
Slavoj Žižek. (Uso libre)
Slavoj Žižek está interesadísimo en el Brexit. “La opinión popular no siempre tiene la razón", insiste. "A veces pienso que uno tiene que violar la voluntad de la mayoría". Este sentimiento puede sorprender a algunos de sus admiradores, pero nuestra discusión refleja su larga ambivalencia en relación a la democracia. La desesperación y la confusión de la última semana sólo ha reforzado su punto de vista. Al reflexionar sobre los partidarios del “Leave” que se mostraron alarmados al enterarse de que su causa había triunfado, Žižek dice: "La peor sorpresa es conseguir lo que uno quiere!"
Le pregunté si el referéndum planteaba una falsa elección, ofreciendo una solución nacional a problemas transnacionales. "Precisamente. La Unión Europea está en un estado de inercia, y comparto la rabia de la gente. ¿Pero cuál será el resultado? Gran Bretaña perderá meses, años, en largas negociaciones para alcanzar un acuerdo previsiblemente muy negativo – un periodo durante el que el espacio para alcanzar un cambio real habrá disminuido. La actitud británica, de abandonar la UE a su destino, es la lógica de la época equivocada en una era de problemas globales como la ecología, la biotecnología, la propiedad intelectual. Una Gran Bretaña que vaya por su cuenta será aún más vulnerable, estará más expuesta a la presión del capital internacional, sin ninguna de sus protecciones. No veo que gane ninguna fuerza al ir en solitario”.
Las últimas semanas de la campaña del referéndum se caracterizaron por una fuerte crítica a la democracia directa, cuyos componentes han sido revisitados por los progresistas en los últimos años (tribunales ciudadanos, presupuestos participativos, etc.). ¿Qué pasa con la tradición marxista de celebrar este modelo, como lo ha hecho CLR James? "La democracia directa es el último mito de la Izquierda", me dice Žižek. "Cuando hay un verdadero momento democrático - cuando realmente tienes que decidir - es porque hay una crisis". Dice que los referéndums no son prácticos para la resolución de retos transnacionales, y que preferiría "la apariencia de una decisión libre, guiada de forma discreta", por una élite perspicaz.
Quizás no deberíamos sorprendernos demasiado por estas observaciones: Žižek ha defendido de forma recurrente la idea leninista de una "vanguardia", y ha sido testigo de primera mano de los peligros del populismo en Europa del Este. (Walter Benjamin, al examinar la oleada de nacionalismos en la década de 1930, llegó a una conclusión similar). La solución de Žižek es una brillante observación intrigante sobre Marx: “buena alienación”, en la que “el poder es anónimo y funciona de forma eficiente”. Imagina un “Estado invisible, cuyos mecanismos trabajan en el fondo – una especie de "socialismo burocrático, pero no en el sentido estalinista". (El problema, me dice, es que "la burocracia de Stalin no funcionaba, yendo de un estado de emergencia a otro" - una afirmación discutible).
Este apetito por la tecnocracia debería convertir Žižek en un entusiasta de la UE, una institución que refleja el objetivo de Saint-Simon de sustituir "el gobierno de las personas por la administración de las cosas”. Žižek dice que "el futuro de Europa es una pregunta abierta: “la desorientación provocada por la crisis representa una oportunidad para su reactivación". Žižek ha respaldado el movimiento DiEM25, impulsado por Yanis Varoufakis, con el propósito de forjar una "Europa social". Dice además que "la parte más valiosa de Europa - nuestra contribución a la civilización - son las protecciones sociales". Al igual que Varoufakis, argumenta que la solidaridad continental es la única manera de hacer frente a los retos transfronterizos, desde el medio ambiente a la crisis de los refugiados. Žižek admira cómo la UE ha sido capaz de imponer "normas sobre la lucha contra el racismo y los derechos de la mujer”, pero lamenta su actuación durante la crisis de la eurozona. Sugiere que el problema de la UE no es la falta de rendición de cuentas, sino su falta de capacidad. Si las elites fueran competentes, ¡podrían administrar nuestras necesidades!
El creciente de escepticismo de Žižek hacia la democracia refleja su frustración con la política radical. "Es una situación muy extraña: esta crisis debería ser ideal para la izquierda, pero la izquierda no tiene ninguna respuesta". Žižek está cansado de las grandes concentraciones de masas sin que tengan un plan, ya sea en Syntagma o Tahrir. "Estoy harto de estas manifestaciones de un millón de personas - que son una desgracia. Un corto período de entusiasmo, donde estamos todos juntos llorando y unidos - y ¿después? La gente común no ve ningún cambio". Žižek cree que las distintas familias de la socialdemocracia presentadas por la Izquierda son poco eficaces en el clima actual, al no ser capaces de hacer frente a los retos de la globalización. Esto es evidente, más que en ninguna parte, en Grecia: "Syriza ejemplifica esta verdadera tragedia: un día ganan, y al día siguiente se rinden. No es una "traición", sino una verdadera tragedia - un callejón sin salida radical".
Es tentador especular que Žižek no solo ha roto con la democracia, sino también con la izquierda. Después de todo, la provisión estatal de bienes y servicios no es exclusivamente un proyecto de izquierda – muchas culturas patricias pre-democráticas lo hicieron, a menudo con un cierto grado de consentimiento. "Cada vez confío menos en la izquierda", dice. "Lo que se dijo de Yasser Arafat es aplicable a la izquierda - que nunca pierde la oportunidad de perder una oportunidad".
Estamos ante diversas contradicciones: Žižek reconoce la redundancia de los modelos estatistas tradicionales, pero emplea un tono lírico para hablar del "socialismo burocrático"; Žižek desea "una auténtica revolución", pero no está interesado en salir a las calles; lamenta la existencia de un capitalismo de "valores asiáticos” (el normalmente denominado "capitalismo autoritario"), pero resta importancia a los mandatos democráticos; Žižek condena "instituciones totalmente impenetrables", pero al mismo tiempo dice que: "quiero eficiencia, no transparencia". Y así sucesivamente. Pero a pesar de estas paradojas (como lo diría él), ilumina los retos que se nos presentarán en el futuro.
Lo que más me cautivó de nuestra conversación no es su desilusión con la izquierda o su aversión a la democracia. Sino lo que él llama su "sueño secreto”, de un acuerdo que trascienda la actividad política. Tengo la sensación de que su "visión emancipadora" ya no se centra en la liberación de la opresión, sino en liberación de la política. Si Europa tiene algo que Žižek califica como "contribución única", a lo mejor es el “fin de la historia en el sentido Hegeliano” (su filósofo favorito); de la liberación anhelada por el peso de la historia, a un reino más allá del peso de la ideología.
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