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Recibir a los refugiados en Europa – Un imperativo moral y político

Nosotros, ciudadanos de los estados miembros de la Unión Europea, del Espacio Schengen, de los Balcanes, del Mediterráneo y de Oriente Medio, así como ciudadanos de otros países del mundo que comparten nuestras preocupaciones, lanzamos una llamada de emergencia. English

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8 marzo 2016
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Press Association/Benjamin Girette. All rights reserved

A nuestros gobernantes y representantes en los parlamentos nacionales y en el Parlamento Europeo, así como en el Tribunal Europeo de Derechos Humanos y en la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados:

Los refugiados de Oriente Medio deben ser rescatados y bienvenidos!

Desde hace años, los inmigrantes del sur del Mediterráneo que huyen de la pobreza, la guerra y la represión se han ahogado en el mar o se han hecho trizas contra los alambres de púas. Cuando han logrado cruzar el mar, después de ser extorsionados por de redes de traficantes, han sido expulsados, encarcelados o arrojados a la clandestinidad por estados que les consideran "peligrosos" o "enemigos". A pesar de esto, tienen el valor de perseverar y ayudarse unos a otros para salvar sus vidas y crear esperanza en el futuro.

Sin embargo, desde que las guerras en Oriente Medio, y especialmente en Siria, han asumido proporciones de masacres enormes sin final a la vista, la magnitud de la situación ha dado un vuelco. Poblaciones enteras hechas rehenes entre las partes en conflicto, bombardeadas, hambrientas y aterrorizadas, se han visto arrojadas a un éxodo lleno de peligros que, al precio de otros miles de muertos, empuja a hombres, mujeres y niños hacia los países vecinos y a llamar a las puertas de Europa.

Se trata de una catástrofe humanitaria histórica de grandes proporciones que nos enfrenta a una responsabilidad de la que no hay escapatoria.

La incapacidad de los gobiernos de todos los países para poner fin a las causas de este éxodo (cuando no están contribuyendo, en realidad, a agravarlo) no les exonera de la obligación de rescatar y acoger a los refugiados, respetando sus derechos fundamentales, incluido el derecho de asilo, que consagran las declaraciones fundacionales y las convenciones de derecho internacional.

Sin embargo, con muy pocas excepciones – la iniciativa ejemplar de Alemania, que todavía no ha sido suspendida a día de hoy; y el gigantesco esfuerzo por parte de Grecia para rescatar, acoger y escoltar a los miles de supervivientes que llegan a diario a sus costas, aun teniendo a su economía sometida a una devastadora austeridad; a lo que hay que añadir la disposición de Portugal a aliviar la carga de Grecia haciéndose cargo de parte de los refugiados -, los gobiernos europeos se han negado a hacer frente a la situación, a explicarla a sus poblaciones, a organizar la solidaridad y superar los egoísmos nacionales.

Por el contrario, de este a oeste y de norte a sur, han rechazado el plan de mínimos para la distribución de los refugiados elaborado por la Comisión Europea o lo sabotean. Lo que es peor, están implicados en la represión, la estigmatización y el maltrato a los refugiados y a los inmigrantes en general. La situación de la 'jungla' de Calais, ahora desmantelada violentamente sin tener en cuenta ni el espíritu ni la letra de una decisión judicial, es un escandaloso ejemplo de todo ello, aunque no el único.

En contraste, son los ciudadanos, europeos y de otras partes - los pescadores y habitantes de Lampedusa y de Lesbos, los activistas de ayuda a los refugiados y las redes de apoyo al inmigrante, los centros de acogida laicos y religiosos, con el apoyo de artistas e intelectuales –, los que han salvado nuestro honor y señalado el camino hacia una solución.

Disponen, sin embargo, de medios insuficientes, se encuentran a veces con la hostilidad de las autoridades, y tienen que hacer frente, como los propios refugiados e inmigrantes, con el rápido crecimiento de un frente xenófobo europeo que abarca desde organizaciones violentas, abiertamente racistas o neofascistas, a líderes políticos “respetables” y gobiernos cada vez más presos por el autoritarismo, el nacionalismo y la demagogia. Se enfrentan dos Europas totalmente incompatibles y a partir de ahora hay que elegir entre ellas.

Esta tendencia xenófoba, mortal para las víctimas de la violencia y ruinosa para el futuro del continente europeo como espacio de libertad, debe revertirse de modo inmediato.

Hay más de 60 millones de refugiados en el mundo. Líbano y Jordania reciben un millón cada uno (lo que viene a representar, respectivamente, el 20 y el 12% de su población) y Turquía, dos millones (3%).

El millón de refugiados que en 2015 llegaron a Europa (una de las regiones más ricas del mundo, a pesar de la crisis) representan tan sólo el 0,2% de su población. No sólo los países europeos, tomados en su conjunto, disponen de los medios para acoger a los refugiados y tratarlos con dignidad, sino que están obligados a ello si quieren continuar apelando a los derechos humanos como fundamento de su política. Está en su interés hacerlo, también, en la medida en que deseen empezar a recrear las condiciones para la paz y la seguridad colectivas, junto con todos los países de la zona mediterránea que han compartido la misma historia y la misma herencia cultural desde hace miles de años.

