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La elección de Castillo en Perú confirma la crisis de la política tradicional latinoamericana

Las elecciones en Perú muestran que Latinoamérica rechaza cada vez más la política tradicional, optando por candidatos marginales al sistema

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9 junio 2021, 9.39pm
Pedro Castillo durante el debate presidencial de 30 de mayo de 2021
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Sebastian Castaneda/REUTERS/Alamy Stock Photo

Aunque la elección del líder sindical, Pedro Castillo, para la presidencia de Perú pueda significar una contundente derrota para la extrema derecha en América Latina, también es indicativa de una fragmentación política que asola la región en los últimos años.

Tras un recuento que tardó más de dos días, el candidato del partido socialista Perú Libre superó a la candidata derechista Keiko Fujimori, hija y heredera política del exdictador Alberto Fujimori, con un ajustadísimo 50,2% de los votos.

Castillo, a pesar de ser un candidato de la izquierda, es también un político de ideas muy conservadoras en lo social. Él es un outsider de provincias que carece de experiencia política, y encarna una creciente opción política entre latinoamericanos, que tienden cada vez más a votar no por un partido o una ideología específica, sino en contra de la política tradicional o contra el establishment.

Castillo se enfrentaba a Keiko Fujimori, cuya familia ha dominado el escenario político de Perú desde principios de los 90. Keiko ya actuó como primera dama del gobierno de su padre a los 19 años, y claramente representa la política tradicional y urbana.

La disputa entre dos extremos en la segunda vuelta ya es el resultado de una primera vuelta marcada por una enorme fragmentación. Con 18 candidatos a la presidencia, los peruanos vieron sus votos diluirse, de forma que Castillo quedó en primero con menos de 20% del total, seguido de Fujimori con 13%.

De alguna manera, estas elecciones hicieron que una mayoría de peruanos se decidieran a votar por algo totalmente nuevo a lo que ya conocían, derrotando, aunque por un escasísimo margen, no solo a la derecha ascendente en la región – como ocurrió finalmente con la elección de Guillermo Lasso en Ecuador en abril – sino derrotando también a los partidos tradicionales. Años de corrupción y mala praxis política han llevado a un creciente desencanto con los políticos de siempre, y ello abre la puerta a la llegada de outsiders.

¿Quién es Castillo?

Maestro de la secundaria de la provincia andina de Chota, Castillo representa una izquierda rural y provinciana, muy diferente a los movimientos progresistas urbanos vistos en Lima u otras capitales de América Latina. Castillo es partidario de obligar a las empresas mineras y a otras industrias extractivas a que inviertan parte de sus beneficios en el país. También propone sustituir la constitución del gobierno de Alberto Fujimori, pero es contrario a los derechos sociales que habitualmente defienden los progresistas, como la despenalización del aborto y el matrimonio entre personas del mismo sexo – algo que tiende a quedar fuera de la agenda política de las regiones menos urbanas de América Latina.

Con la victoria de Castillo frente al bloque de la derecha, los peruanos vivirán tiempos de intensa polarización

Sin embargo, durante las ocho semanas entre las dos vueltas electorales, Castillo supo tejer alianzas entre las fuerzas de izquierda, prometiendo “defender los derechos humanos de todos los peruanos y peruanas” en un acuerdo político con la excandidata Veronika Mendoza. De esa manera, Castillo enfocó su campaña electoral en los últimos dos meses en cuestiones económicas y de bienestar social, como la promesa de impulsar un sistema público de pensiones.

Frente a la campaña neoliberal de Fujimori, que acusó a Castillo de querer implantar un régimen comunista, el líder sindical firmó acuerdos políticos en los que se compromete a proteger las instituciones y la democracia del país, además de respetar la propiedad y las empresas privadas.

En cualquier caso, con la victoria de Castillo frente al bloque de la derecha, los peruanos vivirán tiempos de intensa polarización. El nuevo presidente tendrá enfrente a un Congreso muy fragmentado, que promete atar las manos de Castillo durante su mandato, un congreso que además es muy inexperimentado, puesto que menos del 10% de los parlamentarios ahora electos tienen experiencia legislativa previa.

¿Rechazo de la política tradicional en América Latina?

El sorprendente resultado de las elecciones presidenciales en Perú llega tras una contundente derrota de los partidos tradicionales en Chile. A mediados de mayo, los chilenos fueron a las urnas para elegir, no solo a gobernadores y alcaldes, sino a los 155 representantes que escribirán una nueva constitución – y un tercio de esos representantes resultaron ser independientes, ajenos a los partidos tradicionales. Una vez más, los latinoamericanos usaron su poder de voto para mostrar su insatisfacción con las élites y el sistema político.

Los viejos problemas irresueltos por la izquierda o la derecha siguen lastrando el futuro de nuestras frágiles democracias

A pesar de la victoria del exbanquero neoliberal Lasso en Ecuador, los ecuatorianos también demostraron que quieren algo nuevo al llevar el líder indígena Yaku Pérez, otro outsider no capitalino, a un empate técnico en el segundo lugar de la primera vuelta. Para muchos, hubo una colusión entre las élites políticas, incluido el candidato izquierdista de Rafael Correa, Andrés Arauz, para promover un cierto fraude en las elecciones al negarse a un recuento de votos ante las múltiples irregularidades denunciadas, y llevar a Lasso a la segunda vuelta con Arauz.

En Colombia, donde se realizarán elecciones presidenciales en mayo de 2022, los ciudadanos vienen demostrando, en la calle y en las encuestas, su profunda insatisfacción con la política tradicional. Los últimos sondeos muestran que el 25% de los colombianos optan por “ninguno” de los precandidatos actuales y el 11% afirma que votará en blanco. Combinados, los votos en blanco y “ninguno”, superan con creces el 25% que votarían por el senador progresista Gustavo Petro si las elecciones se dieran hoy, según la misma encuesta.

Sin embargo, al parecer Brasil tomará el camino contrario, luego de rechazar la política tradicional a través del ultraderechista Jair Bolsonaro en 2018 (un diputado marginal que hizo una campaña antisistema a pesar de haber estado casi 30 años en la Cámara de Diputados). Hartos del desastre político que trajo al país el haber elegido a un extremista, los brasileños se decantan ahora por el expresidente de centro-izquierda Luiz Inácio Lula da Silva en las encuestas de intención de voto para las elecciones de octubre de 2022. Como ocurrió con Donald Trump en Estados Unidos, todo parece indicar que los ciudadanos quieren volver a lo de siempre después de experimentar el desastre de la ‘desconocida’ derecha anti-establishment.

Pero hoy la política en Brasil, como en América Latina en general, es impredecible. Los viejos problemas irresueltos por la izquierda o la derecha siguen lastrando el futuro de nuestras frágiles democracias que, en medio de una atmósfera económica, social y política ciertamente tormentosa, están a merced del viento que más sople.

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