
Un miembro de la comunidad chontal camina por una franja elevada de tierra que se formó a resultas de la explosión en 2013 de un pozo de petróleo en Oxiacaque. Foto del autor.
En el estado mexicano de Tabasco se va desarrollando lentamente una catástrofe ambiental. Tras décadas de expansión temeraria por parte de Petróleos Mexicanos (Pemex), la compañía petrolera estatal de México, todos los aspectos de la vida y los medios de subsistencia de la región de la Chontalpa, rica en petróleo, se han visto afectados. La primavera pasada, visité a las comunidades mayas chontal, que viven sobre las reservas de hidrocarburos más importantes de México, para entender cómo han sufrido y luchado contra la destrucción de sus tierras ancestrales desde que apareció Pemex en sus vidas.
Las acogedoras comunidades de la Chontalpa compartieron conmigo su arraigada historia de lucha no violenta contra el gigante petrolero - décadas de marchas, de ocupaciones pacíficas y de mensajes mediáticos. La movilización más reciente fue en ocasión de la explosión del Pozo 123 en Oxiacaque en octubre de 2013. La fuerza de la explosión fue tal que varias casas quedaron arrasadas y destrozada la maraña de caminos de tierra de la zona. La comunidad chontal se organizó desde el inicio, cuando el cráter que dejó la explosión estaba todavía en llamas. No era ésta la primera vez que se movilizaba contra Pemex.
Como periodista especializado en cubrir temas silenciados en México, me encontré con que el contexto actual del país - con sus bolsas de crimen organizado, impunidad y corrupción – oculta la lucha que están librando los chontales. El modelo para la fase actual del conflicto es el recuerdo de la exitosa movilización de 1996 - la primera de su tipo en Tabasco. Pero me preguntaba yo: ¿cómo pueden las comunidades chontal de Tabasco enfrentarse con éxito a la impunidad de la compañía nacional de petróleo en el contexto rápidamente cambiante del país?
Tabasco: de Edén a páramo
La región de la Chontalpa es la tierra de los mayas chontales: un entramado de humedales conocidos por su fertilidad – hasta el punto que hay un dicho popular en Tabasco que dice que si allí cae una semilla al suelo, al día siguiente se ha convertido en un árbol en flor. Tabasco posee un tercio del agua dulce del país, alimentada por una compleja red hidrográfica. Este sistema convierte al estado en un conjunto de tierras pantanosas interconectadas e hiperproductivas. No es de extrañar que las primeras crónicas de la región describan Tabasco como "un Edén."
Cuando se descubrieron los enormes campos petrolíferos bajo sus tierras en la década de 1960, Pemex trasladó la mayor parte de su infraestructura al estado del Golfo. El gobierno estatal y Pemex convencieron a los habitantes de la Chontalpa de que la producción de petróleo conllevaría una fiebre del oro negro en la región. Prometieron riqueza como nadie nunca antes.
Desde entonces, Pemex ha taladrado el estado con pozos propensos a explotar, oleoductos con fugas y grandes antorchas que enrarecen el aire que se respira. El tan pregonado golpe de suerte que representaba haber hallado petróleo en la región se quedó en las arcas de Pemex, mientras que a los agricultores chontales sólo les tocó un proyecto de ley ambiental. Una contaminación sin límites y degradación ambiental fue lo que imperó en la Chontalpa en las décadas siguientes. Las innúmeras fugas de unos pozos instalados apresuradamente convirtieron a hectáreas de humedales productivos en tierras estériles y a ríos de aguas abundantes en tóxicos. He oído varias veces a los chontales decir que desde que llegó Pemex, aquellos que han querido quejarse se han encontrado siempre con lo mismo: su queja, una vez presentada, languidece en un limbo burocrático.

Mujer chontal en la Asamblea de Tabasco, esperando a ser recibida por disputados estatales para hablar de los daños causados por Pemex. Foto del autor.
La explosión de un pozo prende la resistencia
Rubicel López, campesino chontal y dirigente comunitario, se despertó aquella noche de octubre de 2013 con el color naranja de las llamas resaltando el contorno de los árboles. Como anciano de la aldea, corrió de inmediato hacia el lugar del incendio con otros dirigentes de la comunidad. Al acercarse, vieron como del cráter de la explosión manaba petróleo en llamas que iba vertiéndose en los ríos y lagunas cercanos. Rubicel me llevó al lugar de los hechos y me mostró el área alrededor de la explosión - otrora un bosque fértil utilizado por los agricultores y con aguas abundantes para los pescadores - envenenada de forma permanente. Allí me explicó que la movilización que lideró, de un año de duración, comenzó esa misma noche.
