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Aumenta la presión para la destitución de Bolsonaro. ¿Será suficiente?

Su cruzada contra la vacuna y la catástrofe sanitaria en Manaos han causado indignación. Pero Bolsonaro mantiene aún un fuerte apoyo en el Congreso.

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28 enero 2021, 4.36pm
Artur Widak/NurPhoto/PA Images

Motivos legales para destituir al presidente de Brasil Jair Bolsonaro hay, y sobran, desde los primeros meses de su mandato. Lo que ha faltado es apoyo político.

Pero los vientos pueden estar cambiando, aunque queda por ver si son suficientemente fuertes como para redirigir el rumbo del barco. Actualmente, Bolsonaro es objeto de más de 60 solicitudes de destitución en el Congreso, centradas en su gestión de la pandemia de la Covid-19. Hasta hace unos meses, este tipo de esfuerzo se había concentrado entre grupos de izquierda, pero los más recientes cuentan ya con apoyo de grupos mixtos e incluso religiosos.

Los grupos contrarios a Bolsonaro vieron una clara oportunidad de volver a hacer ruido tras la derrota del ex presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en noviembre del año pasado. Con el apartamiento de Trump como el portavoz más importante del movimiento de derecha radical muy similar a la promovida por Bolsonaro, quedó claro que su apoyo quedaría debilitado.

Al escenario global se sumó una serie de crisis internas que se vieron agravadas por la segunda – y aún más grave – ola de Covid-19 que viene asolando al mundo occidental y que tiene en Brasil a uno de sus protagonistas destacados.

Entre las crisis más serias están, por un lado, la guerra que Bolsonaro inició contra la vacuna Coronavac, que está siendo producida en Brasil con apoyo del laboratorio chino Sinovac, y por otro, la espantosa negligencia estatal frente al brote de Covid-19 en los estados amazónicos, donde más de mil personas murieron en los primeros 21 días de enero, docenas de ellas asfixiadas por falta de oxígeno en los hospitales.

Desde enero de 2019, cuando Bolsonaro asumió la presidencia, Brasil ha vivido en estado de crisis constante, pero nunca el apoyo a su destitución fue tan alto como ahora.

La carrera por la vacuna

A mediados de 2020, el gobernador del estado de São Paulo, João Doria, que muy probablemente será candidato en las elecciones presidenciales del año que viene por el partido de centro-derecha PSDB, anunció que compraría la vacuna Coronavac, desarrollada por el Instituto Butantan de São Paulo, y que su administración estaba trabajando en un plan de vacunación para este mes de enero.

Bolsonaro se convirtió, posiblemente, en el único líder en el mundo en celebrar la muerte de un voluntario durante las pruebas y en protestar por la vacunación de su primer ciudadano

En ese momento, los gobernadores de otros estados mostraron interés en comprar dosis de la Coronavac de São Paulo. Poco después, el ministro de Salud, el militar Eduardo Pazuello, anunció que el gobierno federal compraría 46 millones de dosis de la vacuna, lo que fue interpretado por parte de la base electoral bolsonarista como una traición del ministro y derrota para Bolsonaro.

Amenazado, Bolsonaro aseguró que no compraría ni una dosis de la “vacuna china” en respuesta a un seguidor en su página de Facebook, que acusó a Pazuello de actuar como baza electoral para Doria.

Cuando, en octubre, la Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria (Anvisa) de Brasil tuvo que suspender las pruebas de la Coronavac luego de la muerte de una voluntaria, algo que resultó no estar relacionado con la vacuna, Bolsonaro celebró el hecho, afirmando que la muerte representaba una victoria para él. Cuando la primera persona recibió la vacuna en Brasil al lado de Doria, Bolsonaro y sus seguidores atacaron a la enfermera.

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El 17 de enero de 2021, la enfermera brasileña Mónica Calazans se tornó la primera brasileña vacunada contra el nuevo coronavirus | Xinhua News Agency/PA Images

Así, Bolsonaro no solo se convirtió, posiblemente, en el único líder en el mundo en celebrar la muerte de un voluntario durante las pruebas y en protestar por la vacunación de su primer ciudadano, sino que también transformó en héroe a Doria, que no tuvo que hacer más que su trabajo para ganar esta carrera.

La crisis en Manaos

Después de conturbados meses de esta confusión, Brasil se vio en el medio de uno de los peores brotes de infecciones del país. Enero fue marcado por la grave situación en Manaos, capital del estado de Amazonas, en donde las muertes por asfixia escandalizaron a todo el país.

Frente a la situación, Venezuela envió tanques de oxígeno y médicos al estado, lo que muchos interpretaron como una humillación para el gobierno de Bolsonaro.

La situación era imposible de ignorar, y creció la presión por responsabilizar a Bolsonaro. Indignada, la gente volvió a hacer los cacerolazos que marcaron las primeras semanas de la pandemia en Brasil, cuando quedó claro que el presidente no quería tomar medidas para proteger la población.

El agravante

A esta conjunción de crisis, se sumó el fin de la ayuda de emergencia de 600 reales mensuales destinada a compensar la pérdida de renta de trabajadores informales, microempresarios individuales, autónomos y desempleados debido a los cierres.

Como los procesos de destitución son, más que nada, un juicio político, Bolsonaro todavía cuenta con algunas ventajas

Esto sirvió como agravante de la situación y el resultado fue inmediato. En enero, su popularidad desplomó de 37% a 26% y el rechazo a su gestión subió de 26% a 41%.

La cruzada de Bolsonaro contra la Coronavac no era una que podría ganar. Al fin y al cabo, la población necesita ser vacunada y la mejor opción para Brasil es la que está siendo desarrollada localmente.

Con cerca de 220.000 muertes, que de una forma u otra han afectado a todos/as, la gran mayoría de los brasileños no está preocupada por lo que esté escrito en las ampollas. Los brasileños quieren saber que podrán vacunarse.

Frente a este escenario, Bolsonaro se vio obligado a cambiar de discurso. Esta semana empezó a defender la vacunación de la población como forma de recuperar la economía. Al parecer, Bolsonaro entendió que su conocida estrategia de gobernar a través del caos, del negacionismo y de las conspiraciones, simplemente no tiene el efecto deseado cuando la gente está mirando la muerte a los ojos.

Pero, ¿es suficiente?

Como los procesos de destitución son, más que nada, un juicio político, Bolsonaro todavía cuenta con algunas ventajas.

Primero, su vicepresidente no es una figura política fuerte. El general Hamilton Mourão no tiene suficiente apoyo entre la élite política para gobernar el país. Además, su partido, el PRTB, es pequeño e inexpresivo.

Por otro lado, la Cámara de Diputados elegirá un nuevo presidente la semana que viene para reemplazar a Rodrigo Maia, quien ocupó una posición importante durante la pandemia al oponerse a Bolsonaro. Uno de los favoritos para asumir el puesto es Arthur Lira, un aliado de Bolsonaro, que recientemente defendió que la pandemia no puede ser usada para destituir al presidente.

Como Bolsonaro tiene apoyo relativamente fuerte en el Congreso, las posibilidades de impugnación son todavía pequeñas. Pero, de todas formas, las actitudes de la población parecen estar cambiando, lo que es una buena noticia para las elecciones de 2022. Si la pandemia nos ha enseñado algo, es que la estrategia de gobernar inspirada en los reality shows no funciona en tiempos de crisis; una dura lección que muchos brasileños tuvieron que pagar con su vida.

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