
Aniversario del 15-M. Demotix/Betsabe Donoso. All rights reserved.
Mucho se ha escrito sobre el nacimiento de Podemos, muchas líneas sobre el 15 de Mayo, y sobre esa bocanada de aire fresco que nos sacó a muchas y muchos a las calles. Mucho se ha divagado y debatido también sobre qué ocurrió con ese movimiento, si desapareció debido al cansancio que supuso el estar aguantando acampadas durante cerca de un mes. Cansancio no sólo físico, sino sobre todo intelectual y político. Mantener en pie las acampadas contra viento y marea fue uno de los ejercicios más duros a los que creo que hasta ese momento nos habíamos enfrentado los que nacimos en la década de los ochenta y noventa. Y decidir trasladarlas, que no desactivarlas, a los barrios fue una de las decisiones más complejas a las que nos tuvimos que enfrentar: optar por el pragmatismo de no dejar ver que las acampadas morían de inanición por la vuelta, poco a poco, a la vida normal de las que participábamos allí frente a las ganas de no ceder a las órdenes de quienes nos decían que eso era ocupar ilegalmente la vía pública.
El movimiento 15-M supuso un despertar para muchos, un dejar de vivir en el mundo de la sombras; para otros, que ya veníamos de participar en movimientos más o menos organizados, supuso revolucionar las maneras en las que nos organizábamos y hacíamos política: el intento de asamblearismo radical, la toma de decisiones por consenso en vez de por votación, la necesidad casi estructural de dar voz y participación real a las personas jóvenes. En definitiva, la necesidad de renovar.
Y así, cuando en verano de 2011 nos mudamos de las plazas para continuar la lucha en los barrios o en las Mareas, nos surgió la duda de si aquella visión de cambio adquirida a base de noches de asamblea sería posible llevarla a los partidos políticos entonces existentes para poder asaltar las instituciones y promover un Cambio Real Ya. Esta pregunta nos llevó a muchos a entrar en la política organizada donde nos chocamos con la realidad. Las estructuras que ya se encontraban creadas, con todas sus virtudes, arrastraban vicios de los que era difícil deshacerse en un periodo más o menos inmediato; inmediatez necesaria para paliar la situación de emergencia social a la que han abocado a nuestro país.
Así, ante el llamamiento de un grupo de intelectuales de la Universidad Complutense de Madrid hubo muchos que, dudándolo más o menos, acabamos acudiendo. Ante la interpelación de aunarnos a nosotros, la mayoría, frente a ellos, dijimos que sí, sin miedo. El lenguaje joven de ese mayo de 2011 volvía a resurgir en forma de organización política llamada PODEMOS a la que, de nuevo, acudimos dos tipos diferentes de personas.
Y éste precisamente puede ser que sea uno de los mayores retos ante el que nos encontramos a nivel interno: conseguir conciliar el entusiasmo desbocado de todas las personas que se unen sin haber pasado por experiencias participativas previas, con la experiencia y consiguientes prejuicios de todos aquellos que tenemos una historia militante detrás, con nuestras enseñanzas pero también con nuestras cicatrices y miedos, que a veces no nos dejan avanzar o nos impiden probar cosas nuevas por simples reparos.
Aun así, PODEMOS arrasó en todas aquellas elecciones en las que se ha presentado hasta la fecha, trayendo a la ocupación de “cargo público” un vendaval de caras jóvenes con ideas nuevas; y no quiero desaprovechar la oportunidad para poner en valor ese simple hecho, el rebajar la media de edad de nuestras arcaicas y a veces seniles Instituciones; el hacer las cosas de otra manera, implica ya un cambio rupturista necesario para afrontar el momento que nos espera.
Porque mientras nos decían que no teníamos programa, que habíamos llegado a los escaños y ayuntamientos del cambio sólo por tener un par de caras conocidas que salen en la televisión, lo cierto es que nuestra nueva manera de subir a la tribuna y de andar en zapatillas y vaqueros por las moquetas de los hemiciclos hasta ahora llenas de polvo, se ha acompañado de medidas necesarias para la justicia social y de sentido común, que deberían haber llegado mucho antes, aprobadas gracias al impulso de PODEMOS; medidas tan básicas como la prohibición de cortar la luz, gas y agua a familias en situación de pobreza, Leyes de transparencia y cuentas claras, cambios de la Leyes electorales autonómicas para que deje de favorecer al bipartidismo o la creación de Registros de vivienda vacía en manos de los bancos y de los fondos buitres.
Sin embargo, ahora que encaramos la recta final de esta campaña electoral que parece que se ha prorrogado desde las anteriores elecciones autonómicas, no podemos olvidar que el camino de PODEMOS no termina aquí, a pesar de que éste sea el momento para el que nacimos. Nos quedan meses por delante para debatir sobre el modelo que queremos de organización, para aunar los dos corazones de la gente de PODEMOS, el pragmático y el salvajemente emocional. Meses para evitar terminar cayendo en los mismos errores en los que otros cayeron antes; meses para que, si tiene que volver a haber otro 15-M, nosotros podamos volver a salir a las plazas gritando sin vergüenza que hicimos todo lo que pudimos.
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