A la mañana siguiente, los ancianos chontales de cada comunidad organizaron reuniones en los edificios comunales en las que acordaron exigir responsabilidades a Pemex. A Rubicel, como anciano de la comunidad, le tocó asumir el papel de vocero del pueblo de Oxiacaque. Desde el principio, la solidaridad y la colaboración a nivel local fueron claves para que cuajase el movimiento. Una vez organizados, Rubicel y los otros ancianos de la aldea condujeron a sus comunidades a ocupar los pozos cercanos al lugar de la explosión para presionar a Pemex. Ante el creciente movimiento, la empresa respondió acusando a la gente de buscar únicamente indemnizaciones, mientras el Pozo 123 estaba todavía en llamas.
La diputada estatal indígena Verónica Pérez se puso entonces a trabajar para establecer coaliciones de todos los chontales y tabasqueños afectados. En los seis meses siguientes, miles de personas participaron en sentadas en la sede de Pemex, incluyendo una ocupación no violenta de 44 días, y siguieron bloqueando infraestructuras vitales de Pemex. Aprovechando su posición, fortalecida por estas acciones directas, Pérez negoció con Pemex en nombre de la Chontalpa, a pesar del riesgo personal que implicaba. A mediados de 2014, tras perder millones de dólares, Pemex se mostró dispuesta a abrir una investigación sobre las acusaciones de negligencia en la explosión de Oxiacaque.
El ímpetu, sin embargo, duró poco. En febrero de 2015, año y medio después de la explosión en Oxiacaque, se presentaron los resultados de la investigación oficial. A nadie le sorprendió que Pemex rechazara haber cometido irregularidades y que solamente consintiera ofrecer una compensación de 6 millones de pesos (unos 364.000 dólares) a determinados afectados, anulando las 48.000 reclamaciones presentadas contra la empresa por la catástrofe de Oxiacaque. Aunque estos resultados fueron muy decepcionantes, haber obligado a Pemex a reaccionar y a admitir mínimamente su responsabilidad ya fue una pequeña victoria sobre la que edificar la continuidad de la resistencia chontal.
La primavera del 96: estrategias de éxito
La movilización de 2013-14 no fue la primera vez que los chontales se unían para resistir a Pemex. A principios de 1996, tras décadas de reclamaciones ignoradas contra Pemex, las comunidades chontales estallaron. Comparativamente, la movilización 1996 tuvo más éxito que la campaña más reciente, por una serie de razones. En ese momento, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) se había levantado en el vecino estado de Chiapas contra las incursiones violentas en sus tierras por parte de grupos armados estatales y paramilitares. El EZLN lanzó su célebre insurgencia armada contra el gobierno, que fue sin embargo rápidamente sofocada por los militares. Pero todavía más importante fue el hecho que las comunidades chiapanecas no apoyaron una campaña violenta. Comprendiendo el cambio de contexto en una dirección contraria a su plan original, el EZLN cambió su lucha hacia métodos no violentos.
Los chontales aprendieron rápidamente de la experiencia del EZLN y aprovecharon el impulso y la atención de los medios para mover sus piezas contra Pemex. Aunque de hecho se relacionaron muy poco, el EZLN emitió comunicados de solidaridad con los chontales, en los que manifestaron que sus luchas respectivas eran "similares y convergentes". Su objetivo era llamar la atención global hacia la campaña en curso en Tabasco.
El segundo elemento importante del rápido arranque de la movilización de 1996 fue el respaldo del político local Andrés López Obrador, que impulsó la resistencia civil contra de Pemex y el gobierno estatal. Su llamada a la movilización fue atendida por todas las comunidades de la región. Todos los pueblos chontales se juntaron para ocupar las instalaciones de Pemex en la zona. Con el apoyo de López Obrador y su partido de entonces, el Partido de la Revolución Democrática (PRD), transmitiendo información y ayudando a coordinar las acciones de las distintas comunidades, los chontales lograron una amplia coalición transversal que ya no podía ignorarse.
En términos de tácticas no
violentas y de estrategia global, la resistencia chontal, tanto en 1996 como hoy en día, consiste fundamentalmente en protestas,
ocupaciones, obstrucción de puntos
críticos, huelgas de hambre y marchas (incluyendo varias de 750km hasta la sede de Pemex en la Ciudad de México) - todo con el
objetivo de colocar a Pemex
en modo de crisis y ponerle
presión para que aborde el daño
ambiental causado por la extracción de petróleo.
