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Viento mexicano en Tehuantepec: la necesidad de alternativas comunitarias

El viento es un bien común localizado, como el cobre o el carbón. Su explotación debe respetar la propiedad y las instituciones de las comunidades indígenas del territorio. English.

Bea Hughes Tom Wragg
22 julio 2015
Mujeres indígenas protestan contra las compañías eólicas en el Istmo de Tehuantepec, Oaxaca, México.

Mujeres indígenas protestan contra las compañías eólicas en el Istmo de Tehuantepec, Oaxaca, México. En teoría, la energía renovable debería promover la apropiación y el control democrático por parte de las comunidades locales, puesto que casi todas las comunidades poseen alguna forma u otra de capacidad renovable. Esta falsedad práctica se legitimó a través del casi legendario movimiento antinuclear danés de los años 70, que promovía las energías renovables como alternativa pacífica, y que forzó al gobierno, de manera exitosa, a patrocinar las energías renovables comunitarias.  Sin embargo, en todo el mundo, el crecimiento del sector de las energías renovables no ha seguido el camino marcado por Dinamarca sino que, por el contrario, ha sido estimulado por concepciones neoliberales o imperialistas del negocio. El viento debe ser pensado como un recurso localizado en el territorio, de la misma manera que pensamos están localizados recursos como el cobre o el carbón, y que su extracción impacta en las comunidades locales.

En ninguna parte puede verse esta cuestión más clara que en los proyectos de las compañías eólicas en el istmo de Tehuantepec, Oaxaca,  en el Sur de México donde, sobre todo a partir de 2008, compañías privadas (abrumadoramente de titularidad extranjera) han desarrollado unos 20 proyectos, con una potencia de 1.751,74 MW, según la Asociación de Energía Eólica Mexicana (AMDEE). Hace mucho tiempo que los recursos eólicos se repartieron, a puerta cerrada, entre las compañías (véase el mapa de la AMDEE), y la asignación de las tierras a las empresas privadas ha continuado año tras año. Básicamente los vientos, en esta parte de México, son excepcionales, así que las compañías pueden vender su energía eólica a la red eléctrica y obtener beneficios sin necesidad de subsidios, generando de esta manera derechos de carbono para  que Coca-Cola y Walmart sigan con su negocio como si nada.  

En vez de facilitar proyectos liderados por la comunidad local, las recientes reformas energéticas han animado a compañías internacionales a aprovechar el rico recurso eólico existente en el país.

Los cambios legislativos no han considerado en absoluto a las comunidades locales como propietarias y operadoras potenciales de proyectos, y han facilitado aún más que las compañías multinacionales, que ya dominaban los recursos, la puesta en marcha de enormes proyectos de explotación eólica. Las compañías han expropiado la tierra y han causado divisiones y conflictos entre comunidades indígenas que ya se encontraban marginalizadas.  

A menudo, la tierra se obtiene ilegalmente a través de contractos individuales, en vez de a través de organismos de autogobierno comunal de las comunidades locales, organismos que existen en la mayoría del estado de Oaxaca. Alquilan las tierras a las poblaciones locales por un periodo de hasta 30 años durante el cual las compañías pueden vender, sin el permiso de los locales, el derecho de uso de la tierra a terceras partes, poniendo en peligro a las comunidades. Y aún peor.  Aunque les está técnicamente permitido el uso de la tierra en algunos casos, no tienen ningún control sobre la misma, que es utilizada para emitir obligaciones de deuda garantizada y de esta manera, si el proyecto va mal, quién sabe lo que le pueda pasar a la tierra.

Según un estudio, los contratos de explotación pueden llegar a pagar al campesino entre 400 y 770 dólares por hectárea, una miseria, si se compara con los millones de dólares que las compañías extraen del recurso eólico reafirmando, de esta manera, la tendencia de las comunidades a pensar los tratos como si fueran alquileres de tierras y no como acceso a los recursos eólicos.

Tanto en México como en otras partes, allá donde comunidades económicamente más pobres y a menudo rurales pueden vender electricidad a la red y tienen control de sus propios recursos, se ven empoderadas económicamente a través de los ingresos que reciben, apareciendo oportunidades para un desarrollo local democrático, para invertir los recursos en aquello que a las comunidades les parezca mejor.

Por supuesto, la manera como los mexicanos y los occidentales encaran el aprovechamiento de los recursos será muy diferente. Los pueblos indígenas han padecido el colonialismo desde 1492 y ahora finalmente necesitan ser capaces de decidir qué ocurre con sus tierras. Esto al fin y al cabo tiene que ver con problemas climatológicos provocados por gente rica, no indígena, a la que no conocen ni han visto nunca – excepto con una pistola apuntándoles a la cabeza; o quizás un mochilero; o quizás con toda la hegemonía cultural que amenaza con borrar a su cultura sin contemplaciones.

