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Megateo, los grupos armados y el futuro de los habitantes del Catatumbo

Megateo era uno de los nacotraficantes más buscados de Colombia. Su muerte el 2 de octubre de 2015 fue un golpe importante. Pero para los habitantes del Catatumbo, hay menos motivos para la celebración. English. Português.

Annette Idler
28 octubre 2015
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Departamento de Estado, EEUU. Public domain.

 “Es un ciudadano de a pie. Los campesinos dicen que es un hombre que entiende a la gente, les habla en su propio lenguaje. Es un hermano. Se ha vuelto un referente.” Así describía a Megateo un habitante del Catatumbo, en el departamento de Norte de Santander, cuando conversé con él durante mi recorrido por la región hace un par de años.

La muerte violenta de ese mismo hombre el 2 de octubre 2015 fue celebrado como un gran éxito en los medios de comunicación nacionales e internacionales. Era uno de los narcotraficantes más buscados de Colombia. Su muerte fue un golpe importante contra la industria ilegal de la cocaína. Sin embargo, para los habitantes del Catatumbo, hay menos motivos para la celebración. Para ellos, el futuro próximo podría ser aún más duro, con una escalada de la violencia desconocida durante el reinado de Megateo.

Megateo no fue un narco cualquiera. Empezó su carrera como guerrillero. Se convirtió en el líder del Ejército Popular de Liberación (EPL), del que todavía existe una pequeña fracción en el Catatumbo. Su función como “narco-broker” fue lo que le dio tanto poder: coordinaba los acuerdos entre los distintos eslabones de la cadena de producción de cocaína. Ayudaba a superar la desconfianza entre los grupos que participan en el negocio: las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y el EPL; los paramilitares y luego sus sucesores; y varios grupos criminales.

Logró cumplir con éxito esta función de intermediario porque tenía tres características clave: confiabilidad, credibilidad, y “sociabilidad”. Al ser a menudo el único contacto directo entre los grupos involucrados, su responsabilidad consistía en lograr acuerdos exentos de problemas: por eso tenía que ser confiable para todos. Su reputación de “buen broker”, labrada a lo largo de 25 años, le confería además la credibilidad necesaria en el negocio. Tenía por último una amplia red de contactos que le servía para conectar y reconectar los eslabones a la vez que garantizaba la validez de los acuerdos sin poner en peligro el negocio.

Lo que vale una muerte

Con la eliminación de Megateo se logró romper una parte importante de la cadena de producción de cocaína. Como que sus tres características escasean entre los narcotraficantes, será difícil restablecerla de manera rápida para asegurar el suministro continuo de coca a los laboratorios y el flujo de la cocaína por las rutas del narcotráfico hacia Venezuela y el Caribe. Pero es sólo cuestión de tiempo.

Lo preocupante ahora es que la muerte de Megateo deja un vacío de poder, tanto en el negocio de la droga como en el control del territorio en el Catatumbo. Sin esta figura que sabía reconciliar las diferentes necesidades de varios grupos que son a la vez adversarios ideológicos, una lucha por la sucesión de Megateo es hoy más que probable.

Aunque el final de las FARC puede estar más cerca que nunca, todavia están en activo. Y en el Catatumbo, su poder continúa siendo particularmente fuerte. En esta región operan también el ELN, el EPL, otros numerosos grupos denominados Bandas Emergentes o Bandas Criminales Emergentes (BACRIM), y hasta las pandillas de jóvenes subcontratadas por los grupos más poderosos.

Mientras que los combates entre esos grupos y las fuerzas armadas son bastante frecuentes, entre ellos mismos han logrado llegar a acuerdos de conveniencia que ayudan reducir el número de luchas violentas. Esta estabilidad relativa que se vivía en la región se debe en parte a Megateo. En su función como broker contribuyó a un “equilibrio maquiavélico”, como lo describió un defensor de los derechos humanos de la zona, en el que cada uno sabía sus límites. Había que pensar dos veces si no sería demasiado costoso sobrepasar esos límites.  

Ahora este equilibrio ya no está garantizado. Puede dar lugar a una lucha de poder que, por lo menos a corto plazo, aumentaría la violencia en la región poniendo en peligro la vida de los habitantes del Catatumbo.

Los habitantes del Catatumbo ya han sufrido “daños colaterales” durante las operaciones de persecución contra Megateo. Ante la crisis fronteriza entre Colombia y Venezuela que surgió en septiembre, el calvario de esa gente no recibió mucha atención. Pero mientras Juan Manuel Santos reclamaba al presidente venezolano respeto a los derechos humanos de los colombianos, se violaron los derechos humanos de cientos de colombianos que tenían que huir de los operativos militares a pocos kilómetros de esa misma frontera: las intensas operaciones militares contra Megateo en agosto desplazaron por lo menos a 300 personas y causaron temor en todo el Catatumbo. Es esencial que ahora, tras las operaciones militares, esta situación insoportable termine y no vaya a más.

El abandono del Estado

Lo que hace falta no son sólo acciones contra el narcotráfico, sino también acciones a favor de los habitantes del Catatumbo. Es cierto que Megateo produjo terror entre la población, como dice la policía, pero esta es sólo una cara de la moneda. Cuando visité los pueblos del Catatumbo donde Megateo fue buscado y abatido, me enteré que Megateo también era conocido como un hombre que cumple lo que dice.

¿Por qué muchas personas, como el ciudadano que mencioné al principio, apreciaban a Megateo? En parte, como consecuencia del abandono del Estado. Mientras que Megateo cumplía – aunque con medidas ilegales y violentas –, el Estado ha fallado totalmente a sus propios ciudadanos. En el Catatumbo pasé por carreteras donde la gente cobraba peaje para mejorar las carreteras porque no había autoridades locales que lo hicieran. Conocí a campesinos que cultivaban coca porque no había carreteras para llevar productos como café o yuca a los mercados. Y esperé cuatro horas en una cola de carros ante un puente caído, porque no llegó nadie a repararlo hasta que la gente misma lo hizo.

Hay que respetar, apoyar y proteger a los colombianos del Catatumbo, sobre todo ahora en este ambiente de incertidumbre, esta tensa calma ante una posible erupción de la violencia.

Para acabar con la industria de cocaína, la violencia que esa industria alimenta y el sufrimiento que la guerra y el narcotráfico entrelazados ha producido, hay que poner a la gente en primer lugar. Sería un equilibrio más humano. Más que la muerte de un narcotraficante, es la vida de la gente en el Catatumbo la que debería atraer la atención de los medios de comunicación. Este sí sería un verdadero motivo de celebración.


Este artículo fue publicado previamente por Semana, Colombia.

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