Estas tácticas llevaron a varias pequeñas victorias en 1996. Por ejemplo, se abrió una investigación importante para estudiar denuncias presentadas hacía décadas y se llegó a acuerdos indemnizatorios que habían eludido durante mucho tiempo a los marginados chontales. En su apogeo en marzo de 1996, con una amplia cobertura de la prensa mexicana e internacional, el movimiento contaba con unas 30.000 personas; todos unidos para reclamar justicia ambiental en Tabasco.
Sin embargo, no se investigó un sinnúmero de reclamaciones y la extracción sin restricciones de petróleo que sufren las comunidades chontales continuó. La condición de intocable que históricamente ha tenido siempre Pemex, desde sus inicios hasta la actualidad, le permitió revertir la situación e ignorar las demandas de los chontales, tan pronto como la atención mediática se dirigió a otro lugar.
El camino por delante, pavimentado de impunidad
En los últimos 20 años, las condiciones en las que los chontales llevan a cabo sus estrategias de lucha han ido deteriorándose. En el contexto sociopolítico de México ha ido en aumento el crimen organizado y la impunidad y se ha producido una descomposición acelerada del Estado de Derecho. Con el recuerdo de la explosión del pozo desvaneciéndose en la memoria colectiva, los chontales ya no tienen un "momento" que puedan aprovechar ni tampoco a personajes destacados que se pongan de su lado. Su esfuerzo resistente ha crecido a distancia de la sociedad civil y de otros grupos involucrados en luchas similares en México.
Por otra parte, la intimidación en forma de violencia selectiva, principalmente por parte de grupos criminales, y la presión hostil de los gobiernos locales, se han vuelto abrumadoras. Las amenazas veladas contra la sociedad civil son ahora descaradas. Por ejemplo, mientras se promocionaba una subasta de campos de petróleo a empresas extranjeras en una radio local, la portavoz de la Secretaría de Gobernación (SEGOB) Liliana Díaz Figueroa declaró: "Los líderes locales deben ser eliminados a beneficio de estas empresas." Los chontales afrontan todo esto con baja motivación, o con tiempo escaso para crear vías que hagan fracasar la represión.
Además, con la llegada inminente de empresas extranjeras para explotar a los restantes yacimientos de petróleo, el más fiel y antiguo aliado de los chontales, el Comité de Derechos Humanos de Tabasco (CODEHUTAB), siente que su capacidad de movilización contra la producción de petróleo es ahora "menos eficaz." Pemex aprendió de los 44 días en que fue ocupada su sede: la trasladaron a 800 kilómetros, a Ciudad de México. Quiere esto decir que los organizadores de las protestas necesitarían ahora más recursos para atacar el centro neurálgico de Pemex. Junto a esto, la dura realidad económica de tener que trabajar en tierras agrícolas contaminadas durante una sequía histórica hace que los chontales se hayan ido desmoralizando.
Reagruparse para removilizarse
Armando Dorantes, asesor legal de CODEHUTAB, opina que la organización ha pasado a desempeñar un papel más central, ayudando a las comunidades chontales a organizarse a través de formación en prácticas organizativas y en acción no violenta. CODEHUTAB cree que el actual sistema político está desacreditado, y que la única manera de luchar contra él es confiando una vez más en otros miembros de la sociedad civil.
Rubicel, CODEHUTAB y otros veteranos chontales están desarrollando una estrategia conjunta para elevar la concienciación de la población y reconstruir alianzas. Dorantes sugiere que crear una red de ancianos chontales fue la parte más fácil. Ahora Dorantes y el resto de miembros del CODEHUTAB pretenden crear una amplia coalición de organizaciones a nivel internacional que apoyan la lucha por la justicia. Su enfoque se amplía más allá de Pemex para abarcar también las compañías petroleras extranjeras que están al llegar. Dorantes admite que esta será una batalla cuesta arriba, pero sostiene que el movimiento, como el EZLN, debe adaptarse al contexto actual para sobrevivir.
En una última conversación con Rubicel en su casa de Oxiacaque, me dijo, visiblemente cansado, porqué continua luchando: “Yo solía llevar a mi hijo a ver la tierra que nos pertenece. Después de la explosión me pidió que lo llevara de nuevo. Yo le dije 'No puedo llevarte ahora mismo," sabiendo que estaba destruida. Él insistió e insistió. No dejó de insistir hasta que un día me lo cargué a hombros y caminé hacia lo que quedaba de ella. Y le dije 'esto es lo que te han dejado.' Así que me pregunto, ¿qué esperanza tiene mi hijo, si no nos unimos y plantamos cara? "

Rubicel López compartiendo un momento de asueto con su hijo en su casa, cerca del lugar de la explosión del pozo. Foto del autor.
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