Mientras que el en Reino Unido uno podría hallar el dinero y los conocimientos necesarios para crear una pequeña cooperativa eólica o Compañía de Interés Comunitario (CIC) junto con otras personas de la misma localidad, en Oaxaca las comunidades carecen generalmente de recursos legales, técnicos y financieros hasta para los proyectos energéticos más pequeños. De lo que sí disponen, sin embargo, es de organismos autónomos postrevolucionarios por los que se luchó duramente y que constituyen una estructura sociopolítica muy favorable para el desarrollo de parques eólicos de propiedad comunitaria. Muchos de estos mecanismos indígenas de gobernanza están mucho más desarrollados y son más directamente democráticos que las estructuras de decisión que existen hoy en el Reino Unido.

Para que la población local de Oaxaca pueda ser dueña colectivamente y operar su propio parque eólico, The Yansa Group está desarrollando un nuevo modelo con motivación social, que toma la forma del primer proyecto indígena de energía eólica a gran escala de propiedad comunitaria en América Latina, ubicado en Ixtepec, Oaxaca. Con el apoyo de Yansa, el proyecto – que contempla una producción de 100MW y tiene un coste de 200 millones de dólares – se constituirá como una Compañía de Interés Comunitario registrada en el Reino Unido para garantizar que sus ingresos se destinen a fines sociales y su propiedad será ejercida y desarrollada por la comuna local, el organismo agrario democrático reconocido oficialmente que gestiona la mayor parte de las tierras de Ixtepec.

A diferencia de todos los otros proyectos corporativos de la región, crear este proyecto no implica el arrendamiento de los derechos de propiedad comunitaria. Se financiará con préstamos bancarios e inversionistas de responsabilidad social a través de préstamos a bajo interés en condiciones favorables, que no dan a los inversores participación en el capital o en acciones. No hay derechos de propiedad. Por lo tanto, la comunidad conserva el control.

La mitad de los beneficios se reinvertirán en la comunidad de Ixtepec a través de un Fondo de Desarrollo y otros mecanismos que están enteramente bajo su control; la otra mitad le corresponde a Yansa por aportar seguridad financiera y para apoyar a nuevos proyectos comunitarios en otros lugares. La reinversión comunitaria es importante porque la mayoría de los 30.000 habitantes de la ciudad no son miembros de la comuna; y la mayoría de miembros son gente de avanzada edad. Yansa, por consiguiente, está posibilitando la creación de varios proyectos – incluidos proyectos dirigidos a mujeres y jóvenes – para animar a grupos marginalizados a implicarse.

La gente de Ixtepec está muy esperanzada en que este proyecto avance: generará ingresos suficientes para cambiar significativamente el ambiente social del pueblo y de las áreas que ellos escojan, para revitalizar la tradición agrícola sub-subvencionada, y creará trabajos a largo plazo a través de mecanismos democráticos.

La energía renovable cuenta actualmente con una imagen increíblemente positiva: propone una solución al cambio climático pura, “limpia”, infalible. Pero no tiene nada de limpio o inequívoco la manera en que estas tecnologías se vienen desarrollando en muchos países.  Si a las comunidades indígenas no se les permite usar sus recursos y dar forma a sus propios proyectos de energía renovable entonces la mitigación y la adaptación al cambio climático proporciona simplemente una nueva excusa al colonialismo. No lo olvidemos, existe probablemente una razón por la cual los indígenas se quedaron con las zonas más ventosas de la Nueva España.

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Links externos:

Abramsky K (ed.), (2010), Sparking a Worldwide Energy Revolution: Social Struggles in a Transition to a Post-Petrol World, AK Press, http://p2pfoundation.net/Sparking_A_Worldwide_Energy_Revolution

Dunlap, A. ‘The Coming Elections in Mexico’, June 4, 2015 http://www.counterpunch.org/2015/06/04/the-coming-elections-in-mexico

Hoffmann, J. (2012), The Social Power of Wind: The Role of Participation and Social Entrepreneurship in Overcoming Barriers for Community Wind Farm Development: Lessons from the Ixtepec Community Wind Farm Project in Mexico http://www.lumes.lu.se/database/alumni/10.12/Thesis/Hoffmann_Julia_201224.pdf

Oceransky, S. (2008-9), The Role of Ownership and Decision-Making Models in Indigenous Resistance to Wind Projects in Southern Mexico, issue 13 http://commoner.org.uk/N13/14-Oceransky.pdf

 

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