ha documentado la presencia de algunos de estos grupos en zonas que no suelen frecuentar. Sabemos que este tipo de comportamientos pueden darse cuando se sienten amenazados en sus territorios y huyen del contacto.
Ante la emergencia, la organización indígena ORPIO ha escalado su denuncia al nivel internacional y ha presentado una petición formal ante la CIDH (Comisión Interamericana de Derechos Humanos) para que obligue al Gobierno a acelerar y proteger definitivamente las seis reservas indígenas y a promulgar las medidas necesarias para garantizar la salud y el bienestar de los indígenas no contactados que habitan en ellas, teniendo en cuenta la pandemia de Covid-19 que azota intensamente el país y la invasión de foráneos en las reservas.
Paralelamente, los aliados de los pueblos indígenas y Survival International se han movilizado por la supervivencia de los pueblos no contactados y más de 7.000 emails provenientes de ciudadanos de todo el mundo han inundado los correos del presidente Francisco Sagasti, del ministro de Cultura Alejandro Neyra y del ministro de Justicia y Derechos Humanos Eduardo Vega, instándolos a proteger las vidas de los pueblos no contactados.
Y parece que la presión nacional e internacional están surtiendo efecto. Tras décadas de ardua lucha de las organizaciones indígenas, el Estado ha dado un paso en las últimas semanas y ha aprobado la creación de dos de las seis reservas indígenas (Kakataibo tras 28 años y Yavarí Tapiche tras 15 años). Aunque aún están pendientes de ser publicadas en Decreto Supremo, es un gran logro para los pueblos indígenas de Perú y para toda la humanidad.
El Gobierno de Perú debe saber que los ataques a los indígenas de su país constituyen no solo una agresión al corazón y al alma de su nación sino también una amenaza para todo el planeta. Como dice mi buen amigo Bernardo, tuxaua (líder espiritual) del pueblo Sateré Mawé de Brasil: “Los pueblos indígenas son bibliotecas vivas. Son los guardianes, cuidadores y jardineros de la Amazonía y del planeta. Cada vez que un pueblo es exterminado, un rostro de Tupãna [deidad] muere; el cosmos, el planeta y toda la humanidad se empobrecen”.
Los pueblos indígenas han sido y son ejemplo de resistencia y de que otros modos de vida son posibles. A través de sus organizaciones, y con el apoyo de sus aliados alrededor del mundo, seguirán presionando hasta que todas las reservas indígenas sean protegidas legal y permanentemente, y todas las empresas extractivas sean expulsadas de los territorios de los que dependen los pueblos no contactados para sobrevivir.
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