Se hacen las víctimas dos tipos de personas: las víctimas y las personas tóxicas que usan el victimismo. Estas últimas son mayoría.
El verdugo siempre busca excusas para hacerse la víctima.
Tenemos ilustres ejemplos: todo gran dictador siempre tiene gran excusa victimista para sus actos. No se conocen malvadxs, ni grande ni minúsculx, que no hayan exhibido motivos victimistas para explicar su comportamiento. Incluso en nuestra psique, el victimismo es el primer argumento que aflora en nuestro fuero interno cuando nos comportamos mal. Etcétera, etcétera, etcétera.
Víctimas y verdugos tiene el victimismo en común, unas con motivos, los otros como excusa.
Esto hace que, vistos desde fuera, no se puedan distinguir unxs de otrxs.
Por respecto a las víctimas, debemos erradicar el victimismo de las luchas.
El feminismo victimista rebaja a las víctimas. Es difícil considerarlo emancipador y transformador si se apoya en algo absolutamente aceptado por el patriarcado. Ser víctima es uno de los requerimientos del patriarcado a las mujeres. Solo como pasivas y víctimas las mujeres han podido ser consideradas. Perpetuar este rol no aporta ningún cambio sustancial a la condición de la mujer.
Ser mujer es más difícil que ser un hombre en las mismas condiciones. La discriminación y la violencia contra la mujer siguen siendo cotidianas a pequeña escala para absolutamente todas y, a grande y vergonzosa escala, para muchísimas. Mientras se lucha para que esto deje de ser así, esta no puede ser una excusa para no poner todos los esfuerzos en ser lo que nos hemos propuesto ser, aún en estas circunstancias.
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