Y esto es lo que debe hacerse para eliminar de nuestro horizonte, de una vez por todas, el espectro de una nueva época de discriminación institucional organizada y de eliminación de seres humanos "indeseables".

Nadie puede decir cuándo ni en qué proporción podrán 'volver a casa' los refugiados, y nadie debe subestimar la dificultad de las cuestiones que hay que resolver, de la resistencia que generan y los obstáculos y peligros que conllevan. Pero nadie puede seguir haciendo caso omiso de la voluntad de las poblaciones de acoger a refugiados y del deseo de los refugiados de integrarse. Nadie tiene derecho a declarar irresoluble el problema con el fin de esquivarlo más fácilmente.

Se precisan, de modo inmediato, medidas de emergencia a gran escala.

La tarea de proporcionar asistencia a los refugiados de Oriente Medio y África en el marco de un estado de emergencia debe ser proclamada e implementada por los órganos de gobierno de la Unión Europea y llevada a cabo por todos los Estados miembros. Debe ser confirmada por las Naciones Unidas y ser objeto de consulta permanente entre los estados democráticos de toda la región.

Deben desplegarse fuerzas civiles y militares, no para llevar a cabo acciones de guerrilla costera contra los “contrabandistas”, sino para llevar ayuda a los inmigrantes y poner fin al escándalo de los ahogados en el mar. En este marco, probablemente, será preciso tomar medidas enérgicas contra el tráfico de seres humanos y condenar las complicidades que se benefician de él. Prohibir el acceso legal es lo que genera prácticas mafiosas, y no a la inversa.

La carga de los países receptores de primera línea, en particular Grecia, debe aliviarse inmediatamente. Debe reconocerse su contribución al interés común. Su inaceptable aislamiento actual debe revertirse en solidaridad.

Debe preservarse la zona de libre circulación de Schengen, pero debe suspenderse y renegociarse el Reglamento de Dublín, que facilita devolver a los inmigrantes al país de entrada. La Unión Europea debe presionar a los países del Danubio y de los Balcanes para que vuelvan a abrir sus fronteras y negociar con Turquía para convencerle de que deje de usar a los refugiados como excusa político-militar y como moneda de cambio.

Al mismo tiempo, deben transferirse todos los refugiados registrados por transporte aéreo y marítimo a los países del norte de Europa que sean objetivamente capaces de acogerlos, en lugar de dejar que se acumulen en un pequeño país en peligro de convertirse en campo de detención y “vertedero” humano.

A más largo plazo, Europa - enfrentada a uno de los grandes desafíos que están cambiando el curso de la historia de los pueblos - tiene que desarrollar un plan de ayuda, democráticamente controlado, para los supervivientes de esta gran masacre y para aquellos que les están ayudando. Debe establecer no sólo cuotas de recepción, sino también arbitrar ayuda social y educativa, vivienda adecuada y, por consiguiente, un presupuesto especial y disposiciones legales que garanticen nuevos derechos para encajar a las poblaciones desplazadas en las sociedades de acogida de un modo digno y pacífico.

No hay alternativa. O hospitalidad y derecho de asilo, ¡o barbarie!

Primeros firmantes:

Michel AGIER (Francia)

Horst ARENZ (Alemania)

Athéna ATHANASIOU (Grecia)

Chryssanthi AVLAMI (Grecia)

Walter BAIER (Austria)

Etienne BALIBAR (Francia)

Sophie BESSIS (Túnez)

Marie BOUAZZI (Túnez)

Hamit BOZARSLAN (Francia, Turquía)

Judith BUTLER (Estados Unidos)

Claude CALAME (Francia)

Marie-Claire CALOZ-TSCHOPP (Suiza)

Dario CIPRUT (Suiza)

Patrice COHEN-SEAT (Francia)

Edouard DELRUELLE (Bélgica)

Matthieu DE NANTEUIL (Bélgica)

Meron ESTEFANOS (Eritrea)

Wolfgang-Fritz HAUG (Alemania)

Ahmet INSEL (Turquía)

Pierre KHALFA (Francia)

Nicolas KLOTZ (Francia)

Justine LACROIX (Bélgica)

Amanda LATIMER (Reino Unido)

Camille LOUIS (Francia)

Giacomo MARRAMAO (Italia)

Roger MARTELLI (Francia)

Sandro MEZZADRA (Italia)

Toni NEGRI (Italia)

Maria NIKOLAKAKI (Grecia)

Josep RAMONEDA (España)

Judith REVEL (Francia)

Vicky SKOUMBI (Grecia)

Barbara SPINELLI (Italia)

Bo STRÅTH (Suecia)

Etienne TASSIN (Francia)

Mirjam VAN REISEN (Países Bajos)

Hans VENEMA (Países Bajos)

Marie-Christine VERGIAT (Francia)

Frieder Otto WOLF (Alemania)

Mussie ZERAI (Eritrea)

Por favor hagan circular y firmen este documento en:

http://www.transform-network.net/blog/blog-2016/news/detail/Blog/appeal.html

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