Aunque la elección del líder sindical, Pedro Castillo, para la presidencia de Perú pueda significar una contundente derrota para la extrema derecha en América Latina, también es indicativa de una fragmentación política que asola la región en los últimos años.
Tras un recuento que tardó más de dos días, el candidato del partido socialista Perú Libre superó a la candidata derechista Keiko Fujimori, hija y heredera política del exdictador Alberto Fujimori, con un ajustadísimo 50,2% de los votos.
Castillo, a pesar de ser un candidato de la izquierda, es también un político de ideas muy conservadoras en lo social. Él es un outsider de provincias que carece de experiencia política, y encarna una creciente opción política entre latinoamericanos, que tienden cada vez más a votar no por un partido o una ideología específica, sino en contra de la política tradicional o contra el establishment.
Castillo se enfrentaba a Keiko Fujimori, cuya familia ha dominado el escenario político de Perú desde principios de los 90. Keiko ya actuó como primera dama del gobierno de su padre a los 19 años, y claramente representa la política tradicional y urbana.
La disputa entre dos extremos en la segunda vuelta ya es el resultado de una primera vuelta marcada por una enorme fragmentación. Con 18 candidatos a la presidencia, los peruanos vieron sus votos diluirse, de forma que Castillo quedó en primero con menos de 20% del total, seguido de Fujimori con 13%.
De alguna manera, estas elecciones hicieron que una mayoría de peruanos se decidieran a votar por algo totalmente nuevo a lo que ya conocían, derrotando, aunque por un escasísimo margen, no solo a la derecha ascendente en la región – como ocurrió finalmente con la elección de Guillermo Lasso en Ecuador en abril – sino derrotando también a los partidos tradicionales. Años de corrupción y mala praxis política han llevado a un creciente desencanto con los políticos de siempre, y ello abre la puerta a la llegada de outsiders.
¿Quién es Castillo?
Maestro de la secundaria de la provincia andina de Chota, Castillo representa una izquierda rural y provinciana, muy diferente a los movimientos progresistas urbanos vistos en Lima u otras capitales de América Latina. Castillo es partidario de obligar a las empresas mineras y a otras industrias extractivas a que inviertan parte de sus beneficios en el país. También propone sustituir la constitución del gobierno de Alberto Fujimori, pero es contrario a los derechos sociales que habitualmente defienden los progresistas, como la despenalización del aborto y el matrimonio entre personas del mismo sexo – algo que tiende a quedar fuera de la agenda política de las regiones menos urbanas de América Latina.
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